El Retorno de los Borbones y el Sistema Canovista
El golpe de estado de Martínez Campos, aunque alteraba los planes iniciales del Partido Alfonsino, fue rápidamente aceptado por la mayoría de las guarniciones militares. Alfonso XII fue proclamado Rey y, tras su regreso a España, designó al líder del partido Alfonsino, Antonio Cánovas del Castillo, como jefe de gobierno.
El retorno de los Borbones al trono fue un proceso preparado por Cánovas del Castillo a lo largo del Sexenio Democrático. Cánovas, un político monárquico conservador, consideraba que el Sexenio demostraba que España no estaba preparada para un régimen democrático. Consciente de la impopularidad de Isabel II, trató de establecer una nueva fórmula monárquica: la Restauración. Esta sintetizaría las propuestas progresistas del Sexenio con las moderadas de la etapa anterior, aportando estabilidad y pacificación política a España. Cánovas llamó a esto la “Constitución interna” del país, basada en principios como la libertad limitada, la propiedad burguesa, la soberanía compartida y la Monarquía Borbón. Su programa político se completaba con el posibilismo, para evitar los pronunciamientos militares, y la adopción del modelo inglés, caracterizado por la alternancia en el gobierno de dos fuerzas políticas: conservadores y liberales.
Cánovas consiguió la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso en 1870 y fundó el partido Alfonsino, apoyado por la burguesía industrial, el Ejército y el clero. Las dificultades del Sexenio y el obstruccionismo de este colectivo conservador explican el éxito de Cánovas.
La Constitución de 1876 y el Bipartidismo
Las elecciones de 1875 dieron una amplia mayoría conservadora en las Cortes, lo que llevó a la aprobación de la Constitución de 1876. Sus 89 artículos sintetizan el doctrinarismo de la constitución de 1845 y las libertades de la de 1869, reflejando ideas como la soberanía nacional compartida, la religión católica oficial y los derechos políticos individuales, aunque con prioridad al orden público. Establecía un sistema bicameral con un Congreso y un Senado vitalicio.
Alfonso XII cedió el protagonismo político a Cánovas y a Sagasta, líderes del Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal-Fusionista, respectivamente. Sagasta, un progresista que había participado en el Sexenio, fue elegido por Cánovas para representar la alternancia política del sistema.
Consolidación y Desafíos del Régimen
La consolidación de la Restauración exigía el fin de los conflictos armados. El gobierno de Cánovas se enfocó en finalizar la Tercera Guerra Carlista y la insurrección cubana. La victoria en la guerra carlista se logró en 1876, con la intervención del general Martínez Campos y el exilio del pretendiente carlista, Carlos VII. Esto llevó a la reforma del régimen foral vasco-navarro, con la suspensión de los fueros y la imposición del servicio militar obligatorio.
La Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-78) finalizó con la Paz de Zanjón, que concedía amnistía a los sublevados, prometía la abolición de la esclavitud y otorgaba autonomía a la isla.
La estabilidad del régimen canovista se puso a prueba tras la muerte de Alfonso XII en 1885. El Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta proporcionó apoyo a la Regencia de María Cristina de Habsburgo, viuda del rey y embarazada del futuro Alfonso XIII. Cánovas cedió el gobierno al partido Liberal, que en el Gobierno largo de Sagasta (1885-1890) aprobó leyes progresistas.