Carlos I y la herencia de un imperio
Tras la muerte del rey Fernando el Católico en 1516 (regente de Castilla después de morir la reina Isabel y de enloquecer doña Juana, heredera de esa Corona) y rey también de Aragón, el trono pasa a Carlos I de Habsburgo (Austria), primogénito varón de don Felipe y doña Juana, nacido en Gante (Bélgica) en 1500. Fue proclamado rey en Bruselas y llegó a España en septiembre de 1517. Su herencia era inmensa: las Coronas de Castilla y Aragón, con los territorios -conquistados por la corona aragonesa- de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Rosellón, la Cerdaña; y América: conquistada por la corona castellana como parte del legado de Isabel la Católica, además de las Islas Canarias y Plazas africanas (incluyendo Melilla) –que formaban parte también del legado de la reina Isabel de Castilla. A ello se agregaba el archiducado de Austria (con el Tirol, Carintia y Austria, heredados de su abuelo paterno Maximiliano de Habsburgo) junto al título de Emperador (proveniente también de los Habsburgo); así como los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado (heredados de su abuela paterna María de Borgoña).
Carlos I heredó el título de Emperador en unas circunstancias difíciles. Se acababa de producir la rebelión religiosa y política de los protestantes en Europa central, Francia aspiraba al dominio de Italia, y en el Mediterráneo aparecía cada vez más amenazadora la expansión del Imperio turco. Carlos I entendió que tenía una gran misión histórica: el mantenimiento de una monarquía cristiana y universal, con la jefatura espiritual del Papa, frente a la amenaza de protestantes, turcos y de Francia. Por ello fue un rey envuelto en guerras e itinerante que sólo vivió en España catorce años.
Felipe II y la consolidación del poder real
Cambios en tiempos de Felipe II
El sucesor de Carlos I fue su hijo Felipe II (1556 – 1598) que aunque no recibió el título de Emperador, fue monarca de un inmenso imperio y titular de una Corona que era la primera en Europa. Carlos I abdicó en Felipe II en 1556, ante el cansancio y la dificultad de gobernar tantos territorios, lo que llevó a Carlos I a dejar el trono y dividir sus posesiones. Entre 1555 y 1556 cedió a su hermano Fernando los ducados austriacos y la dignidad imperial, y a su hijo Felipe el resto de sus dominios, incluido el de Flandes. Muere en 1558.
A diferencia de su padre, Felipe II fue un monarca dedicado por entero a las cuestiones de su reino y apenas salió de la Península Ibérica. Él, personalmente, resolvía todos los asuntos y consolidó y reestructuró las instituciones de gobierno de la época de los Reyes Católicos para que estuvieran al servicio del poder real, fijando la capitalidad en Madrid. Su política y sus enemigos no se diferenciaron de los de su padre, al seguir manteniendo el ideal de defensa del catolicismo. Felipe II incrementó sus dominios al incorporar Portugal a la Corona en 1580.
Rebelión de Flandes
La guerra de los Países Bajos (actual territorio de Bélgica y Holanda – entonces denominados Flandes) fue el mayor problema de Felipe II. Se originó por el descontento de los sectores burgueses ante los fuertes impuestos, por el surgimiento de un sentimiento nacionalista y por el conflicto religioso, al extenderse el calvinismo (corriente suiza del protestantismo) en la zona norte. La primera rebelión se produjo en la región de Flandes, en 1556, y contó con el apoyo de Francia e Inglaterra, deseosas de minar el poder de la Corona española. Al frente de los rebeldes estuvieron los condes de Horn y de Egmont y, después, Guillermo de Nassau, príncipe de Orange. Para combatirlos, Felipe II envió a los tercios con sus mejores generales al frente: el duque de Alba, Luis de Requesens, Juan de Austria y Alejandro Farnesio, que ejercieron una dura represión.
Finalmente, en 1579, el sur de los Países Bajos (actual Bélgica), católico, aceptó la obediencia a Felipe II, pero el norte (con las futuras Provincias Unidas de Holanda, mayoritariamente calvinistas), continuó la lucha por la independencia. La rebelión nunca fue controlada y Felipe II acabó designando a su hija Isabel Clara Eugenia, gobernadora con derecho a sucesión. Pero al no tener ésta descendencia, los Países Bajos revertieron a la Corona española en el siglo XVII, y se reabrió el conflicto.
Incorporación de Portugal
En 1580, Felipe II anexionó Portugal a España. El trono portugués quedó vacante por la muerte de su rey sin hijos y Felipe lo reclamó –para lo que hizo valer sus derechos al mismo- por ser hijo de Isabel, princesa portuguesa.
Guerra contra Inglaterra
Inglaterra había sido, desde el reinado de los Reyes Católicos, aliada de la Corona española frente a Francia. El primer matrimonio de Felipe II fue con María Tudor, hija de Enrique VIII (su madre fue Catalina de Aragón repudiada por el rey inglés al no proporcionarle un heredero varón para casarse éste con Ana Bolena, al tiempo que Enrique separaba las prédicas de la iglesia inglesa de Roma y creaba la iglesia anglicana). María se convirtió en reina de Inglaterra a la muerte de su padre y era además católica, pero al morir sin descendencia (con Felipe II), el trono pasó a su hermanastra, la reina Isabel I (1558) –hija de Enrique con Ana Bolena-. Ésta, de religión anglicana, apoyó a los protestantes de Flandes y, deseosa de competir por el dominio del Atlántico y el control del comercio americano, protegió a los corsarios (Hawkins y Drake) que atacaban los barcos españoles. Felipe II decidió enfrentarse a Inglaterra y preparó una gran flota para atacarla (Armada Invencible). La expedición fue un desastre y la Invencible regresó diezmada y vencida (1588).