Reformas Borbónicas en España: Transformaciones del Siglo XVIII

La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V (1700-1746).

Medidas Centralizadoras

Con el objetivo de hacer un estado más eficaz, se adoptaron novedades importantes:

  • Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña): Abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón. Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron ya que apoyaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión.
  • Nuevo modelo de administración territorial: basado en la siguiente estructura: división del territorio en provincias; sustitución de los Virreyes por los Capitanes Generales como gobernadores políticos de las provincias; las Reales Audiencias se mantienen para las cuestiones judiciales; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura de los Intendentes, funcionarios encargados de las cuestiones económicas. Finalmente, en los Ayuntamientos se mantuvieron los cargos de Corregidor, Alcalde Mayor y Síndicos personeros del común (elegidos por el pueblo para su defensa).

Los Borbones también reformaron la administración central, consolidando el establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos, exceptuando el Consejo de Castilla que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se crearon las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias), antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado, antecedente del Consejo de Ministros.

La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la Iglesia. Las dos medidas principales fueron el establecimiento de un mayor control sobre la Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús adoptada por Carlos III en 1767.

Hubo intentos no demasiado eficaces de reformar el sistema de Hacienda. Se trató de unificar y racionalizar el sistema de impuestos y, para ello, se llevó a cabo el Catastro de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla. Este Catastro es un censo de todas las propiedades del reino, muy útil para los historiadores. Se buscó también la unificación monetaria, estableciéndose el Real de a dos.


4.1. La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht

El testamento de Carlos II designó como sucesor al candidato Borbón que fue proclamado rey bajo el título de Felipe V. Este nombramiento provocó un conflicto interno y un desequilibrio entre las potencias europeas que derivó en una guerra internacional. En el Tratado de la Haya nació la Gran Alianza formada por el Sacro Imperio, Inglaterra, Prusia y Portugal, que apoyaban al candidato Habsburgo. Los enfrentamientos siempre fueron muy equilibrados hasta 1707, en que tras la batalla de Almansa, el avance Borbón fue imparable.

Los territorios de la Corona de Castilla se mostraron fieles a Felipe V, a excepción de parte de la nobleza, temerosa de perder la influencia ante el absolutismo borbónico. En el llamado Pacto de Génova, el reino de Valencia y Cataluña evidenciaron su apoyo al archiduque Carlos de Austria, que ocupó estos territorios en 1705, imponiéndose también en gran parte de Aragón, Valencia y Baleares. Diversos eran los motivos de este apoyo, pero ante todo el temor de las instituciones a perder su poder ante las tendencias uniformadoras de los Borbones.

En 1711 murió el emperador austriaco y ocupó el trono el archiduque Don Carlos, poniendo en peligro de nuevo el equilibrio europeo. En 1713 se firmó la Paz de Utrecht, en la que Austria se quedaba con Milán, el reino de Nápoles y Cerdeña, e Inglaterra recibía Gibraltar, Menorca, el monopolio de esclavos negros y el navío de permiso. El apoyo al archiduque solo permanecía en Cataluña hasta 1714, en el que se firmó la paz de Rastatt. Felipe V se quedaba con la Corona española, que no podía unirse a la francesa, aunque ambas Coronas mantuvieron siempre alianzas en los denominados Pactos de Familia.

El primer pacto firmado por Felipe V consiguió recuperar Nápoles y Sicilia, nombrando rey a su hijo Carlos. El segundo lo firmó Fernando VI, obteniendo Milán y Parma. Y el tercero lo firmó Carlos III, recuperando Menorca y ganando la Florida.


4.3. La España del Siglo XVIII: Expansión y Transformaciones Económicas

La España del siglo XVIII se caracterizó por la pervivencia del Antiguo Régimen: sociedad estamental e inmovilista, desigualdad jurídica y un tercer estamento sujeto a un régimen señorial obligado a pagar elevadas rentas. La burguesía era escasa y apenas sobrepasaba el ámbito de algunas ciudades dedicadas al comercio colonial (Cádiz, Barcelona). El 80% de la economía dependía del campo y la institución del mayorazgo vinculaba la tierra a título nobiliario, gozando de sus bienes. Los campesinos eran jornaleros en Castilla y sometidos al contrato enfitéutico (estable) en Cataluña. Los talleres artesanos continuaban de forma gremial y eran escasos y débiles. Solo los grandes propietarios ganaderos organizados en torno a la poderosa Mesta gozaban de grandes beneficios.

