Consecuencias: La victoria de los estados democráticos en la Primera Guerra Mundial dio lugar a la desmembración de los imperios autoritarios y al nacimiento de nuevos países y sistemas políticos de carácter liberal parlamentario. Esto ocurrió en países como Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia y Hungría. Sin embargo, en la Europa de la década de 1920 se produjo una altísima inflación y los precios se triplicaron. Las empresas acumularon stocks y el desempleo aumentó de forma espectacular, lo que generó una crisis social con características revolucionarias. En 1919 y 1920 se produjeron huelgas en Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. Estas movilizaciones fueron sofocadas por la policía y el ejército. Hubo una fuerte oposición hacia las democracias por parte del proletariado, insatisfecho con la represión de sus derechos.
Democracia ante la crisis:
Los países con fuerte arraigo del parlamento consiguieron integrar en el sistema al socialismo emergente a través del sufragio universal y de formas de coaliciones políticas amplias. Este fue el caso de Gran Bretaña, cuya situación económica era grave en 1920, con 1,2 millones de desempleados y 2,5 en 1921. La acción del Partido Laborista permitió canalizar de forma parlamentaria las demandas populares. En Francia, se formó una gran coalición de radicales, socialistas y comunistas que formaron el llamado Frente Popular. Otros países como Suiza, Bélgica y Holanda lograron estabilidad a través de la formación de coaliciones gubernamentales.
Aparición de regímenes:
En países como Hungría, Polonia, Lituania, Portugal, Letonia, Estonia, Grecia, Rumania, Bulgaria y España, el sistema liberal parlamentario fue reemplazado por regímenes autoritarios. En España, el general Primo de Rivera protagonizó un golpe de estado contra la república democrática.
Crisis posguerra:
En 1918, los salarios reales eran un tercio inferiores a los de 1913, lo que originó un movimiento huelguístico que alcanzó gran virulencia y que a menudo presentó objetivos revolucionarios. El movimiento de ocupación de tierras también fue impulsado por los bolcheviques y se extendió entre la burguesía. La sociedad atravesaba una situación de inestabilidad, con una coalición de partidos liberales del centro que empezó a ser fuertemente contestada tanto por el partido socialista como por el partido popular y el partido comunista italiano. Además, surgió un nacionalismo exaltado derivado de la frustración tras la Primera Guerra Mundial, ya que las tierras irredentas no se habían cumplido totalmente.
Formación de partidos nacionales:
Benito Mussolini, un ex militar socialista expulsado del partido, fundó los llamados Fasci di Combattimento, un programa populista y nacionalista. Transformó los fasci en el Partido Nacional Fascista, presentándolo como un instrumento eficaz frente a la amenaza del comunismo y la bolchevización de Italia. Las bases del partido se nutrieron de sectores obreros descontentos con la pequeña burguesía atemorizada ante la crisis. Las escuadras fascistas protagonizaron numerosos actos de violencia contra políticos, ayuntamientos y periodistas, y contaban con la policía que actuaba contra ellos sin contundencia.
Marcha sobre Roma:
Con una buena organización, en la huelga de agosto de 1922, los escuadristas mantuvieron en funcionamiento el servicio de correos. Pero el golpe llegó con la marcha a Roma en octubre de 1922. Miles de camisas negras ocuparon los edificios públicos de la capital y empezaron a controlar las instituciones. Víctor Manuel III pidió a Mussolini el 30 de octubre que constituyese un nuevo ejecutivo.
Dictadura fascista:
En 1925, Mussolini, conocido como «Il Duce», inició un proceso encaminado a convertir Italia en un régimen totalitario. Le otorgó todos los poderes, nombraba y revocaba a los ministros, controlaba todos los ejércitos y dependía del Gran Consejo Fascista. El parlamento fue sustituido por un órgano consultivo, la Cámara de Fasci y de las Corporaciones. Las autoridades provinciales y municipales eran nombradas directamente por el gobierno. Además, se firmó el Pacto de Letrán con la Iglesia Católica, en el que el Papa Pío XI reconoció el Reino de Italia y Roma como su capital, mientras que Italia se comprometía a conceder al Vaticano una renta anual. En el terreno económico, el fascismo se caracterizó por un fuerte intervencionismo estatal y por el proteccionismo a la industria nacional. Se creó el Instituto para la Reconstrucción Industrial y el estado fue adquiriendo el control de sectores importantes de la economía, como la electricidad y la siderurgia.
El estado adoptó políticas proteccionistas y estableció un estricto control de los intercambios, autorizando solamente aquellas importaciones consideradas indispensables. Esta política autárquica condujo a una cierta renovación de la industria. Además, el régimen pretendió controlar y dirigir a toda la sociedad, creando la Opera Nazionale Balilla, en la que era obligatorio matricular a todos los niños hasta la edad adulta y los maestros debían vestir de camisas negras. En la universidad, se debía presentar un juramento de fidelidad al régimen.
República de Weimar:
Basada en una construcción ampliamente democrática, la República de Weimar fue incapaz de crear un sistema político estable y hacer frente a los intentos insurreccionales tanto de la derecha como de la izquierda. El levantamiento de la Liga Espartaquista, liderada por los comunistas, pretendía proclamar un gobierno de consejos. La situación económica era muy difícil, ya que Alemania debía pagar a los vencedores de la guerra, lo que originó un aumento vertiginoso de la inflación y una espectacular depreciación del marco alemán.
Formación del partido nazi:
Adolf Hitler inició su carrera política en un pequeño grupo extremista racista y agresivo denominado Partido Nacionalista. Con el malestar social y la difusión de su discurso radical, Hitler logró polarizar a la sociedad. Juró la constitución, pero su intención era convertir la república en un estado nazi.