Resume las reformas impulsadas durante el bienio reformista.
Instaurada la II República Española en 1931, los dos primeros años de Gobierno del nuevo Régimen van a recaer en manos de una coalición republicano-socialista dirigida por Azaña. Este gobierno va a llevar a cabo una serie de medidas de carácter reformista ante la grave situación que vive el país y que tienen como principal objetivo mejorar las condiciones de vida de los sectores sociales más desfavorecidos. A pesar de lo ambicioso de las medidas, la coyuntura económica derivada de la crisis mundial de 1929 van a dificultar mucho su puesta en práctica. Podemos analizar las reformas emprendidas según los siguientes tipos:
Reformas socio-laborales: Las medidas más importantes fueron impulsadas por el ministro de Trabajo, Largo Caballero, miembro del PSOE y de la UGT. Entre otras, aprobó la Ley de Contratos de Trabajo que regulaba los convenios colectivos, las vacaciones pagadas y protegía el derecho a huelga. También impulsó los seguros sociales y el seguro de retiro, aunque no pudo establecer un sistema generalizado de Seguridad Social. El objetivo final era dar más poder a la clase obrera. Con la mejora de las condiciones de los trabajadores, el gobierno esperaba una mayor paz social, pero eso no sucedíó porque la CNT entendía que se estaba reforzando al sindicato socialista UGT, por lo que los anarquistas provocaron huelgas y movilizaciones de todo tipo.
La reforma agraria: en Septiembre de 1932 se aprobó la Ley de Bases para la Reforma Agraria, con la oposición de la derecha. Se buscaba acabar con el latifundismo, el absentismo y la miseria de más de dos millones de jornaleros. Se expropian sin indemnización las tierras a los Grandes de España y se declaran expropiables con indemnización los latifundios mal cultivados o sistemáticamente arrendados. Las tierras serían entregadas a los campesinos. Se creó el Instituto de Reforma Agraria para llevarla a cabo. El ritmo de la reforma fue muy lento y sus resultados escasos; los campesinos, decepcionados con la República, se inclinaron hacia el anarquismo revolucionario (Aragón y Andalucía, con los sucesos de Casas Viejas). Por otro lado los terratenientes se mostraron claramente hostiles.
La reforma religiosa: se eliminaba la subvención al clero, la religión en las escuelas, se prohibía a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza, se reconocía el matrimonio civil y el divorcio y se disolvía la Compañía de Jesús. Estas medidas tendentes a crear un Estado laico generaron fuerte oposición en la jerarquía eclesiástica y en buena parte de una ciudadanía aún muy influida por la Iglesia. La reacción de la Iglesia provocó, a su vez, una ola de violencia anticlerical que estalló en Mayo de 1931 en Madrid y otras ciudades y que el gobierno no supo atajar. Muchos católicos identificaron a la República como opuesta a su religión y el catolicismo fue la idea que galvanizó la oposición a la República.
La reforma militar: Azaña trató de someter el ejército a la autoridad civil y aumentar su eficiencia reduciendo el excesivo numero de oficiales que podía pasar voluntariamente a la reserva con toda su paga. La falta de presupuesto impidió la modernización y creó fuerte malestar entre los oficiales. Ya en 1932 el General Sanjurjo intentó un Golpe de Estado que fracasó. Se encargó a la Guardia de Asalto, fiel a la República, el mantenimiento del orden público.
La reforma territorial: se concedíó a Cataluña en 1932 el Estatuto de Autonomía: un Gobierno autónomo en el que la Generalitat tenía competencias en cultura, obras públicas y orden público. Fue elegido presidente Françesc Macià. En Euskadi el proyecto de Estatuto elaborado por el Partido Nacionalista Vasco y los carlistas fue rechazado por tradicionalista y poco democrático. No habrá Estatuto de Autonomía hasta 1936, iniciada la guerra civil.
La reforma educativa: la escuela primaria era obligatoria, gratuita, laica y mixta. Aumentó en un 50% el dinero destinado a educación, construyéndose más de 10.000 escuelas y se crearon 7000 puestos de maestros, mejor pagados. Las Misiones Pedagógicas llevaron la cultura a regiones rurales atrasadas. La Iglesia Católica reacciónó contra la pérdida de sus privilegios en el sistema educativo con protestas y el apoyo a los sectores contrarios a la Repúblic
Explica las causas de la formación del Frente Popular y las actuaciones tras su triunfo electoral, hasta el comienzo de la guerra.
