El Sexenio Revolucionario en España (1868-1874): De la Constitución de 1869 a la Primera República

El Sexenio Revolucionario: La Constitución de 1869. Gobierno Provisional, Reinado de Amadeo de Saboya y Primera República

La revolución de 1868 se produce por diferentes causas. Políticamente, destaca el nacimiento del partido demócrata en 1849, que tenía aspiraciones más revolucionarias que los progresistas, junto a estos, firmaría en 1866 el pacto de Ostende. Económicamente se dan tres crisis: financiera, de subsistencia e industrial. Y socialmente, la aparición del proletariado rural y urbano, que llevó a movimientos sociales.
La revolución comienza cuando el general Topete se sublevó en Cádiz, apoyado por Prim y por Serrano, que habían firmado el manifiesto «España con honra». Las tropas leales a la reina fueron derrotadas en Alcolea, la reina se exilió en Francia y se crearon unas juntas revolucionarias. A continuación, los firmantes del pacto formaron un gobierno provisional y entonces se disuelven las juntas. Este gobierno lo preside el general Serrano, y el General Prim será ministro de guerra. Los demócratas van fuera del gobierno pero les compensa dándoles ayuntamientos y diputaciones. El gobierno provisional sí va a atender algunas de las peticiones populares, como la supresión de impuestos de consumo, decreto de la libertad de enseñanza y se reforma la segunda enseñanza, y se aprueba la libertad de imprenta. Se convocan unas elecciones municipales en diciembre del 68, y en 1869, otras para Cortes constituyentes, ambas por medio del sufragio universal masculino.
La Constitución de 1869 es de carácter demócrata, la soberanía es nacional, la forma de Estado es la monarquía, pero el rey tiene competencias limitadas, con una división estricta de los poderes: el legislativo en dos cámaras, el ejecutivo, los ministros, y el judicial, un cuerpo de jueces independientes. En cuanto a la declaración de derechos es muy amplia y destacamos la inviolabilidad del domicilio, libertad de expresión y de enseñanza. También se destaca el derecho de los ciudadanos a voto y de resistencia. El sufragio es universal para los varones mayores de 25, se regula la independencia de ayuntamientos y diputaciones, se reconoce la libertad de cultos, aunque el Estado se compromete a mantener el clero y el culto católico. Por último se regulan las colonias de ultramar.
La Constitución del 69 indicaba que España era monárquica. Tras la aprobación de esta, se formó un nuevo gobierno donde el General Prim es nombrado jefe de gobierno y el general Serrano pasa a ser el regente, hasta que se encuentre un nuevo rey. Habrá cinco candidatos: el duque de Montpensier (cuñado de Isabel II), Hohenzollern, el general Espartero, Amadeo de Saboya, y Alfonso (hijo de Isabel II). Las cortes votaron mayoritariamente al candidato italiano, con 191 votos frente a los 21 de Montpensier, los ocho de Espartero, y los 63 de la República. El 30 de diciembre de 1870 desembarcó en Cartagena Amadeo de Saboya y se encontró con que el general Prim, su mayor apoyo, acababa de morir tras el atentado que sufrió tres días antes.


