El Despotismo Ilustrado en España: El Reinado de Carlos III

El Despotismo Ilustrado en España

El Reinado de Carlos III (1759-1788)

El reinado de Carlos III constituye el ejemplo español de despotismo ilustrado. Como otros monarcas absolutos europeos, se mostró partidario de seguir algunas de las ideas de progreso y racionalización de la Ilustración, siempre que no atentaran contra el poder de la monarquía absoluta.

La España de Carlos III

La España que se encontró Carlos III en el inicio de su reinado continuaba siendo un país básicamente agrario. La agricultura seguía siendo la fuente esencial de riqueza y prácticamente el único medio de vida de casi toda la población. La posesión de la tierra otorgaba rentas y poder, y los grupos que disfrutaban de ella velaban para que permaneciese en sus manos.

La mayor parte de la tierra, propiedad de la Iglesia, de los Ayuntamientos o de los nobles, estaba vinculada, es decir, no se podía comprar ni vender. La institución del mayorazgo era muy importante para mantener esa situación. Cerca del 80% de la tierra cultivable estaba fuera del mercado y la mayoría de la población no podía acceder a la propiedad.

Las Reformas Agrarias de Carlos III

Una de las primeras medidas que impulsó Carlos III en el campo fue la de limitar los privilegios de la Mesta. También realizaron la colonización de nuevas tierras en el interior de España, en especial en Sierra Morena e impulsaron proyectos de reforma agraria.

Sin embargo, las reformas puestas en práctica en el terreno agrario no pudieron resolver la creciente tensión provocada por el aumento de la población superior al de la oferta de alimentos, dada la incapacidad de la agricultura del siglo XVIII para hacer frente a la demanda de alimentos.

Las Causas de la Crisis Agraria

Hay que tener en cuenta, en primer lugar, las desfavorables condiciones climáticas y físicas del campo español: más de las tres cuartas partes de la superficie contaban con un régimen de precipitaciones bajo y, sobre todo, muy irregular. Con las técnicas de entonces las sequías y las elevadas temperaturas del verano limitaban los productos que se podían cultivar e impedían aplicar las nuevas técnicas que se habían impulsado en Europa occidental.

Además, el incremento de la producción mediante el aumento de la superficie cultivada no era posible en gran parte de España pues la mayor parte de la tierra estaba amortizada (no se podía comprar ni vender).

La escasez de tierras obligaba a cultivar las de peor calidad o dedicadas a pastos, provocando en ambos casos el descenso de los rendimientos. En el primer caso, por su nula calidad; en el segundo, por su efecto negativo sobre la ganadería, lo cual, a su vez, redujo la cantidad de estiércol disponible y afectó a la fertilidad de la tierra. La subida de los precios, agravada por las necesidades de la Hacienda, y el aumento de las crisis de subsistencias serían las consecuencias.

La Transformación Productiva en Algunas Zonas

Esta situación fue compatible con la transformación productiva en algunas zonas. Así, en la cornisa cantábrica se difundió el uso del maíz y se generalizó la producción de la papa como consumo. En el litoral valenciano se expandió la producción tanto de vino y aguardiente como de seda, alcanzándose en el regadío buenos rendimientos. También en Cataluña gran parte de litoral avanzó en la especialización agraria y comercial, con la vid como cultivo más extendido.

Pero la especialización agrícola solo era posible en las zonas que tenían mayores facilidades para importar trigo en los años de malas cosechas.

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