La revolución asturiana de Octubre de 1934 provocó una fuerte polarización política y una radicalización de posiciones, tanto de la izquierda como de la derecha. La izquierda, tras la represión que siguió a la revolución de Octubre, impulsó una concentración de fuerzas que desembocó en la creación del Frente Popular. También contribuyó a ello el avance del fascismo en Europa y la recomendación de la Internacional Comunista de frenarlo mediante la formación de frentes antifascistas integrados por todas las fuerzas de izquierdas.
Con la experiencia del fracaso electoral de 1933 que dio paso al bienio conservador, la izquierda vio esta vez la necesidad de unir sus fuerzas en las elecciones de Febrero de 1936 contra la reacción de la derecha y para conseguir una amnistía que sacara de la cárcel a los dirigentes populares detenidos tras la revolución asturiana; el Frente Popular, que unía en coalición a todos los grupos de izquierda parecía la mejor solución para afrontar las elecciones; el triunfo en las mismas vino a confirmarlo.
La victoria electoral fue para el Frente Popular, cuyos principalles apoyos se dieron en las ciudades y las provincias del sur y la periferia mientras que la derecha triunfó en el norte y el interior del país. Tras las elecciones, Manuel Azaña fue nombrado Presidente de la República, siendo destituído del cargo Alcalá Zamora. El gobierno presidido por Casares Quiroga estaba formado exclusivamente por republicanos de izquierda pero no formaban parte del mismo ni socialistas, ni comunistas).
Algunas de las principales medidas del nuevo gabinete fueron el decreto de amnistía para todos los represaliados de la revolución de 1934 así como el reingreso a sus puestos de trabajo; la plena restauración del Estatuto de Autonomía de Cataluña; la tramitación de nuevos estatutos de autonomía (el Estatuto de Galicia, fue aprobado en plebiscito en Junio de 1936, y el del País Vasco estaba prácticamente terminado en Julio de 1936); la reanudación de todo el proceso reformista puesto en marcha por el Bienio Reformista: Ley de Reforma Agraria, enseñanza, religión, etc. Aasí como el alejamiento de Madrid de los generales enemigos de la República: Franco (Canarias), Mola (Navarra) y Goded (Baleares) ante los rumores de confabulación para un posible golpe.
Sin embargo, el ambiente social era cada vez más tenso. La izquierda obrera había optado por una postura claramente revolucionaria mientras que la derecha buscaba de forma evidente detener por todos los medios el obrerismo. Desde el mes de Abril se sucedieron los enfrentamientos violentos en las calles entre grupos falangistas y milicias socialistas, comunistas y anarquistas. Unos y otros parecían prepararse para el enfrentamiento inminente.
La conspiración militar contra el gobierno del Frente Popular avanzaba. Por un lado, había una trama política conformada por los principales líderes de los partidos (Gil Robles, Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera). Por otro lado, había una trama militar y crecía el número de generales implicados (Franco, Goded, Fanjul, Varela) y Mola, destinado en Pamplona, se convirtió en el jefe de la conspiración, el “director” del golpe. Iniciaron contactos con Mussolini y Hitler. El 12 de Julio era asesinado el Teniente José del Castillo, destacado socialista, y en la madrugada del 13 de Julio era asesinado, como respuesta, José Calvo Sotelo, jefe de la oposición monárquica. El enfrentamiento parecía cada vez más próximo, comenzaría tres días después.
En resumen, la República fue recibida con entusiasmo popular ante el ambicioso programa de reformas que abordó y que eran necesarias para modernizar el Estado, la economía y la sociedad. Sin embargo, la República encontró grandes obstáculos en el contexto internacional (crisis económica a nivel mundial tras la caída de la Bolsa de Nueva York y enfrentamiento entre el fascismo y la democracia en Europa) y en el interior (consenso débil, fuerte y heterogénea oposición desde derecha e izquierda, inestabilidad política, conflictividad social, falta de cultura democrática…)
Especifica los costes humanos y las consecuencias económicas y sociales de la
guerra.