Prim era el único político que conseguía mantener unida la coalición monárquico-democrática. En enero de 1871 jura la constitución de 1869, dando comienzo al reinado de Amadeo I. Sufrió el menosprecio de militares y aristocratas y tenía en contra a los republicanos y a los carlistas. La inestabilidad social y política fue permanente durante dos años. Hubo tres elecciones y seis gobiernos. Durante estos años se desarrolló el movimiento obrero (Comuna de París), y la primera internacional, en España tuvo más fuerza el anarquismo, trayendo conflictividad social. Un hecho a destacar durante este reinado es el estallido de la tercera guerra carlista (1872-1876), se inicia con levantamientos en Barcelona, Valencia, el Maestrazgo, y las provincias vascas. Carlos VII entra en Madrid pero fracasará. Se llega a crear un Estado alternativo en las provincias vascas y Navarra (legislación, moneda, correos…). En la restauración, en 1876, se termina la guerra y el gobierno terminará con los restos del sistema foral vasco, y abrirá camino al nacionalismo vasco. Con este panorama político y sintiéndose aislado, en febrero de 1873, Amadeo I abdicó y abandonó España. Las cortes proclaman entonces la República. Querida, los problemas del reinado anterior, y además comienza una confrontación entre unitarios y federalistas. Solo va a pervivir 11 meses (de febrero de 1873 a enero de 1874), tendrá cuatro presidentes. Las cortes eligen a Figueras, este mantuvo la Constitución de 1869 y lo único que hizo es quitar el artículo donde se indicaba que la forma de Estado era una monarquía. Pertenecía al grupo de los unitarios, tuvo que enfrentarse a varios conflictos sociales, intentos de golpe de Estado y a las críticas de los federalistas. Se plantea que hay que crear una nueva constitución y convoca elecciones constituyentes para mayo y ganarán los federalistas que nombran presidente de gobierno a Pi y Margall en junio. Este intentó la unión de los republicanos, pero los problemas (las segundas guerras abiertas), hicieron difícil que muchos oficiales del ejército apoyaran la República. Además, se unen conflictos sociales como la huelga general en Alcoy, y surgen los cantonalismos, sistema político que propone la división del Estado en cantones, prácticamente independientes. La rebelión comienza en julio con la proclamación del cantón de Cartagena, rápidamente se extiende por toda la península. Durante el gobierno de Pi y Margall, se presentará el proyecto de la Constitución de 1873, en la que se recoge que España es una República Federal, pero será Non nata ya que no llegó a promulgarse. En julio ante los problemas del cantonalismo que Pi y Margall no supo controlar, hizo que se nombrara ese presidente, que en este caso fue Salmerón. Es más conservador y creará un programa para restablecer el orden social, le dan más poder al ejército y empiezan a ir cayendo cantones, sobre todo andaluces y valencianos, pero en septiembre dimite, cuando le presentan tres penas de muerte que debe firmar. Como él no cree en la pena de muerte, se va y nombran a Castelar. Este, a pesar de ser conservador y centralista, presentará a las Cortes el texto constitucional. Pidió gobernar por decreto durante tres meses para poder terminar con el problema cantonalista. Llamó a los reservistas para que reforzaran el ejército, y así terminar con las dos guerras y con los cantones. Firmó las tres penas de muerte y en enero de 1874 se reúnen las cortes y se encuentran con un voto de confianza que pierde. El ejército, por miedo a que vuelvan los federalistas, envían el capitán general Pavía, que entra en el congreso de los diputados y disuelve las cortes, creándose un gobierno provisional, presidido por el general Serrano. Terminan con el cantón de Cartagena y en diciembre de 1874 el general Martínez Campos, da un golpe de estado y proclama rey a Alfonso XII, dando fin a la primera República.


Isabel II (1843-1868): El Reinado Efectivo, los Grupos Políticos y las Constituciones

Durante el reinado efectivo de Isabel II, surgirán nuevos partidos que se separarán de los liberales de las regencias. Los ultraconservadores seguirán siendo los carlistas. Los liberales moderados se dividen en tres grupos: los autoritarios de Bravo Murillo, los moderados de Narváez, y dentro de los puritanos surgirá la Unión Liberal de O’Donnell (grupo de carácter centrista). Los progresistas también van a dividirse, los de derechas se irán con Espartero, y los demócratas a la Unión Liberal, y los de izquierdas se dividen en progresistas de…
Cuando Espartero en 1843 deja la regencia, las cortes para evitar una nueva deciden adelantar la mayoría de edad de Isabel II, y con 13 años comienza a reinar. Los moderados consiguen el gobierno y estarán 10 años, por eso se conoce como la Década Moderada (1844-1854). En 1844 se crea el cuerpo armado de la Guardia Civil por el Duque de Ahumada, elimina la milicia nacional y la Guardia Civil controla la población rural. En 1845 se reforma la hacienda eliminando tributos y simplificando la recogida de impuestos, acabando con el caótico sistema fiscal del antiguo régimen. También se instaura una nueva administración con funcionarios (cesantías). Otro hecho importante es la promulgación de la Constitución de 1845, se presentó como una reforma de la del 37, pero en realidad elimina todos los aspectos progresistas. Sustituye la soberanía nacional por compartida, y aumenta los poderes del rey. Se restringe más el censo electoral ya que aumenta al doble la cantidad mínima de contribución, estando solo el 1% de la población, que coincide con la oligarquía agraria y financiera. El catolicismo es la religión oficial. En 1851 durante el gobierno de Bravo Murillo, se firma el concordato que establece las relaciones entre el Estado español y el Vaticano. En él se acuerda que la religión católica debe ser la única en España, que la Iglesia controla el sistema educativo español, derecho a adquirir bienes, y que el Estado mantendrá al clero. Los casos de corrupción en los grandes negocios, como la construcción del ferrocarril y el puerto de Barcelona, hizo que el gobierno censurara la prensa y todo esto llevó a una sublevación en 1854 conocida como «La Vicalvarada». En junio de 1854, O’Donnell junto con un grupo de militares, protagonizó un pronunciamiento militar en el pueblo de Vicálvaro, pero no tuvieron éxito. En el mes siguiente pidió ayuda a los progresistas, y Cánovas del Castillo elaboró el Manifiesto de Manzanares con un carácter progresista, reivindicando el trono sin camarilla, una nueva ley de imprenta y electoral, bajar los impuestos de consumos, descentralizar los municipios y recuperar la milicia nacional. Tras el manifiesto se forman juntas revolucionarias por toda España, que consiguen acabar con el gobierno moderado y obligar a la reina a dar el poder a Espartero. Con ello comienza el Bienio Progresista (1854-1856).
En estos dos años se aprobarán muchas leyes, pero vamos a destacar tres. En 1855 se crea la Ley General de Ferrocarriles, que está conectada con la desamortización de Madoz. El objetivo era construir un sistema de transporte barato para potenciar el comercio y la industrialización. Esta ley deja la iniciativa de la construcción y la explotación a compañías privadas, y permite la entrada de capital y material extranjero. Como resultado de ellos, los beneficios económicos se fueron sobre todo a Francia, y no sirvió para mejorar la siderurgia española.


