La Década Moderada (1844-1845)
El sistema de partido en el reinado de Isabel II se caracterizaba por agrupaciones de personas influyentes y poderosas cuya práctica electoral estaba sometida a la corrupción, el arreglo, la prensa política y la oratoria parlamentaria. A estas características se añadió el peso de los líderes y el uso de elementos simbólicos de raíz histórica como banderas y escarapelas tricolor. La escasa participación en las elecciones hacía del pueblo mero espectador de la vida política, imponiendo un modelo de elección directa con tan solo un 0.1% y el 25% de votantes españoles. Los cinco grandes partidos durante el reinado de Isabel II fueron el demócrata, el progresista, la Unión Liberal, el moderado y el Carlista.
La Mayoría de Edad de Isabel II
Se desarrolla cuando se pretendía desmantelar la influencia de Espartero en la sociedad y la administración. Ante el posible regreso de María Cristina, tanto López como el general Prim propusieron el adelanto de la mayoría de edad de Isabel II, que con el visto bueno del moderado Narváez se llevó a cabo. Comenzaba así el reinado de Isabel II con tan solo 13 años, donde se nombró jefe de gobierno a Olózaga, pero al ser acusado de forzar a la reina para que firmara la disolución de las Cortes, su carrera política terminó y huyó a Portugal. Después, Narváez nombró presidente a González Bravo, quien creó la Guardia Civil como un instrumento de control social. Con el regreso de María Cristina, acabó el gobierno de González Bravo y Narváez tomó las riendas del gobierno.
Los Gobiernos de Narváez y el Conflicto con los Puritanos
Con este gobierno del general Narváez se iniciaba un período conocido como ‘Década Moderada’. La labor de Narváez se centró en un Estado centralizado y uniforme que se concretó en normas como una nueva Constitución (1845) basada en el Liberalismo conservador, la suspensión de la venta de bienes desamortizados, la devolución de los bienes a sus propietarios, un plan de estudios que estableció tres niveles educativos, leyes de administración local y provincial que modificaron el funcionamiento de Ayuntamientos y diputaciones provinciales, una nueva ley de Hacienda que intentó arreglar la deuda mediante la reducción de intereses y la creación de la Comisión Nacional de Codificación. Todos estos cambios dieron lugar a una administración más compleja con un mayor número de funcionarios. Narváez tuvo que enfrentarse a tres tendencias: una centrada, otra más conservadora y una última llamada puritana, liderada por Joaquín Francisco Pacheco. El general Narváez volvió a dirigir el gobierno, reorganizándolo con la creación de gobernadores civiles y perfeccionando el sistema de corrupción electoral. Hubo un pronunciamiento en Madrid que Narváez reprimió, considerándose así un dictador. La Segunda Guerra Carlista se había iniciado por la oposición al posible matrimonio entre Isabel II y Don Carlos Luis, hijo de Carlos María Isidro que nunca se hizo realidad.
Bravo Murillo y el Moderantismo Tecnocrático
Juan Bravo Murillo presidió el gobierno y fue ministro de Hacienda. Su objetivo se centró en sanear la deuda pública, elaboró un código civil y firmó un concordato con la Santa Sede que estableció las relaciones entre la Iglesia de Roma y el Estado Español, reconociendo la religión católica como única de la nación española. También hubo un intento de reforma constitucional, pero esta fracasó, lo que hizo que Bravo Murillo presentara la dimisión, desgastando así a los moderados y reforzando a los progresistas, lo que dio paso al Bienio Progresista.
El Bienio Progresista (1854-1856)
La Revolución de 1854
Con el pretexto de la inestabilidad política y las continuas disputas entre los moderados, los generales Dulce y O’Donnell se pusieron al mando, conocido como la Vicalvarada. Se formó una Junta de Salvación presidida por Evaristo San Miguel, donde aparecieron por primera vez ideas democráticas y republicanas.
La Labor de Gobierno del Bienio Progresista
Estuvo dirigida por Espartero, líder de los progresistas puros, y O’Donnell de la Unión Liberal formada por moderados y progresistas eclécticos. Adoptaron decisiones significativas como el ascenso de los militares, la libertad de prensa, la tolerancia religiosa y el exilio de María Cristina. También tuvieron que hacer frente a un nuevo levantamiento carlista y realizaron un gran proceso desamortizador que la reina firmó a regañadientes, dejando sin tierras a muchos campesinos. Esto provocó levantamientos carlistas y la Santa Sede rompió las relaciones con España. La otra cuestión fue la deuda pública que causó el descontento de funcionarios y militares al no poder pagarles, sumado al descontento de las clases populares por el elevado costo de la vida. Todos estos problemas forzaron la dimisión de Espartero y la reina llamó a O’Donnell para formar gobierno.
La Constitución de 1856 y la Crisis del Bienio
La constitución de 1856 es conocida como ‘non nata’ (no nacida) porque no entró en vigor. La política se amplió en estas fechas, la Unión Liberal consolidó el acceso a la presidencia de O’Donnell, cuyo perfil político era de centro entre progresistas y moderados. El malestar provocado por los impuestos y las quintas dio lugar a la intervención de O’Donnell, comenzando así una etapa moderada con predominio de la Unión Liberal de O’Donnell.