1. Conquista Musulmana: Causas de la Expansión y de la Rápida Conquista
La conquista de la Península Ibérica por los musulmanes se enmarca en un contexto de expansión del mundo islámico y crisis del reino visigodo. Los musulmanes entraron en Hispania en el año 711, llamados por un sector de la nobleza visigoda que no aceptaba al rey Rodrigo. El ejército musulmán, liderado por Tariq y compuesto por soldados bereberes recién convertidos al Islam (solo los oficiales eran árabes), venció fácilmente a Rodrigo en la Batalla de Guadalete (711), lo que les animó a conquistar la Península.
Con menos de 30.000 soldados, los musulmanes ocuparon la Península en apenas cinco años (711-716). Solo quedaron fuera de su dominio algunos núcleos de la cordillera cantábrica y del pirineo central. La rapidez de la conquista se explica por:
- El estado de desintegración del reino visigodo, inmerso en guerras civiles.
- La escasa resistencia de la población. Los nobles prefirieron pactar con los conquistadores para conservar sus territorios, mientras que los campesinos estaban cansados de la inestabilidad y de los altos impuestos visigodos.
- La tolerancia religiosa. Los musulmanes permitieron el mantenimiento de las costumbres hispano-visigodas y del culto cristiano (mozárabes), aunque las conversiones fueron masivas (muladíes), ya que los cristianos pagaban más impuestos.
2. La Evolución Política
2.1. El Waliato o emirato dependiente (716-756)
Tras la conquista, Hispania se convirtió en una provincia del imperio Omeya denominada Al-Ándalus, con capital en Córdoba. Este período fue de inestabilidad debido a las rebeliones bereberes.
2.2. Emirato independiente (756-929)
En el año 756, un golpe de estado en Damasco derrocó a los omeyas, ascendiendo al califato la dinastía de los abásidas. Sin embargo, en Al-Ándalus se hizo con el poder el príncipe omeya Abderramán, que convirtió la Península en un emirato independiente. Fue una etapa inestable marcada por las revueltas nobiliarias, el conflicto con los mozárabes y la presión creciente de los cristianos en las fronteras del norte.
2.3. Califato (929-1031)
En el año 929, Abd al-Rahmán III, tras controlar las rebeliones internas y frenar la expansión cristiana, se proclamó califa, independizándose de Bagdad también en el terreno religioso. Durante su reinado, Al-Ándalus alcanzó su plenitud: prosperidad económica y estabilidad socio-política. Esta situación se prolongó con su hijo Al-Hakam II (961-976), que convirtió Córdoba en el principal centro cultural de occidente.
El sucesor de Al-Hakam II, Hixam II, estuvo dominado por su visir Al-Mansur (Almanzor), que estableció en Al-Ándalus una dictadura militar. Almanzor saqueó los reinos cristianos, consiguiendo grandes botines y una enorme popularidad. A su muerte (1002) se abrió un proceso de decadencia que puso fin al califato (1031).
2.4. Los reinos de taifas (1031-1086)
Tras la muerte de Almanzor en el 1002, se sucedieron golpes palaciegos y las rebeliones de la nobleza árabe. Poco a poco se independizaron territorios y en 1031 una asamblea de notables declaró extinguido el califato. Al-Ándalus quedó dividido en 27 estados independientes, los reinos de taifas (entre los que destacan los de Toledo, Zaragoza, Valencia y Sevilla).
Estos reinos alcanzaron prosperidad económica y cultural. Para garantizar su seguridad, pagaban tributos a los cristianos, las parias. Sin embargo, la política de parias no frenó la expansión cristiana, y Alfonso VI, rey de Castilla, conquistó Toledo en 1085.
2.5. Los imperios norteafricanos: almorávides y almohades
Almorávides (1086-1145)
Alarmados por el peligro, los reyes taifas llamaron en su auxilio a los Almorávides, grupo bereber del norte de Marruecos que había fundado un imperio caracterizado por su integrismo religioso y su afán expansionista. El ejército almorávide frenó el avance cristiano (Batalla de Sagrajas/Zalaca, 1086) y se hizo con el control de los reinos de Taifas que quedaban, integrándolos en el imperio almorávide.
Almohades (1145-1238)
En 1145, los almohades, un grupo guerrero todavía más integrista, destronó a los almorávides en Marruecos y la nobleza andalusí aprovechó el vacío de poder para proclamar las Segundas taifas. Pero la nueva división territorial de Al-Ándalus facilitó la expansión de los reinos cristianos hasta que los andalusíes pidieron ayuda a los almohades, que volvieron a frenar el avance cristiano hasta que en 1212 una alianza militar entre los reyes cristianos consiguió derrotarles en la Batalla de Las Navas de Tolosa.