Las Oleadas Revolucionarias del Siglo XIX
Tras la derrota de Napoleón en 1815, los reyes europeos instauraron un sistema político conocido como la Restauración. El objetivo era restablecer el orden político anterior a Napoleón, recuperar el mapa de Europa previo a las conquistas napoleónicas, asegurar las distintas tradiciones de cada país y frenar el avance de las ideas democráticas. Sin embargo, este periodo estuvo marcado por una serie de movimientos revolucionarios que sacudieron Europa. A continuación, se detallan las tres principales oleadas revolucionarias de la primera mitad del siglo XIX:
1. La Revolución de 1820
Esta revolución se inició en España cuando el general Riego, utilizando al ejército que se iba a trasladar a América para frenar el independentismo, dio un golpe de estado y estableció un régimen liberal. El movimiento se extendió rápidamente por Portugal, Nápoles y el norte de Italia. Sin embargo, la revolución fracasó debido a la intervención de las potencias europeas, que enviaron ejércitos para restablecer el absolutismo.
2. La Revolución de 1830
La segunda oleada revolucionaria se inició en Francia contra la política absolutista del rey Carlos X. La revolución logró derrocar al rey, que fue sustituido por Luis Felipe de Orleans. El movimiento se extendió a Bélgica, que buscaba su independencia. Las revoluciones de 1830 lograron romper las alianzas que mantenían los monarcas absolutistas.
3. La Revolución de 1848
Conocida como la «Primavera de los Pueblos», la revolución de 1848 fue un movimiento generalizado en toda Europa. Por primera vez, se unieron todas las clases populares y la burguesía para intentar un cambio político que estableciera regímenes democráticos en todos los países europeos. La revolución se inició en Francia, donde Luis Felipe de Orleans tuvo que huir tras las protestas populares provocadas por su autoritarismo. Se proclamó la Segunda República con Luis Napoleón Bonaparte como presidente, pero este acabó dando un golpe de estado y coronándose emperador.
Las revueltas se extendieron a Austria, donde obligaron al emperador Fernando I a ceder la corona a su hijo Francisco José I, quien emprendió un plan de reformas liberales. Los estados alemanes también intentaron crear un parlamento, pero fracasaron ante la oposición de Prusia, que sometió militarmente las revueltas. A pesar de los contratiempos, muchos países de Europa del Este consiguieron mejoras democráticas.
El Nacionalismo en el Siglo XIX
El nacionalismo es una ideología política que defiende el derecho de los pueblos a configurar estados independientes. Durante el siglo XIX se desarrollaron dos conceptos distintos de nacionalismo:
- El Nacionalismo liberal: buscaba crear una conciencia que vinculara a los ciudadanos con su nación.
- El Nacionalismo idealista y cultural: defendía que los pueblos tienen un espíritu propio, que está por encima de la voluntad personal, y que la nación se justifica en la tradición, lengua y etnia.
Durante el siglo XIX, la ideología nacionalista estuvo muy presente y se manifestó de dos formas: por un lado, en la creación de países gracias a la agrupación de territorios dispersos, como ocurrió en Italia y Alemania; y por otro lado, en territorios que quisieron separarse de países al considerar que estaban ocupados y administrados ilegalmente.
Los Dos Grandes Movimientos Nacionalistas del Siglo XIX
1. La Unificación Alemana
La unificación alemana fue iniciativa del reino de Prusia, que llevaba desde 1834 intentando movimientos de acercamiento entre los distintos reinos que formaban la Confederación Germánica. Prusia consiguió una unión de aduanas e intentó formar un parlamento común tras la Revolución de 1848. El mayor impulso a la unificación alemana lo dio Guillermo I de Prusia cuando nombró canciller del reino a Otto von Bismarck en 1862. Bismarck logró la unificación gracias a tres guerras:
- Contra Dinamarca: a la que arrebató los territorios de los ducados del sur.
- Contra Austria: a la que derrotó y dejó fuera de sus aspiraciones de dirigir la unificación.
- Contra Francia: a la que arrebató los territorios de Alsacia y Lorena.
2. La Unificación Italiana
La unificación italiana fue posible gracias a la iniciativa del rey de Piamonte, Víctor Manuel II, y su primer ministro, el Conde de Cavour. También tuvieron que utilizar la guerra como método para unir el país. En primer lugar, se aliaron con Francia para derrotar a Austria y arrebatarle Milán y Lombardía. En 1860, los reinos de la zona norte de Italia (Parma, Módena y Toscana) se unieron voluntariamente a Italia, mientras que Garibaldi ocupaba el reino de Nápoles y Sicilia se independizaba de España para formar parte de Italia.
La última fase de la unificación fue la ocupación de Venecia, que estaba en manos de Austria. Aprovechando la guerra austro-prusiana, Italia atacó y tomó Venecia. Finalmente, las tropas italianas ocuparon Roma, que estaba bajo el control del Papa, y la establecieron como capital de la Italia unificada.