La Crisis de la Monarquía Isabelina y el Triunfo Revolucionario
El desarrollo de la Revolución Gloriosa comenzó con la muerte de Narváez en 1868, un evento que marcó un punto crítico para el reinado de Isabel II. Bajo el lema “¡Viva España con honra!”, se desataron movilizaciones con un amplio apoyo popular y la participación de progresistas, demócratas y republicanos.
En septiembre de 1868, los generales Prim y Serrano, con el apoyo del almirante Topete, lideraron un golpe militar. Andalucía y Levante se unieron contra el ejército monárquico, culminando en la batalla del puente de Alcolea. La derrota obligó a Isabel II a exiliarse a Francia.
Paralelamente, se extendía una movilización popular revolucionaria por Andalucía, Valencia, Cataluña y Madrid. Surgieron Juntas Revolucionarias que tomaron el control de las ciudades. Tras el triunfo revolucionario, el poder se dividió entre el gobierno provisional presidido por Serrano y las Juntas, cuyos miembros eran mayoritariamente republicanos. Este escenario evidenció el fracaso del modelo político liberal moderado y de la monarquía corrupta, dando paso al triunfo del liberalismo.
El Gobierno Provisional y la Búsqueda de un Nuevo Rey
Con el inicio del Gobierno de Prim y Serrano en octubre de 1868, se disolvieron las Juntas y se desarmó la Milicia Nacional. Tras aprobar reformas largamente esperadas, el gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes, donde dominaron progresistas, unionistas y demócratas. En estas elecciones, los republicanos participaron por primera vez, aunque con escasa representación.
El reconocimiento del sufragio universal tuvo un impacto significativo en la organización de los partidos políticos, que se vieron obligados a ampliar su base social y llegar a las masas con su mensaje electoral. El Parlamento se dividió en cuatro grandes tendencias: el grupo monárquico demócrata, los republicanos, los carlistas y los isabelinos.
La Constitución de 1869 y el Reinado de Amadeo I
Las Cortes Constituyentes promulgaron la Constitución de 1869, la primera Constitución democrática de la historia de España. Una comisión de 15 miembros se encargó de redactar el proyecto constitucional, que fue aprobado en junio de 1869.
Tras la promulgación de la Constitución, Serrano fue nombrado Regente y Prim asumió la jefatura del gobierno. El nuevo gobierno se centró en impulsar el crecimiento económico y reducir la deuda. Se implementó una reforma arancelaria que disminuyó la protección a los productos nacionales y se ensayó una reforma fiscal que estableció la peseta como moneda nacional. Además, se promulgó la Ley de Minas en 1871, que permitió la venta de yacimientos mineros metálicos.
A partir de 1871, se inició la búsqueda de un nuevo rey. Tras considerar varios candidatos, Prim logró que Amadeo de Saboya aceptara la propuesta. A pesar de la oposición de algunos sectores, Amadeo fue proclamado rey en noviembre de 1871. Sin embargo, su reinado estuvo plagado de dificultades y duró poco tiempo.
Amadeo I se enfrentó a la oposición de diversos grupos sociales, incluyendo la Iglesia, los republicanos y los carlistas. No obstante, el factor determinante que condujo a la crisis final de su reinado fue la desintegración de la coalición gubernamental, que lo dejó sin apoyo político.
La Primera República y el Retorno de los Borbones
Ante el fracaso de la monarquía de Amadeo I, las Cortes proclamaron la Primera República Española en febrero de 1873. Este período, que duró apenas 10 meses, estuvo marcado por la inestabilidad política y la sucesión de cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francesc Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar.
Figueras, decepcionado por la falta de apoyo de los unionistas, dimitió. Pi i Margall no logró controlar la situación y también renunció. Salmerón gobernó brevemente, pero dimitió antes de firmar dos penas de muerte. Finalmente, Castelar, que había logrado controlar el orden social, detener el avance carlista y derrotar al cantón de Cartagena, fue derrocado por un sector de los diputados republicanos federales que temían que rompiera con el federalismo.
El fin de la presidencia de Castelar marcó el final de la Primera República. Los Borbones regresaron al poder gracias a un pronunciamiento militar y al apoyo de un sector de la opinión pública. El Sexenio Democrático, a pesar de su fracaso, supuso un paréntesis en el reinado de los Borbones durante el siglo XIX. Durante este período, se implementaron medidas que impulsaron la democratización y el desarrollo económico de España. Sin embargo, los partidos políticos se mantuvieron débiles, divididos y con escasa implantación social. A pesar de sus limitaciones, el Sexenio Democrático dejó una huella profunda en la historia de España.