Estados musulmanes de Al-Andalus
Se constituyeron en 1031 tras la desaparición y fragmentación del califato en múltiples reinos o taifas independientes. De manera progresiva, Granada, Toledo, Valencia o Zaragoza se desvincularon del poder de Córdoba. Estaban gobernadas por caudillos que mantuvieron la superioridad económica y cultural, pero que perdieron la preponderancia militar. Los enfrentamientos entre las taifas permitieron a los reinos cristianos realizar avances territoriales hasta el Tajo y obtener su subordinación política mediante vasallaje y el pago de impuestos denominados parias. Para reconducir la situación y frenar a los cristianos, las taifas llamaron en su ayuda a finales del siglo XI a los almorávides, que lograron temporalmente unificar Al-Andalus y detener la expansión cristiana. Cuando el dominio almorávide empezó a decaer surgieron los segundos reinos de taifas, que serían posteriormente sometidos por los almohades. Tras el fin del dominio almohade, marcado por la batalla de las Navas de Tolosa (1212), todavía se mantuvieron algunas taifas, que acabaron conquistadas por los reinos cristianos. Algunos territorios perduraron, conformando el reino nazarí de Granada.
Mozárabes
Cristianos que vivían en Al-Andalus tras la invasión musulmana en el 711. Gracias a la actitud tolerante del Islam, a este grupo de hispanovisigodos se les permitía conservar sus costumbres y formas de vida, practicar su religión, y mantener sus autoridades políticas y religiosas. A cambio se les obligaba a pagar impuestos (capitación) y a aceptar el dominio musulmán. Constituían una parte de la población rural de Al-Andalus y fueron muy numerosos en Córdoba, Sevilla y Toledo. Los que se integraron en la cultura, economía y religión musulmanas fueron denominados muladíes. La convivencia entre cristianos y musulmanes era pacífica, aunque se vio alterada en determinadas épocas, especialmente bajo dominio almorávides y los almohades. Con el incremento de la islamización, muchos mozárabes emigraron a los territorios del Norte, especialmente a partir del s. XII.
Expansión territorial de los reinos cristianos
Proceso protagonizado por los núcleos cristianos del norte de la Península (Asturias, Marca Hispánica) frente a Al-Andalus, que se inició a principios del siglo VIII y finalizó en 1492. Los cristianos, movidos por imperativos demográficos, políticos y económicos, que posteriormente se enriquecieron con la idea de cruzada, fueron avanzando hacia el sur través de importantes batallas y procesos de repoblación. Los cristianos aprovecharon la debilidad musulmana (Siglo VIII-X) y fueron frenados en otros momentos de superioridad de Al Andalus (Califato de Córdoba, llegada de Almorávides y Almohades). Tras la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, se consolidó definitivamente el avance cristiano en tres grandes entidades: la Corona de Castilla, la Corona de Aragón y el Reino de Navarra. Bajo control musulmán quedó únicamente el reino nazari de Granada.
Reino de Navarra
Núcleo cristiano que surgió en la zona montañosa de la actual Navarra, en torno a la ciudad de Pamplona, en el siglo IX (830) con Iñigo Arista como primer caudillo. Este jefe militar liberó los territorios pamploneses del control militar ejercido por los francos en la Marca Hispánica con la ayuda de los Banu Qasi. Su consolidación como reino se produjo en el siglo X con Sancho Garcés I (dinastía Jimena) quien acabará con la influencia de los Banu Qasi y que emprendió la expansión territorial controlando Pamplona y conquistando Tierra Estella, la Rioja alavesa e incorporando el condado de Aragón. Especial relevancia tuvo el reinado de Sancho III el Mayor (1004-1035), con quien alcanzó su época de mayor esplendor, tanto político, como territorial, social y cultural. Al final de su reinado había incorporado también Álava, Vizcaya, Sobrarbe, Ribagorza, el condado de Castilla y el reino de León, pero tras su muerte y la división de sus dominios entre sus hijos, quedará debilitado. A mediados del siglo XII, Sancho el Sabio cambió su denominación por la de Reino de Navarra.
Formación y estructura de la Corona de Aragón
Entre el siglo IX y XI los territorios aragoneses y catalanes llevaron a cabo primero la independencia de la Marca Hispánica y después un proceso de consolidación y expansión territorial. Tras la muerte del rey Alfonso I de Aragón los nobles aragoneses proclamaron rey a su hermano Ramiro (monje), quien acordó el matrimonio de su hija Petronila con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona en 1137. Esto dio lugar al nacimiento de la Corona de Aragón, de la que Alfonso II fue el primer rey. El aumento de su fuerza militar y política propició, entre los siglos XII y XV nuevas conquistas territoriales, como Mallorca, el Reino de Valencia, Sicilia, Cerdeña, Atenas y Neopatria y el reino de Nápoles. En la Corona de Aragón cada territorio tenía sus propias cortes, que gozaban cierta autonomía legislativa y fiscal. En el caso de Cataluña, se creó una delegación permanente de las Cortes, llamada Generalitat. En Aragón y Valencia recibieron el nombre de Diputaciones. El poder nobiliario impulsó el pactismo, por el cual había que encontrar el equilibrio entre el poder real y las instituciones. El rey se comprometía a respetar el derecho y las costumbres de los territorios.
Cortes
Institución política característica de los reinos cristianos y que tuvo su origen en la Baja Edad Media. Se consolidaron a raíz del crecimiento de las ciudades y del auge de una rica burguesía que los reyes deseaban incorporar a los órganos de gobierno, junto a la nobleza. Estaban compuestas por los tres brazos o estamentos (nobiliario, eclesiástico y ciudadano) y el voto era por estamento. La misión de las Cortes era defender los intereses del reino y limitar la autoridad real. Sus funciones eran la legislativa (que compartía con el rey), el asesoramiento al rey en cuestiones de gobierno y política exterior y la concesión de impuestos extraordinarios. Las Cortes castellanas mantuvieron fundamentalmente un carácter consultivo. En la Corona de Aragón cada reino tenía sus Cortes y gozaban de funciones legislativas y fiscales. En el Reino de Navarra eran clave, porque tenían más atribuciones y eran convocadas con mayor frecuencia.