El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera y el fin de la Restauración
El autor del texto es Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña que en el momento de este manifiesto (1923), realiza un golpe de Estado que dará paso a una dictadura militar.
Primo afirma representar al pueblo español, entendiendo que su misión es “atender al clamoroso requerimiento” (párrafo 1) de cambios políticos por su parte. En ese sentido, su figura militar cobra relevancia entendiendo la tradición hispana de pronunciamientos militares a lo largo del siglo XIX.
Para justificar el golpe critica el sistema de la Restauración al que acusa de estar basado en el turnismo “contentos al turno y al reparto” (p. 2) no existiendo una alternancia real entre partidos “entre ellos mismos designan la sucesión” (p.2)
En esa misma linea, en el tercer párrafo pasa a enumerar el caos que, a su juicio, caracteriza el sistema de la Restauración hablando de “la tragedia de Marruecos” o la “precaria producción agraria e industrial” para reforzar la idea de que era necesario un cambio político profundo, representado en su persona.
En los años 20, el sistema de la Restauración (1876 – 1923) se encuentra cada vez más desprestigiado debido a sucesos como el desastre de Annual, mostrándose incapaz de resolver la creciente conflictividad social (fenómenos como el pistolerismo en Barcelona) en un contexto europeo marcado por la crisis del regímenes liberales (triunfo de la Rev. Rusa en 1917, toma del poder de Mussolini en 1921). En esta situación, el 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, da un golpe de Estado.
Inicialmente, este manda ocupar los servicios telefónicos de Barcelona desde donde lee un comunicado ante los periodista dando un golpe de Estado. El gobierno propone al rey destituir a los sublevados, pero este le da la jefatura del gobierno a Primo de Rivera convirtiéndolo en dictador militar con plenos poderes con la asistencia de un directorio, también de naturaleza castrense.
El golpe triunfa debido a los importantes apoyos con los que cuenta. Además de la figura del rey (que da luz verde al proyecto), cuenta con el respaldo del ejército y la Iglesia, partidarios de restablecer el orden y frenar el anticlericalismo, así como de importantes sectores de la burguesía (especialmente la catalana), preocupada también por la creciente conflictividad anarquista.
También contará con la aceptación pasiva de aquellos sectores críticos u opuestos al régimen de la Restauración como los socialistas (parte del PSOE y la UGT de hecho, colaborarán con el dictador) o las clases medias, indiferentes ante la caída de un régimen que consideraban incapaz de atender a sus demandas.
Una vez producida la dimisión de Primo de Rivera en 1930, la monarquía trata de volver a un régimen constitucional similar al de la Restauración (1874 – 1923) a través de gobiernos dirigidos por militares como el de Berenguer (conocido como Dictablanda) o el almirante Aznar que lejos de generar estabilidad, evidencian el agotamiento de un sistema – el monárquico – que ya ha visto fracasar los dos proyectos previos (el de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera).
Todo ello genera una creciente oposición tanto de intelectuales como Unamuno (exiliado en Fuerteventura) como incluso entre sectores militares molestos con los favores hacia los africanistas. De ahí, que las fuerzas republicanas se organicen en el Pacto de San Sebastián en 1930 con el objetivo de derrocar a la monárquicos, recurriendo a un alzamiento militar en caso de ser necesario. Aunque se producen dos intentos fallidos (el más relevante será el de Jaca) de sublevación militar, también se llevará a cabo una intensa campaña política a través de la prensa (destaca el artículo de Ortega y Gasset, “El error Berenguer”), llegando finalmente la República por la vía política debido a los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.
En estas, los monárquicos salen derrotados en las grandes ciudades (los republicanos y socialistas vencen en 41 de las 50 capitales de provincia), donde no operaba el sistema caciquil, demostrando el agotamiento total del sistema y provocando la abdicación de Alfonso XIII, proclamándose la II República el 14 de abril de 1931.
El contexto económico y social de la II República
El nuevo sistema estará marcado por un contexto económico de crisis económica generada por el llamado “crack del 29”, que también afectará a España al contraer su mercado exterior y reducir de forma drástica las inversiones extranjeras, cortando también los flujos migratorios hacia el exterior que hasta el momento proveían de remesas y ayudaban a aliviar el desempleo. Esto, por lo tanto, tendrá una traducción en el plano social al crear una fuerte conflictividad que tendrá su expresión a lo largo de los años que dure la II República (1931 – 1939), marcados por un contexto europeo de auge de los autoritarismos como reacción ante la crisis económica.