El 8 de enero de 1918, antes de que acabara la guerra, el presidente estadounidense Thomas Woodrow Wilson propuso sus catorce puntos, una serie de principios sobre los que se debería establecer la paz después de la victoria. Sus principales propuestas eran las siguientes:
Supresión de la diplomacia secreta, a la que se atribuyó el desencadenamiento de la guerra.
La desmembración de los viejos imperios y el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Libertad de navegación y comercio internacional.
Reducción de armamentos a nivel mundial.
La creación de una sociedad de naciones basada en la igualdad entre los estados al margen de su potencia, que arbitrase las relaciones internacionales y garantizase la seguridad de las naciones y su integridad territorial.
Pero cuando llegó el final de la guerra, estos principios no fueron respetados, ya que los aliados europeos estaban más preocupados por defender sus propios intereses que por lograr una paz justa. Francia, la más perjudicada por la guerra, exigía que Alemania debía pagar las reparaciones de guerra e incluso ser desmembrada.
3.2 Los tratados de paz
En la Conferencia de Paz de París se elaboraron los cinco tratados que estipulaban las condiciones de la paz y las nuevas fronteras entre los vencedores y los vencidos. Asistieron delegaciones de 27 países vencedores, pero no hubo representación de los países vencidos, los cuales no fueron escuchados y solo fueron llamados para firmar los tratados impuestos por el Consejo de los Cuatro formado por los dirigentes de las grandes potencias vencedoras.
La conferencia finalizó con la firma de cinco tratados con los países derrotados: el Tratado de Versalles con Alemania; el Tratado de Saint-Germain con Austria; el Tratado de Trianon con Hungría; el Tratado de Neuilly con Bulgaria y el Tratado de Sèvres con Turquía.
Frente a la buena voluntad de EEUU, que defendía un trato de respeto a la Alemania derrotada, y el deseo de Reino Unido de volver al equilibrio continental como forma de evitar un nuevo conflicto, se alzó el férreo deseo de Francia de afianzar su propia seguridad y debilitar a Alemania. Los tratados fueron más el resultado de las conciencias de las grandes potencias europeas vencedoras que del respeto a los catorce puntos, hecho que llevaría a EEUU a no firmar el Tratado de Versalles.
3.3 Una paz impuesta por los vencedores: el Tratado de Versalles
Dentro del contexto de la Conferencia de París, Alemania fue forzada a firmar el Tratado de Versalles en junio de 1919. Simbólicamente se firmó en la misma Galería de los Espejos del Palacio de Versalles donde, en 1871, se había proclamado el II Imperio Alemán tras la derrota francesa en la Guerra Franco-Prusiana. Los principales puntos del Tratado de Versalles son los siguientes:
La condena moral de Alemania: se le declara responsable del inicio de la guerra. Como consecuencia de ello tuvo que pagar fuertes reparaciones de guerra, entregar su flota mercante, sus locomotoras y ceder a Francia la explotación de sus minas de carbón del Sarre durante quince años. Además, se acordó mantener provisionalmente el bloqueo económico a Alemania.
Recortes territoriales: Alemania debía retirarse de Bélgica y del territorio ruso que había ocupado durante la guerra, ceder Alsacia y Lorena a Francia, igual que la región de Posnania a Polonia. Prusia oriental quedó separada del resto de Alemania por el corredor de Danzig, que proporcionaba a Polonia colonias alemanas pasaron a estar bajo la tutela de la Sociedad de Naciones, pero en realidad fueron controladas por el Reino Unido y Francia.
Se decretó la desmilitarización de Alemania, para ello tuvo que suprimir el servicio militar obligatorio, reducir su ejército a 100,000 soldados. Para evitar cualquier intento de revancha, los aliados ocuparon la región de Renania durante quince años, transcurridos los cuales dicha zona quedaría desmilitarizada. Asimismo, se prohibió la posible unión entre Austria y Alemania.
Alemania fue excluida de la Sociedad de Naciones y se acordó que en caso de agresión alemana no provocada, Francia recibiría el apoyo militar de EEUU y de Reino Unido.
El Tratado de Versalles fue más un acto de odio y venganza que de paz. Las condiciones impuestas a Alemania fueron tan duras que unos años más tarde se convertirían en una de las causas de la Segunda Guerra Mundial.
3.4 El nuevo mapa de Europa
Los diferentes tratados de paz transformaron en profundidad la Europa central y oriental. Los grandes imperios históricos europeos desaparecieron y en su lugar surgieron nuevos estados más pequeños que originaron importantes reclamaciones y un aumento de la tensión internacional. La Revolución de octubre de 1917 acabó definitivamente con el Imperio Ruso de los Zares. En el Imperio Alemán y en el Imperio Austrohúngaro se proclamaron repúblicas. También desapareció el Imperio Turco, cuyos territorios dieron lugar a nuevos países o pasaron a estar bajo dominio de otras potencias.
Así pues, hacia 1920, Europa estaba formada por un total de 28 estados. La mayoría eran democracias parlamentarias y en casi todos se implantó el sufragio universal.
Las nuevas naciones surgieron acogidas al principio de los catorce puntos de Wilson de la autodeterminación de los pueblos:
De los territorios de Rusia que había perdido en el Tratado de Brest-Litovsk surgieron Finlandia, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, que actuarían como cordón sanitario frente a la Rusia soviética. Ucrania, Georgia y Azerbaiyán tendrán una corta vida al ser reincorporados a Rusia.
Del Imperio Austrohúngaro surgieron Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia. El nuevo estado yugoslavo surgió de la unificación en 1919 de Bosnia-Herzegovina, Serbia, Eslovaquia, Croacia y Montenegro; carecía de unidad cultural, lingüística y religiosa, lo que en adelante le acarrearía serios problemas políticos y étnicos, hasta que desapareció en los años 90 del siglo XX, no sin antes sufrir una cruenta guerra.
A Italia hubo que cederle parte del Tirol, Istria y Trieste, así como parte de Dalmacia. Italia quedó descontenta porque no recibió todos los territorios prometidos en el Tratado de Londres.
Del Imperio Turco surgieron Turquía y Armenia, además de los mandatos franceses sobre Líbano y Siria y los mandatos británicos sobre Irak y Palestina.