La Guerra Civil y el Ascenso del Franquismo
Tras la sublevación militar de los generales Mola y Franco en 1936, España se vio envuelta en una cruenta Guerra Civil que duró tres años. El conflicto, marcado por profundas diferencias políticas e ideológicas, concluyó con la victoria del bando franquista y la instauración de una dictadura liderada por el general Francisco Franco, conocido como «El Caudillo».
El Estado Totalitario Franquista
El régimen franquista se caracterizó por su naturaleza totalitaria, con la concentración del poder en la figura de Franco y la supresión de las garantías individuales. El Estado se organizó en torno a los pilares del trabajo, la familia, la cooperación y el municipio, promoviendo una ideología nacionalista y católica. Se impuso una política de «centralismo imperial» que buscaba la castellanización del territorio, persiguiendo y marginando las lenguas regionales como el catalán, el vasco y el gallego.
El régimen contó con el apoyo de diversos sectores de la sociedad, incluyendo empresarios, comerciantes, financieros y propietarios medios que anhelaban el retorno del «orden». La vida social fue militarizada y controlada, forzando a los opositores al régimen al exilio para evitar la cárcel o la ejecución.
Represión y Control Social
La dictadura franquista se caracterizó por una fuerte represión hacia los vencidos de la Guerra Civil. Se promulgaron leyes como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería (1940) para perseguir y castigar a aquellos que habían colaborado con la República. El ejército y la policía desempeñaron un papel crucial en el control social y la represión de la disidencia.
La represión se tradujo en un aumento de la población reclusa, sometida a trabajos forzados en proyectos como el Valle de los Caídos. El objetivo era difundir el terror entre la población y silenciar cualquier intento de oposición al régimen.
España en el Contexto Internacional
Durante la Segunda Guerra Mundial, España se declaró inicialmente neutral debido a su débil situación económica y militar. Sin embargo, la victoria alemana sobre Francia llevó a Franco a adoptar una postura de «no beligerancia», colaborando con las potencias del Eje mediante el envío de material estratégico y aprovisionamientos.
Con el declive de las potencias fascistas, España regresó a la neutralidad. Tras la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista se encontró aislado internacionalmente como el único régimen fascista en Europa. Franco modificó su estrategia, presentándose como un baluarte anticomunista, conservador y católico frente a la amenaza soviética.
Transformación y Apertura
A partir de 1947, con el inicio de la Guerra Fría, España comenzó a ser aceptada gradualmente en la comunidad internacional. Franco promulgó la Ley de Sucesión, que le permitía designar a su sucesor, y llevó a cabo una remodelación del gobierno, dando paso a una etapa marcada por el nacionalcatolicismo.
En la década de 1950, España firmó acuerdos con Estados Unidos y la Santa Sede, obteniendo a cambio ayuda económica, técnica y material bélico. A pesar de los avances, los problemas internos persistieron, con protestas obreras y movimientos de disidencia en la Universidad.
En 1957, Franco realizó una nueva remodelación del gobierno, apartando a los falangistas y dando mayor protagonismo a los sectores católicos y a los tecnócratas del Opus Dei, quienes ocuparon puestos clave en la dirección económica del país.
Estos cambios propiciaron una apertura del régimen y un notable desarrollo económico en la década de 1960, impulsado por la industrialización y el turismo. Sin embargo, las demandas de democracia y los cambios políticos significativos tuvieron que esperar hasta la década de 1970, tras la muerte de Franco, que marcó el inicio de la Transición española hacia un sistema democrático.