A mediados del siglo XVIII, las reformas introducidas por los Borbones permitieron un crecimiento en la economía, que propició una mejora en las técnicas agrícolas, el aumento de los cultivos (maíz, patata, arroz, seda) y de las superficies cultivadas. También se experimentó un crecimiento demográfico con las políticas poblacionistas que colonizaron Sierra Morena.

Por el mercantilismo se crearon numerosas manufacturas reales (tapices, cristales, porcelana) y se redujeron los privilegios gremiales. En Valencia fue muy importante la industria de la seda y en el País Vasco la producción de hierro. Se abrieron al libre comercio algunos puertos españoles y americanos que contribuyeron a la prosperidad de algunas ciudades como Cádiz y Barcelona. Ciudades como Barcelona se especializaron en productos locales ligados a la industria textil, donde una serie de empresarios emprendedores invirtieron sus ahorros en manufacturas de algodón con una organización nueva: mano de obra en único espacio con la supervisión del fabricante. El crecimiento de la industria textil catalana destacó del resto de actividades industriales del país, propiciando un alto nivel de vida en la zona.


Carlos III

Carlos III (1759-1788) se caracterizó por la aplicación de las reformas del despotismo ilustrado y las reformas urbanas y de saneamiento de Madrid, llegando a ser conocido como el mejor alcalde de Madrid. Entre los ilustrados se extendió la conciencia de la necesidad de emprender reformas en la agricultura, ocupación que ocupaba a la mayoría de la población y que estaba muy atrasada. Para ello se crearon asociaciones como las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y los ministros de Carlos III prepararon diversos planes de reforma como las de Campomanes y Jovellanos. Se aprobó una reforma para la liberalización del grano. Las medidas que se llevaron a cabo fueron el reparto de tierras comunales en Extremadura, la repoblación de Sierra Morena bajo el gobierno de Olavide, la reducción de los derechos de la Mesta y algunas obras de regadío (Canal Imperial de Aragón, Canal de Castilla…).

Los ministros ilustrados aprobaron medidas para fomentar el desarrollo de la industria. Se rompió el monopolio de los gremios en 1772; se establecieron, con escaso éxito económico, las Reales Fábricas, con apoyo del estado (armas, astilleros, vidrio, tapices). Con respecto al comercio, se adoptaron medidas conducentes a integrar el comercio nacional, como la mejora de las vías de comunicación o la supresión de las aduanas interiores. Un decreto de 1778 estableció la liberalización del comercio con América, acabándose con el secular monopolio de la Casa de Contratación. Sin embargo, se mantuvo la política comercial proteccionista con respecto a las demás potencias.

En el terreno financiero, se estableció el Banco de San Carlos, antecedente del futuro Banco de España. En este período, aparece la peseta, aunque no será la moneda oficial del país hasta 1868. También de este reinado es la bandera.

Teniendo en cuenta la dinámica política, se pueden distinguir dos períodos en los gobiernos de Carlos III:

  • 1759-1766: Gobiernos de Esquilache y Grimaldi. Los intentos de introducción de reformas encontraron una viva reacción que culminó en el Motín de Esquilache en 1766. Esta revuelta estalló contra el decreto que obligaba a cambiar capas y sombreros, teniendo razones complejas en un momento de hambrunas. Podemos hablar de un motín popular “nacionalista”, contra el ministro italiano, manejado por el clero (jesuitas) y la nobleza para frenar las reformas. Los jesuitas, acusados de fomentar el motín, fueron expulsados en 1767, corroborando la intensidad de la política regalista borbónica.
  • 1766-1788: Gobiernos del Conde de Aranda, Floridablanca y Campomanes. Este período está dominado por los grandes ministros ilustrados que ensayaron diversas reformas económicas que finalmente no se llevaron a cabo por la oposición del clero y la nobleza.

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