Otra de las leyes importantes fue la Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias en enero de 1856. Contribuyó a que sí llegara un mercado financiero moderno y ayudó a que entraran capitales. Para ello crearon sociedades de crédito y bancos industriales, comerciales, y de emisión por todo el país. La tercera ley fue la Constitución Non nata de 1856. Es de carácter progresista, se reconoce por primera vez la soberanía popular, se aprueba la milicia nacional, es bicameral, se reconoce la libertad de imprenta, hay elección directa de alcaldes y libertad religiosa, pero siguen manteniendo el sufragio censitario. Esta constitución influyó en la de 1869.
Surge el movimiento obrero y la conflictividad social (ataques luditas), y la primera huelga general en Barcelona. Además, según un malestar social provocado por los impuestos de consumos y las quintas, que dio lugar a la intervención de O’Donnell. Este rodea con las tropas el congreso de los diputados y disuelve el parlamento, comenzando la última etapa moderada del reinado de Isabel.
Comenzando la última etapa (1856-1868), se vuelve al moderantismo autoritario de Narváez, se crea la Ley de Instrucción Pública de Moyano, y en 1857 se produce una crisis de subsistencia que produce conflictos sociales fuertemente reprimidos y Narváez dimite, llegando el partido de la Unión Liberal al gobierno, con O’Donnell a la cabeza. Se conoce como el «gobierno largo», del 58 al 63. Se caracteriza por una política exterior activa que pretendía devolver a España el prestigio internacional. Hará expediciones a Marruecos, Cochinchina, México, y la guerra del Pacífico. En 1863, tras una crisis, la reina convoca elecciones y tanto los progresistas como los unionistas, renuncian a participar. Las ganan los moderados, pero se suceden gobiernos inestables. En 1866 se desarrolla una crisis económica debido a la quiebra de gran parte de las compañías ferroviarias, y también agraria. Esta situación lleva a una crisis política, donde progresistas y demócratas firman el pacto de Ostende y deciden derrocar a la reina y establecer un nuevo sistema político. Tras la muerte de O’Donnell el general Serrano apoyó también este pacto. El 18 de septiembre de 1868 el almirante Topete se sublevó en Cádiz, dando lugar a la revolución de «La Gloriosa», y tras la difusión del manifiesto «España con honra», vencen e Isabel II abdica, llegando una nueva etapa histórica, el Sexenio Revolucionario.


Isabel II (1833-1843): Las Regencias, las Guerras Carlistas, los Grupos Políticos, el Estatuto Real de Bayona, la Constitución de 1837

