Introducción
A lo largo del siglo XIX, el modelo de desarrollo económico surgido de la Revolución Industrial en Inglaterra se extendió por Europa. España, a pesar de sus esfuerzos, no se incorporó a ese proceso de modernización. La falta de inversiones y mejoras técnicas caracterizó al campo español. La escasez de capitales favorecía el inmovilismo de la agricultura, donde la propiedad de la tierra estaba en manos de la Iglesia y la nobleza. Estos latifundios no podían ser divididos por herencia ni ser donados o vendidos (propiedad vinculada). Su escasa explotación impedía obtener el mejor rendimiento (manos muertas). La desamortización consistía en la conversión de la propiedad vinculada de la tierra en propiedad privada, particular y enajenable.
Antecedentes
Los ilustrados españoles (Jovellanos, Floridablanca, Campomanes) consideraron que la vinculación de la tierra constituía un obstáculo al crecimiento económico. El gobierno de Carlos IV, agobiado por los gastos ocasionados por las guerras, decidió impulsar en 1798 la primera desamortización de los bienes de la Iglesia y los jesuitas para hacer frente a las necesidades de la Hacienda Real (hospicios, Colegios Mayores, cofradías, etc.). Un segundo proceso desamortizador se llevará a cabo durante el reinado de José I Bonaparte a expensas de los bienes del clero y los liberales que se resistieron a la dominación francesa. Las Cortes de Cádiz también emprendieron una desamortización eclesiástica y civil: (Inquisición, afrancesados, órdenes militares…). En todos los casos la desamortización fue concebida como una medida fiscal, no como una reforma agraria y mucho menos social.
Desamortización de Mendizábal
Durante la regencia de María Cristina, Mendizábal realizó la primera obra desamortizadora entre 1836-1837. Esta se centró en los bienes del clero regular y del clero secular y tenía como objetivos: solucionar de los apuros de la Hacienda y el problema de la Deuda, llevar a cabo una reforma agraria en beneficio de la masa campesina, reformar la Iglesia y ampliar de la base social del nuevo régimen liberal. Esta desamortización se realizó fundamentalmente mediante dos decretos: el de 8 de marzo de 1836 y el de 29 de julio de 1837. Mendizábal dispuso que se admitieran dos tipos de compradores, los que pagarían en efectivo (en un plazo de 16 años) y los que lo harían con títulos de deuda (con un plazo menor). Esta desamortización tuvo como consecuencias la oposición de la Iglesia, el campesinado, los sectores liberales y los ilustrados, se consiguieron ingresos para sufragar los gastos de la Primera Guerra Carlista, el campesinado empeoró su situación y se aumentó la Deuda Pública.
Desamortización de Espartero
Durante la regencia de Espartero (1840- 1843) se completa el proceso desamortizador iniciado por Mendizábal que tenía como principales objetivos: solucionar de los apuros de la Hacienda y el problema de la deuda pública, reforma agraria en beneficio de los campesinos, reforma de la iglesia y ampliación de la base social del nuevo régimen liberal. En Septiembre de 1841 una nueva ley desamortizadora afectó a tierras e inmuebles urbanos de la Iglesia. Como consecuencia se produjo un desarrollo urbano y se aprobó una ley que cubría las necesidades de la iglesia gracias a la contribución estatal de culto y clero.
La Desamortización Civil. Madoz, 1855
Mediante la ley General de Desamortización de 1855 se pretendía concluir la venta de los bienes de la iglesia y expropiar los bienes de propios y baldíos de los ayuntamientos. Su venta se destinaría a amortizar la deuda del Estado, nivelar el presupuesto y a financiar obras públicas (Ley general del ferrocarril, 1855). Esta desamortización provocó la oposición de los moderados y empeoró la situación del campesinado y los ayuntamientos, pero fue la que mayor alcance tuvo.
Conclusión
En conjunto, el proceso de desamortizaciones no sirvió para que las tierras se repartieran entre los menos favorecidos, porque no se intentó hacer ninguna reforma agraria, sino conseguir dinero para los planes del Estado, aunque a medio y largo plazo sí contribuyó a la reforma de la iglesia y al aumento de los ingresos públicos.
Por otra parte, la desamortización de propiedades municipales trajo consigo crisis en los ayuntamientos y el empeoramiento de las condiciones de vida del campesinado, jornaleros sometidos a duras condiciones de vida. La desamortización de fincas urbanas contribuyó a impulsar la urbanización de las ciudades pero por otro lado, provocaron la pérdida de una gran parte del patrimonio artístico y cultural español.