Tras la caída de Primo de Rivera se constituyó un gobierno, presidido por el general Berenguer, con el objetivo de volver al sistema de la Restauración. Mientras tanto, republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes se habían aliado firmando, con el apoyo de intelectuales, el Pacto de San Sebastián, con el fin de derrocar la Monarquía. De ese pacto nació el Comité Revolucionario, presidido por Niceto Alcalá Zamora. El general Berenguer dimitió y el rey encargó entonces formar gobierno al almirante Aznar, que convocó elecciones municipales y a Cortes Constituyentes.
Las primeras en convocarse fueron entendidas por gran parte de la población como un sufragio a favor o en contra de una monarquía personificada en Alfonso XIII. Estas elecciones darán la victoria a los republicanos. Dos días después, el 14 de abril se proclamaba la Segunda República española. Este día, el Comité Revolucionario se hizo cargo del poder una vez negociada la salida de Alfonso XIII del país.
La República fue bien recibida, pues se presentaba como el marco ideal que permitiría proceder con las reformas políticas, económicas y sociales que necesitaba España para modernizarse y avanzar socialmente. No obstante, a nivel internacional, la situación en la que nacía la República se presentaba difícil.
Políticamente, en Europa las democracias se encontraban en retroceso frente al fascismo y el comunismo. Económicamente, el mundo atravesaba una crisis económica tras la Gran Depresión de 1929. Sin embargo, la incidencia de esta en España fue leve, debido al aislamiento con respecto a los mercados internacionales. Por un lado hay que destacar: el paro agrícola; débil industrialización del país; desigual reparto de la tierra; descapitalización industrial y agrícola; escasa competitividad internacional; y déficit en la balanza comercial. Algunas medidas adoptadas por la República, como el aumento de los salarios y la reducción de la jornada laboral a ocho horas, provocaron un descenso en las inversiones empresariales.
Tras la proclamación de la República, se formó un Gobierno Provisional, presidido por Alcalá Zamora que estaba compuesto por una gran variedad de grupos políticos cuyo objetivo era acabar con la Monarquía: republicanos conservadores, radicales, radicales socialistas, republicanos de izquierda, socialistas y nacionalistas catalanes. El gobierno se dedicó desde los primeros días a un programa de reformas de enseñanza, militares y laborales. No tuvieron representación en el gobierno los comunistas, la Lliga Catalana ni el PNV. A la república se opusieron todos los partidos monárquicos y de derechas como la CEDA, Renovación Española, los carlistas y Falange Española de la JONS. Los anarquistas también se posicionaron en contra.
En las elecciones a Cortes Constituyentes. Los partidos de izquierda más votados fueron el PSOE y Acción Republicana. Las Cortes Constituyentes elaboraron La Constitución de 1931. Se establece la separación de poderes: el legislativo recae en unas Cortes unicamerales elegidas por sufragio universal (por primera vez con voto de la mujer); el ejecutivo, queda en manos del Consejo de ministros y el presidente de la República; y el poder judicial en jueces independientes. El Estado se declaraba laico, separándose Estado e Iglesia. Se reconoce tanto el matrimonio civil como el divorcio.
Se inicia el bienio republicano-socialista o reformista (1931-1933), que emprendió un programa de profundas reformas para solucionar los graves problemas. La mala coyuntura económica internacional tras el Crack de 1929 y el afán de no aumentar la deuda del Estado hicieron fracasar parte de estas reformas por falta de medios.
En primer lugar, se llevó a cabo una reforma militar. Azaña trató de someter al ejército a la autoridad civil y aumentar su eficiencia reduciendo el número de oficiales. Se encargó del orden público a la Guardia de Asalto, afín a la República. También se ejecutó una reforma religiosa, que eliminaba la subvención al clero, prohibía a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza (La escuela primaria era obligatoria, gratuita, laica y mixta), reconocía el matrimonio civil y el divorcio y disolvía la Compañía de Jesús. En cuanto a la organización territorial, se llevó a cabo una reforma regional, que concedió a Cataluña el Estatuto de Autonomía.
Por último, se aprobó la Ley de Bases para la Reforma Agraria, con la oposición de la derecha. Las tierras serían entregadas a los campesinos, se creó el Instituto de Reforma Agraria para llevarlo a cabo. Los campesinos, decepcionados con la República, se inclinaron hacia el anarquismo revolucionario (sucesos Casas Viejas). Por otro lado los terratenientes se mostraron claramente hostiles con un intento fallido de golpe de estado en Sevilla, protagonizado por el general Sanjurjo.
Esta crisis provocó la dimisión del gobierno de Azaña. Se convocaron elecciones para noviembre de 1933 que dieron el triunfo a las derechas; la CEDA fue el partido más votado y gobernó en coalición con el Partido Radical de Lerroux, que fue nombrado jefe de Gobierno. Se inicia así el bienio radical-cedista, que realizó una política contrarreformista y reaccionaria.
El freno a las reformas provocó un aumento de la agitación social, incrementada cuando tres ministros de la CEDA entraron en el gobierno. Los socialistas convocaron una huelga general para el 5 de octubre que fracasó en toda España, excepto en Asturias y en Cataluña.
Esto provocó un incremento de la impopularidad del Gobierno, a lo que se sumó el desprestigio de los radicales por el escándalo del Estraperlo. Alcalá Zamora eligió como presidente del Gobierno a un centrista (Portela Valladares) que disolvió el Parlamento y convocó elecciones en febrero de 1936.
Izquierdas y derechas concurrieron agrupados en grandes bloques. Triunfó el Frente Popular, una alianza electoral de todos los partidos de izquierda, desde los republicanos hasta los comunistas, a la que los anarquistas dieron su apoyo. Su objetivo era eliminar a la derecha del poder y recuperar las líneas de actuación del bienio azañista. Las derechas se agruparon en el Bloque Nacional (CEDA, monárquicos y tradicionalistas).
El nuevo gobierno, presidido por Azaña decretó la amnistía para los presos políticos, el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña y reanudó las reformas progresistas, como la agraria. Los sindicatos protagonizaron huelgas y conflictos en el campo, ocupando fincas. En mayo de 1936 Alcalá Zamora fue sustituido por Azaña como presidente de la república; Casares Quiroga fue nombrado presidente del gobierno. La vida política se radicalizó y se produjeron conflictos callejeros protagonizados por las milicias fascistas de Falange Española de las JONS y grupos obreros de la izquierda radical. Calvo Sotelo fue asesinado en un ajuste de cuentas por la muerte de un teniente de la guardia de Asalto y, en Melilla, el 17 de julio de 1936, hubo un alzamiento militar que dio origen a la Guerra Civil.