El texto que se propone para comentar en un fragmento de la obra Causas de la guerra de España, escrito por Manuel Azaña en 1939 y publicado desde el exilio en la localidad francesa de Collonges-sous-Salève en 1939. Debido a que trata el tema de la reforma agraria realizada por la II República en el Bienio Reformista en 1932, podemos decir que se trata de un texto historiográfico, pues los hechos que narra suceden antes de la redacción del texto y donde el autor ya cuenta con más información para el análisis de los acontecimientos que narra, y además, por su temática, es de naturaleza política, social y económica, pues plasma los argumentos que tenía la República para iniciar la reforma agraria ante la situación de desigualdades sociales y económicas entre la población española.
Nos
situamos por tanto en los comienzos de la II República, con la
marcha de Alfonso XIII y la proclamación el 14 de abril de 1931 de
la República en Madrid. Se instaura un sistema democrático basado
en una constitución muy avanzada y social para la época, con Niceto
Alcalá Zamora como presidente de la República y un primer gobierno
dominado por las fuerzas de izquierdas con Manuel Azaña como
presidente. Este gabinete inicia una serie de profundas reformas que
intentan modernizar el país y que afectarán a la estructura
territorial (los estatutos de autonomía), a la educación, al
ejército, a las relaciones Iglesia-Estado y a la estructura y
propiedad de la tierra, la Reforma
Agraria, en la cual se centra el
texto que vamos a comentar.
Ya dentro del comentario interno del texto, Azaña argumenta las causas que hacían imposible otro gobierno por parte de los republicanos que no fuera una reforma profunda del sistema agrario español, daba igual la ideología de los gobernantes, la situación era tan apremiante que la reforma era indispensable para garantizar la vida de los pequeños propietarios campesinos y de los jornaleros españoles.
Lo primero que hace es alabar el comportamiento del pueblo español ante la llegada de la República, dice que el nuevo sistema llegó sin derramamiento de sangre y con una gran alegría que inundó todo el país. En la actualidad y gracias a la historiografía sabemos que si en verdad es cierto que no hubo derramamiento de sangre, la llegada de la República se produjo por la interpretación de unos resultados electorales que al final fueron muy reñidos y que los candidatos republicanos y los monárquicos terminaron casi empatados, además, la actitud del Rey, de abandonar el país para evitar esa lucha entre las dos Españas ayudó a que se produjera el cambio sin un derramamiento de sangre, enfrentamiento que por desgracia solo se había pospuesto para cinco años después.
Además, une la República a todos los deseos que desde el Desastre del 98 y el ocaso de la Restauración habían intentado cambiar el sistema caciquil y turnista por otro verdaderamente representativo y que gobernara para el pueblo y no para el interés de la oligarquía. Azaña se está refiriendo al Regeneracionismo de principios de siglo o a los intentos democratizadores de la Crisis de 1917 o a los últimos gobiernos de la Restauración que ya plantean la reforma electoral o la libertad de culto. Será la República la que coja todos esos anhelos del pueblo español e inicie las reformas que eran necesarias para unir a España con la modernidad y las democracias occidentales.
El resto del texto se centra en situar al lector en la realidad de la sociedad española. Se habla de regiones muy dispares económica y socialmente, así mientras las zonas urbanas habían lograr alcanzar un desarrollo bastante similar a las grandes ciudades europeas, Madrid y Barcelona principalmente, el campo español seguía manteniendo una estructura económica basada en la explotación del campesinado y los jornaleros por parte de la Oligarquía propietaria, cuyo planteamiento era exclusivamente rentista y que no pretendía la modernización sino seguir explotando al campesinado. Así hace una comparación de la ciudad de Madrid frente a la cercana sierra donde aún los avances del siglo XX no habían llegado, anclados en el siglo XV, como de relata textualmente en el fragmento que comentamos.
Después también hace una reflexión sobre el problema en la propiedad de la tierra, no sólo es un problema el sistema de explotación rentista y basado en jornaleros, sino que la división en minifundios o latifundios hacía imposible el avance del campo español. Aparecen regiones como el Noroeste (Galicia y Asturias, a la que también podríamos sumar Canarias), donde se impone un minifundio exacerbado que impide que las familias puedan obtener de sus propiedades lo necesario para la subsistencia, y muchas se vean obligadas a emigrar en estos primeros años de siglo, como puede ser la emigración canaria hacia Cuba.
Sin embargo, en otras zonas del país, y como consecuencia de los repartos ya en época de la Reconquista además de la política oligarquía y nobiliaria durante los siglos anteriores, se impone un sistema latifundista donde unos pocos propietarios controlan el mayor porcentaje de la tierra. Ante esto, los campesinos sin tierras tienen que convertirse en jornaleros, trabajando por un sueldo escaso en la época de siembre y cosecha, pero cuya situación es aún peor en periodos que no hay zafra al no contar con ningún ingreso durante cuatro o cinco meses al año.
Manuel Azaña realiza este análisis de la situación del campo español para justificar la reforma agraria que llevó a cabo. Ningún gobierno que de verdad defendiera el bienestar y los intereses de su pueblo podía permanecer quieto ante la injusticia en el sistema agrario, no es que fuera la República la que quisiera imponer una reforma agraria, sino que era la situación tan desesperada del campesinado la que obligaba a los gobernantes a actuar. Y esta idea es la que usa también para defenderse de los que le acusaron en su momento de aceptar los planteamientos de los socialistas que formaban su gobierno, pues se le acusa de ceder ante la revolución social que los grupos obreros querían imponer. Por eso pone lo de “con socialistas o sin socialistas”, para convencer al lector que era ya una cuestión de ideologías sino que la realidad era tan grave que había actuar para sacar de la pobreza y del atraso al campo español.
Como conclusión podemos decir que el gobierno de Azaña llevó a cabo la reforma que defiende en el texto, se aprueba en 1932 la Ley para la Reforma Agraria y se crea el IRA (Instituto de Reforma Agraria), que permitía la expropiación de las grandes propiedades que no estuvieran en explotación o fueran deficientes para su reparto entre los jornaleros y pequeños campesinos, intentando mejorar así la producción agrícola al mismo tiempo que mejorar la situación económica del campesinado. Sin embargo, la reforma no tuvo el impacto que se pretende, pues se produce un proceso muy lento ante las protestas y reclamaciones que ponen la oligarquía y los grandes propietarios, y además provocó el desencanto de los grupos campesinos con el sistema republicano, pues pensaban que sus problemas iban a ser resueltos con mayor rapidez por el nuevo sistema, por lo que muchos se aproximan a tendencias más radicales como podría ser el anarquismo, sobre todo en el campo andaluz. Además la reforma agraria fue paralizada con el gobierno radical-cedista entre 1933 y 1936 y será una de las causas de la guerra civil pues con la vuelta al poder de la izquierda con el Frente Popular en febrero de 1936 se aplica de una manera más rápida y descontrolada, lo que une aún más a la oligarquía propietaria con los grupos castrenses que preparaban el golpe contra la República.