Los años treinta: una época de agitación política
Los años treinta fueron una época de gran agitación política en todo el mundo, debido a la profunda crisis económica iniciada en 1929. Esta crisis tuvo graves consecuencias sociales, como el aumento del paro y el empobrecimiento generalizado. Como resultado, surgieron ideologías radicales y antidemocráticas, como el fascismo y el comunismo. Estas tensiones políticas culminaron en la Segunda Guerra Mundial.
La II República en España
En España, la década de los treinta se corresponde con una nueva etapa política: la II República, nacida en 1931 tras la caída de la monarquía de Alfonso XIII. A pesar del carácter democrático del nuevo régimen, la inestabilidad social y económica generó unas tensiones políticas crecientes que culminaron en la Guerra Civil (1936-39), el hecho más traumático del siglo XX español. La victoria del “bando nacional” o “franquista” trajo consigo una dictadura conservadora que se extendió hasta la muerte del general Franco.
Etapas de la II República
La II República consta de cuatro etapas políticas:
- 1ª Gobierno provisional (de abril a junio de 1931)
- 2ª Bienio reformador (junio de 1931-noviembre de 1933)
- 3ª Gobierno del centro-derecha (noviembre de 1933 a febrero de 1936)
- 4ª Gobierno del Frente Popular (de febrero a julio de 1936)
En este tema, nos centraremos en las dos últimas etapas.
3ª ETAPA: EL GOBIERNO DE CENTRO-DERECHA (NOVIEMBRE 1933-FEBRERO 1936)
Tras dos años y medio de gobierno de centro-izquierda, que había puesto en marcha un amplio programa de reformas, las contradicciones en el seno de la coalición gubernamental y especialmente en el Partido Socialista (dividido entre un sector claramente revolucionario y otro reformista) obligaron al presidente de la República Alcalá Zamora a disolver las Cortes y convocar elecciones generales. Éstas se celebraron en noviembre de 1933 y fueron ganadas por las fuerzas de derecha y de centro, que habían formado una alianza electoral. El fracaso de la izquierda se debió a un cúmulo de factores: el voto femenino (que se inclinó mayoritariamente hacia la derecha debido a la mayor influencia del clero sobre las mujeres), la abstención electoral de los anarquistas (que estaban desengañados con el anterior gobierno de centro-izquierda), los desórdenes públicos y la desunión de la izquierda (cuyos partidos se presentaron por separado).
El presidente de la República (Alcalá Zamora), para evitar una posible reacción violenta de la izquierda si llamaba a gobernar al líder de la CEDA (José María Gil Robles), que era el partido que había obtenido el mayor número de votos y escaños, encargó la formación de gobierno a un político centrista, el líder del Partido Radical Alejandro Lerroux, quien estaría apoyado desde fuera del gobierno por la CEDA y otros grupos de derechas. Es importante destacar que el Partido Radical, a pesar de su nombre, había ido evolucionando en los años precedentes hacia posiciones cada vez más conservadoras.
La principal labor del nuevo Gobierno será anular o paralizar las reformas emprendidas durante el bienio anterior. Hubo una regresión notable en las leyes laborales y de Reforma Agraria. Se amnistió a los militares implicados en el intento golpista de Sanjurjo. La Iglesia consigue recuperar su influencia, gracias a la revisión o suspensión de las leyes anticlericales. También se resintieron las relaciones entre el Gobierno central y la Generalitat (que seguía gobernada por la izquierda nacionalista), al tiempo que se paralizó la tramitación de nuevos estatutos de autonomía, con la consiguiente protesta del PNV.
Pero el hecho de mayor gravedad sucedido en esta etapa fue la fracasada revolución de octubre de 1934.
La revolución de octubre de 1934
Para entender su estallido hay que tener en cuenta dos hechos previos: la subida al poder del nazismo en Alemania en el año anterior (la izquierda española temía que el líder de la CEDA Gil Robles pudiera convertirse en el Hitler de nuestro país) y el cambio de estrategia del PSOE y la UGT, que a partir de ahora van a apostar decididamente por una línea revolucionaria para la toma del poder. La gran tensión acumulada sólo necesitaba una excusa para estallar, y ésta surgió cuando Gil Robles exigió al presidente Lerroux que incluyera a tres ministros cedistas para seguir apoyando al Gobierno, a lo que éste accedió el 4 de octubre. En respuesta, los socialistas y otras fuerzas izquierdistas declararon una huelga general revolucionaria en toda España, que fue seguida masivamente en Asturias, el País Vasco y Cataluña. Al mismo tiempo, el nuevo presidente de la Generalitat, Lluis Companys, proclamó “el Estado Catalán dentro de la República Federal Española”. El Gobierno declaró el estado de guerra y, tras violentos combates callejeros, el Ejército consiguió dominar la situación en Cataluña. En represalia por lo sucedido, el Gobierno central suspendió indefinidamente el estatuto de autonomía catalán.