La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique.
Intervención en Marruecos
Tras el desastre del 98, España intentó recuperar el prestigio internacional y poner fin a su aislamiento internacional. En la Conferencia de Algeciras de 1906, Francia y España fijaron sus respectivas zonas de influencia. A España le correspondió el Rif y esto obligó al gobierno a incrementar el contingente de tropas y acometer campañas militares para someter el territorio, asegurar la explotación de las riquezas mineras y proteger la construcción del ferrocarril hasta Melilla.
En 1909 los rifeños emboscaron al ejército español en el Barranco del Lobo y las bajas fueron numerosas. Esto provocó la Semana Trágica de Barcelona como consecuencia de las protestas de republicanos, anarquistas y socialistas contra la movilización de soldados de refuerzo.
En 1921 se produjo la crisis más grave. El gobierno estaba decidido a someter a su zona del Protectorado. El general Berenguer inició la ocupación del sector occidental y ordenó al general Silvestre que detuviese su ofensiva en el Rif hasta que lograse someter al Raisuni (caudillo indígena, SOcc). Silvestre reanudó el avance de manera precipitada para ocupar la bahía de Alhucemas y penetró en un territorio extenso, muy alejado de los centros de aprovisionamiento. Abd-el-Krim (jefe rifeños) derrotó a las tropas españolas en Annual. Se perdió toda la zona que se había ocupado en los años anteriores y 10.000 soldados murieron o desaparecieron.
La tragedia de Annual tuvo graves repercusiones políticas. La exigencia de responsabilidades forzó al gobierno a nombrar una comisión presidida por el general Picasso para definir las culpabilidades militares. El envío del expediente Picasso a las Cortes abrió el debate de las responsabilidades políticas. Los socialistas, con el apoyo de la izquierda republicana, iniciaron una campaña de denuncia contra el régimen. Los militares, los partidos dinásticos y el rey se vieron envueltos en los debates sobre las responsabilidades y aumentaron las críticas al ejército. Pocos días antes de que el informe elaborado por la Comisión llegase a las Cortes, se produjo el golpe de estado de Primo de Rivera.
Repercusiones de la I Guerra Mundial
Cuando estalló la Gran Guerra, el gobierno de Eduardo Dato declaró la neutralidad, que fue respaldada por todos los partidos. Esta postura se adoptó a causa del aislamiento diplomático, la debilidad económica y la incapacidad militar de España.
A pesar de la neutralidad oficial, las fuerzas políticas y los sectores sociales mejor informados y con inquietudes políticas se dividieron en aliadófilos y germanófilos. La neutralidad favoreció una espectacular expansión de la economía y España se convirtió en abastecedora de los países beligerantes: suministró materias primas y productos industriales. La burguesía industrial y financiera se enriqueció pero las clases trabajadoras sufrieron un fuerte descenso de su nivel de vida por la escasez y la subida de los precios de los productos de primera necesidad. Esta situación agravó las diferencias sociales y provocó una gran agitación social y el auge del movimiento obrero.
Crisis de 1917
En verano de 1917 confluyeron tres tipos de conflictos:
Juntas de defensa
Uno de los factores que explican el malestar militar fue el proyecto de reforma militar que pretendía reducir el número de oficiales. Otro motivo era el sistema de ascensos, en su mayoría, por méritos de guerra, que primaba a los militares africanistas. Los jóvenes oficiales peninsulares exigieron que los ascensos fueran por antigüedad y el descontento derivó en la formación de las Juntas de Defensa con una clara orientación sindical. Estas, con el apoyo del rey, impulsaron sus demandas.
Asamblea de Parlamentarios
Ante la suspensión de las garantías constitucionales, la imposición de la censura de prensa y el cierre de las Cortes decretado por el gobierno conservador de Eduardo Dato, Cambó convocó a todos los senadores y diputados españoles a una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona en julio de 1917. La Asamblea acordó la formación de un gobierno provisional, la celebración de Cortes Constituyentes que reformasen la Constitución en un sentido descentralizador y aprobasen la autonomía de Cataluña. Solo asistieron 70 parlamentarios de 760 (mayoría republicanos y socialistas) y el gobierno las disolvió.
Huelga general de agosto
En marzo de 1917, UGT y CNT suscribieron un manifiesto convocando la huelga general. Para los dirigentes socialistas, la huelga debía servir para derrocar al régimen e implantar una república democrática. La huelga estalló en agosto del mismo año, pero solo tuvo especial intensidad en Madrid, Barcelona, Vizcaya y Asturias y apenas tuvo impacto en las zonas rurales. El ejército cumplió la orden de disparar contra los obreros y se produjeron 71 muertos. Los miembros del comité de huelga fueron detenidos y condenados a cadena perpetua, que no llegaron a cumplir pues al año siguiente fueron elegidos diputados.
Trienio bolchevique
La crisis social, agudizada por la recesión económica de la posguerra y el influjo de la Revolución rusa de 1917, favorecía un enorme crecimiento de los sindicatos y radicalizó las posturas de las clases trabajadoras.
En el Congreso de Sants de 1918, la CNT se reorganizó, reafirmó su postura apolítica y de lucha sindicalista y su estrategia de la acción directa y huelga general. De nuevo, afloraron las disputas entre los sindicalistas más moderados como Pestaña y Seguí y los partidarios de la actividad terrorista como Durruti y García Oliver.
Surgieron los sindicatos libres fundados en Barcelona en 1919 por antiguos carlistas, que fueron apoyados por los empresarios y el gobierno para debilitar a la CNT. Estos protagonizaron el periodo álgido de la guerra social en Barcelona.
Ante el crecimiento de los sindicatos, la agravación de las crisis de posguerra y la ofensiva obrera, se crearon organizaciones de empresarios que adoptaron una línea dura con despidos y cierres de fábricas.
En Andalucía, los campesinos intensificaron sus movilizaciones entre 1918 y 1920 en el llamado trienio bolchevique. La tradicional revuelta campesina dejó paso a un movimiento sindical dirigido por la UGT y la CNT. Muchos municipios andaluces y extremeños llegaron a estar controlados por los comités de huelga y se procedió a la ocupación y el reparto de tierras. El gobierno actuó con dureza y declaró el estado de guerra con la consiguiente represión, que puso fin en 1920 a esta revolución social.
El momento álgido de la conflictividad social se alcanzó en Barcelona en 1919 con la huelga de la Canadiense, que era la compañía de suministro eléctrico. La huelga duró 44 días y dejó paralizada la ciudad y la producción. A pesar de la intransigencia de la empresa y de las autoridades militares, el gobierno forzó la negociación donde se acordó la jornada de 8 horas, un aumento de salarios y la readmisión de los despedidos.
Sin embargo, el conflicto derivo en una guerra social cuando la patronal y las autoridades militares se negaron a liberar a los detenidos y la CNT declaro la huelga general. La patronal respondió con el cierre de empresas, la contratación de pistoleros y contó con la colaboración de los sindicatos libres. Los actos terroristas y la violencia callejera sumieron a la ciudad en una espiral de violencia entre los años 1919 y 1921. El gobierno declaró el estado de guerra, suspendió las garantías constitucionales y cedió el orden público a los militares. Nombró al general Martínez Anido gobernador civil de Barcelona, quién impuso la represión militar y el terrorismo policial mediante la aplicación de la ley de fugas. Entre 1918 y 1923 hubo más de 800 atentados en los que murieron 270 de dirigentes sindicales y empresarios, entre ellos Salvador Seguí y Eduardo Dato.