La Guerra Civil fue un conflicto desolador para el país, a nivel económico, social y de vidas humanas, tanto por el número de muertos como por las personas que tuvieron que abandonar el país. Sus consecuencias se extendieron durante décadas y todavía hoy, ochenta años después, sus ecos salpican la vida política con frecuencia. Si hablamos de costes humanos, que son siempre los costes más dramáticos de toda guerra, hubo un elevado número de víctimas mortales entre las víctimas de los frentes y las de la represión de las retaguardias. Los cálculos más aceptados estiman alrededor de 500.000 muertos en la guerra. En la Guerra Civil la crueldad fue norma común en los territorios controlados por ambos bandos. Los militares sublevados, cuando conquistaban un pueblo o ciudad, eliminaban sistemáticamente a miembros y simpatizantes de partidos y sindicatos de izquierdas, pero entre sus víctimas también hubo un numeroso contingente de maestros e intelectuales. En la zona republicana, en especial en los primeros meses de la guerra, también fueron frecuentes las ejecuciones aplicadas a cualquiera que resultara sospechoso de ayudar o simpatizar con los sublevados para los cual a menudo bastaba con tener opiniones conservadoras, ser sacerdote o religioso. No obstante, el número de ejecuciones en esta zona fue sensiblemente inferior al del bando sublevado y fueron, en la mayoría de los casos, al margen del Estado. Puntos negros destacados de una siniestra geografía de muerte fueron Málaga (“la Desbandá”) Badajoz o Paracuellos del Jarama.
Desde el punto de vista económico, la destrucción fue muy intensa en el sector de las comunicaciones (FFCC y carreteras), así como la destrucción de viviendas en poblaciones que sufrieron directamente el conflicto y que tuvieron que ser recuperadas, muchas veces con el trabajo de reclusos. Unas 500.000 viviendas quedaron parcial o totalmente destruidas. La producción industrial descendíó un tercio por la falta de materias primas y energía, y la agrícola una cuarta parte debido a la marcha de los hombres al frente.
La cabaña ganadera se redujo entre un tercio y la mitad. Se considera que la guerra costó entre el 25 y el 30% de la renta nacional de 1935. La renta nacional no recuperó los niveles de 1936 hasta finales de los años 50, fruto de lo difícil que fue la recuperación sin contar además con ayuda internacional y quedando España lastrada con una dictadura de 40 años pues, desde el punto de vista político, tras alzarse con la victoria, el bando nacional instaura un régimen totalitario con Francisco Franco a la cabeza. Gran parte de los avances políticos y sociales de la etapa anterior son abolidos. También supone un aislamiento con el resto del mundo hasta el comienzo de la Guerra Fría cuando el bloque liderado por EEUU vuelve a establecer relaciones diplomáticas con España.
En cuanto a consecuencias sociales, en la España de la posguerra no hubo reconciliación y la represión se continuó aplicando por el régimen franquista una vez acabada la guerra: personas fusiladas, encarceladas, trabajadores de la Administración Pública separados de sus cargos o sancionados de alguna forma. Medio millón de españoles se vieron obligados a tomar el camino del exilio huyendo de la represión franquista, la mayoría con destino a Francia, México y Argentina, muchos de ellos para no regresar jamás.
Culturalmente, las generaciones mas jóvenes, sin haber participado en la guerra nacieron en un mundo de rencores y miedos, forzados a alinearse en las filas del régimen. Las Universidades, institutos, escuelas de profesores y en especial el cuerpo de maestros nacionales fueron objeto de durísimos procesos de depuración. La nueva cultura se impone por decreto al servicio de los ideales del nuevo régimen. Cerca del 90% de los intelectuales de este país marcharon al exilio, dejando a los españoles sin maestros; los novelistas maduros, los estudiosos de la lengua, los poetas se van y su voz se silencia. Casi al completo la generación del 27, con Pedro Salinas, Jorge Guillén y Alberti se exilan. Los premios nóbel del 56 (Juan Ramón Jiménez) y 59 (Severo Ochoa) están fuera de España; otros como Lorca o Miguel Hernández serán asesinados o morirán como consecuencia de la represión. En lo moral, la guerra supuso una verdadera fractura del país dejando marcadas a varias generaciones por el sufrimiento de la guerra y la represión de la larga posguerra. El régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre récordó y celebró su origen bélico. Las heridas de la Guerra Civil perduraron durante decenios y la persecución y represión de los vencidos fue uno de los rasgos clave del franquismo