Tras el reinado de Fernando VII estalla en España la primera guerra carlista debido al problema dinástico que surge en 1833, Carlos María Isidro publica el manifiesto de Abrantes donde se proclama rey y no reconoce a su sobrina Isabel como reina. Surgen dos bandos, el carlista que apoya el absolutismo, y el isabelino defendido por los liberales. El carlismo pretende restaurar el poder político de la Iglesia, un catolicismo excluyente, idealista, el mundo rural y rechaza la sociedad urbana industrial, defiende los fueros (instituciones históricas vascas, Navarra y catalanas). Por ello le apoya el clero y los campesinos de Vascongadas, Navarra, Aragón y Cataluña.
La primera guerra carlista tiene lugar entre 1833 y 1840, fue la más violenta (más de 200.000 muertos). Cuando Carlos María Isidro publica su manifiesto, se producen levantamientos en la península, que fueron sofocados menos en Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña y Levante. Las potencias absolutistas europeas y el papa apoyan a los carlistas, mientras que Inglaterra, Francia y Portugal, que firman el tratado de la Cuádruple Alianza en 1834, apoyan a Isabel II. El conflicto se desarrolla en 5 etapas. La primera termina en 1835 cuando el general carlista Zumalacárregui muere en el asedio de Bilbao. Entre 1835 y 1837, sucede la segunda fase que se caracteriza por las expediciones carlistas a Madrid, lideradas por Cabrera. En la tercera etapa hay un giro, donde el ejército liberal empieza a imponerse a los carlistas y estos se dividen en dos, por un lado los más conservadores, y por el otro los menos radicales, que quieren negociar la paz. Esta llega en la cuarta etapa, cuando el general carlista Maroto firmó en 1839 el Convenio de Vergara junto con Espartero, en él se reconoce que la guerra la ha ganado Isabel,


pero se mantienen los fueros vascos y se compromete a no expulsar del ejército a los militares carlistas. Cabrera no lo acepta, continúa luchando durante la quinta etapa que durará hasta 1840 cuando sea derrotado en Morella. También hay que destacar la segunda guerra carlista (1846-1849). Carlos VI pretendía casarse con Isabel II, el gobierno liberal se niega por ello se declara la guerra, en este caso, sólo será fuerte en el campo catalán y, fue menos violenta y menos importante. Las consecuencias de las guerras carlistas fueron la aparición de los «espadones», que son militares que adquieren un protagonismo político y se ponen al frente de los partidos políticos, poniendo de moda los pronunciamientos militares para alcanzar el poder. Otra consecuencia fue que los enormes gastos de guerra llevaron a que se produjeran desamortizaciones.
Los partidos políticos que habían surgido durante el reinado de Fernando VII, se van a mantener durante las regencias, aunque algunos cambian de nombre. Los ultras realistas pasan a ser los carlistas. Los liberales moderados se mantienen y ahora los lidera Martínez de la Rosa, los liberales exaltados se llamarán progresistas con Mendizábal a la cabeza.
En 1833, la regente María Cristina de Borbón, nombró un gabinete liberal moderado, en este mismo año, Javier de Burgos, crea la división provincial que llega casi hasta nuestros días. En enero de 1834, la reina gobernadora llama a Martínez de la Rosa a formar gobierno y éste creará el Estatuto Real (carta otorgada donde no se renuncia a la soberanía de la corona). Aparecen dos cámaras, el estamento de próceres (elegidos por la corona), y el de procuradores (elegibles). Ambas cámaras con función consultiva. En 1835, una epidemia de cólera, la guerra carlista, y la matanza de frailes en Madrid llevaron a un cambio de gobierno, entrando los progresistas hasta 1837.
La reina nombra presidente al conde de Toreno, en este periodo, destaca la desamortización de Mendizábal. En 1836, un grupo de sargentos retienen a la regente en Aranjuez, y la obligan a jurar la constitución de 1812, se reconoce como la «Sargentada». También se aprobará que los ayuntamientos sean elegidos por sufragio universal masculino y se elaborará la Constitución de 1837, de carácter progresista, pero consensuada con los moderados. La soberanía nacional, pero en realidad es como si fuera compartida, ya que la reina tiene derecho de veto definitivo, y además convocar y disolver cortes. Estas son bicamerales (Congreso de los Diputados y Senado). Se aprueba la separación de poderes y una cartera amplia de derechos individuales. En cuanto a la ley electoral, será censitaria, solo tienen derecho a votar aquellos contribuyentes que marque la Constitución, no siendo más de un 4% de la población.
En octubre de 1837 se celebran unas elecciones y gana el general Narváez. Preside un nuevo gobierno moderado que intentará en 1840 cambiar la ley de ayuntamientos para que los alcaldes fueran elegidos por la reina, lo aprueba María Cristina, y esto hace que se levante el general Espartero y obliga a que María Cristina se vaya y le nombran a él regente.
Entre 1840 y 1843 tiene lugar la regencia de Espartero. Éste gobernó de forma dictatorial y en 1842 firmó con Inglaterra un tratado comercial donde rebaja los impuestos de los productos textiles ingleses, que perjudicaron a la industria textil catalana. Este hecho provoca motines en Barcelona, y el general Espartero bombardeará la ciudad. Esta actitud lleva a un nuevo pronunciamiento encabezado por el general Narváez, que terminará con la regencia de Espartero y comenzará el reinado efectivo de Isabel II.
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