Revoluciones y Movimientos Obreros en Europa (1799-1848)

La Europa Napoleónica. En 1799, el joven general Napoleón Bonaparte aprovechó su gran prestigio adquirido en el campo de batalla para dar un golpe de Estado, disolver el Directorio e instaurar un Consulado. Fue acumulando mucho poder, hasta que se coronó emperador en 1804. Gobernó de forma personal y autoritaria y sentó las bases del moderno Estado francés:

  • Elaboró varios códigos de leyes, como el Código Civil.
  • Centralizó la estructura político-administrativa del Estado, con la creación de la figura de los prefectos, que eran los representantes del Estado francés en las provincias.
  • Reformó la hacienda pública y reforzó el sentimiento nacional.
  • Firmó un concordato con la Iglesia.

Gracias a su capacidad de estrategia militar, Napoleón formó un imperio anexionando territorios, donde se desmanteló el absolutismo y se propagó el liberalismo.


La Revolución de 1830. Entre 1830 y 1835 se produjo un segundo ciclo revolucionario protagonizado por la burguesía, a la que se sumaron las clases populares. La revuelta más significativa tuvo lugar en Francia, estallando el 27 de julio de 1830, cuando estudiantes, diputados y obreros levantaron barricadas en París durante tres días, en lo que se conoce como las tres jornadas gloriosas. Las revueltas obligaron al rey a abdicar y supusieron la caída de la monarquía absoluta. Ante el temor de que los revolucionarios proclamaran una república, los liberales moderados propusieron la creación de una monarquía constitucional que otorgó el trono a Luis Felipe de Orleans. La revuelta francesa se extendió a otros países europeos como Polonia e Italia, con fracaso en todos ellos; únicamente en Bélgica hubo éxito.


La Revolución de 1848. Una grave crisis económica, las malas condiciones de vida del proletariado industrial y el descontento por las insuficientes reformas políticas conseguidas en la década de 1830 desembocaron en el ciclo revolucionario de 1848, en el cual se entrelazaron las reivindicaciones liberales de la alta burguesía con las demandas sociales de las clases medias y el proletariado. El ciclo revolucionario empezó en Francia. La insurrección de la pequeña burguesía, los obreros y los estudiantes fue consecuencia de la proclamación de la Segunda República. Luis Napoleón Bonaparte fue proclamado presidente; en este periodo se impulsaron reformas radicales que abrieron el camino hacia la democracia. En 1852, Napoleón se autoproclamó emperador, como Napoleón III. La ola revolucionaria de 1848 se extendió a otras ciudades europeas, donde, a menudo, a las demandas del liberalismo se sumaron las reivindicaciones nacionalistas.


Los inicios del movimiento obrero.

Las revueltas luditas: La introducción de maquinaria en el proceso de producción industrial y agraria implicó que se desprendiera de mucha mano de obra. Por ello, se produjeron numerosos alzamientos obreros y campesinos contra el uso generalizado de las innovaciones tecnológicas. El descontento se canalizó mediante la destrucción de máquinas e incendios de fábricas. Estas revueltas se conocen como luditas.


El sindicalismo. En el Reino Unido, a principios del siglo XIV, la clase obrera se fue convenciendo de la necesidad de dotarse de organismos estables. Las primeras entidades que se crearon fueron asociaciones obreras de socorro mutuo, que en la mayoría de ocasiones tuvieron que moverse en la clandestinidad. A partir de mediados de la década de 1820, con la derogación de las disposiciones antiasociativas, los trabajadores británicos fueron articulándose en uniones de oficios. La más relevante de estas entidades fue el gran sindicato de hiladores, nacido en 1829. En el año 1834 tuvo lugar la confluencia de los diferentes sindicatos de oficio en la Great Trade Union. El sindicalismo se implantó en el resto de Europa, progresivamente y con mayor o menor intensidad, a partir de los 30 años.


El cartismo. En Londres, en 1836, fue fundada la Working Men’s Association, organización que dos años más tarde presentaría la Carta del Pueblo al Parlamento del Reino Unido. Esta contenía una serie de peticiones de reformas que tenían como objetivo la participación del proletariado en la política del país. Así se reclamaba el sufragio universal masculino, se solicitaba la abolición del requisito de propiedad para ser parlamentario y el establecimiento de un sueldo para los diputados. En el movimiento cartista se dieron dos grandes tendencias internas: una moderada, encabezada por Robert Owen y William Lovett, y otra más radical, capitaneada por el irlandés Feargus O’Connor, que promulgaba la realización de acciones contundentes, como huelgas. Las reivindicaciones cartistas no fueron atendidas por el Parlamento británico. En consecuencia, los sectores radicales convocaron huelgas y actos de protesta como medida de presión. La represión contundente por parte del gobierno hizo que el cartismo se fuera diluyendo hacia el año 1848, sin que las exigencias fueran satisfechas.


Las corrientes ideológicas del movimiento obrero.

El socialismo utópico. Los primeros socialistas utópicos fueron una serie de pensadores, mayoritariamente británicos y franceses, herederos de la filosofía radical de la Revolución Francesa y de la tradición ilustrada. Coincidieron en la preocupación por la situación de penuria de la clase obrera. Los primeros socialistas propugnaban la necesidad de implantar reformas legislativas que velaran por el bienestar de los trabajadores; la participación del proletariado en política mediante el sufragio y la integración de los organismos en el poder. También apuntaron la existencia de sectores sociales enfrentados entre sí, ideas que desembocarían posteriormente en la teoría marxista de lucha de clases. Algunos de los pensadores más destacados fueron:

  • Henri de Saint-Simon: Consideraba que la organización social debía estar en manos de obreros y dirigida por científicos e intelectuales. No negaba la propiedad privada.
  • Robert Owen: Fue un activista sindical desde la dirección de su fábrica en Escocia. Allí creó cooperativas de producción y consumo, redujo la jornada laboral, limitó el trabajo infantil y femenino e impulsó la educación de los trabajadores.
  • Charles Fourier: Propuso la creación de falansterios.
  • Louis Blanc: Defendió la igualdad salarial y la unión de los intereses particulares para conseguir el bien común.

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