Alfonso XII
El sistema político de la Restauración. El principal valedor de los derechos de la monarquía borbónica durante el Sexenio Democrático fue Cánovas del Castillo, quien logró la abdicación de la reina Isabel II en su hijo Alfonso.
El pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874, significó el fin de la República y la restauración de la Monarquía de los Borbones en la persona de Alfonso XII. El político clave en estos momentos fue Cánovas, redactor del Manifiesto de Sandhurst y regente hasta el regreso del rey. Cánovas creó el Partido Alfonsino. Según el plan de Cánovas, la restauración monárquica debía haber sido decidida por las Cortes, para ello redactó el Manifiesto de Sandhurst en el que prometía implantar un régimen constitucional y parlamentario frente a la inestabilidad de la República; pero el general Martínez Campos se adelantó dando un pronunciamiento militar en Sagunto que, fue aceptado por Serrano y por el ejército.
El Sistema Canovista
Cánovas sustentó el sistema de la Restauración sobre dos apoyos: la soberanía compartida del rey y las Cortes. Las elecciones representaban un mero trámite con el que se pretendía dotar la decisión del rey de cierta legitimidad popular.
El Partido Conservador
Tuvo su origen en el Partido Alfonsino, creado por Cánovas en las elecciones de 1869. Era un partido muy estructurado y cohesionado. En sus bases sociales este partido estaba formado por grandes propietarios agrarios y la burguesía.
El Partido Liberal
Era un grupo más fragmentado y heterogéneo, pues no dejaba de ser un conglomerado de la oposición más moderada. Nació de una escisión de los antiguos progresistas. Este partido estuvo liderado por Sagasta. Sin embargo, Cánovas no tuvo en cuenta a todas las fuerzas sociales y políticas que aparecieron en este periodo e impidió a los republicanos el acceso al poder por su negativa a aceptar a la monarquía.
Cánovas se propuso dos objetivos: elaborar una Constitución y desarrollar un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la Guerra Carlista y al conflicto cubano.
La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes Constituyentes ya que la Constitución de 1869 había quedado sin efecto tras la proclamación de la República. Se trató de una Constitución de carácter muy conservador.
La Constitución de 1876: se caracteriza por:
- Soberanía compartida entre las Cortes y el Rey.
- Se considera a la monarquía como una institución superior, permanente y al margen de cualquier decisión política.
- Las Cortes eran bicamerales. El Congreso de los Diputados era elegido por votación popular.
El Senado estaba formado por senadores por derecho propio o vitalicio, lo que daba opción al rey para nombrar a los senadores.
- El poder judicial residía en los tribunales de justicia. Se establecía la uniformidad de códigos para todos los españoles, lo que supuso el fin de los privilegios forales del País Vasco.
- Se proclama la confesionalidad católica del Estado. El Estado se compromete a mantener económicamente al clero.
- Declaración de derechos y deberes de los españoles.
En el Pacto del Pardo, conservadores y liberales establecieron un sistema de rotación en el poder. Cuando el partido que estaba en el poder se veía sometido a fuertes presiones internas, el rey llamaba a gobernar al otro partido. Este pacto entre los partidos garantizaba su turno en el poder de manera pacífica, ya que el cambio de gobierno se realizaba por decisión del rey, dando igual el tipo de sufragio existente. Para cambiar el gobierno, se preparaban nuevas elecciones que se caracterizaban por ser manipuladas para que el resultado beneficiara al nuevo gobierno. Este falseamiento se realizaba a través del encasillado. En el momento de las elecciones se recurría al pucherazo, que consiste en la manipulación de los votos.
Este falseamiento de los votos era posible gracias al alto índice de analfabetismo y al desinterés de la población. Además la dependencia campesina de los terratenientes daba lugar al caciquismo.
La primera etapa de este nuevo periodo estuvo marcada por el predominio de los gobiernos conservadores presididos por Cánovas del Castillo. En 1881 comenzó a funcionar el turno de partidos. Los liberales estaban impacientes tras permanecer más de seis años en la oposición y presionaron a Cánovas y al rey para que les facilitara el acceso al poder. Cánovas cedió el gobierno a los liberales de Sagasta, así pues suben al gobierno los liberales. Entre 1884 y 1885 volvieron a gobernar los conservadores con Cánovas a la cabeza.
La Regencia de María Cristina de Habsburgo y el Turno de Partidos
En 1885, Alfonso XII falleció de tuberculosis con 28 años de edad. Tras esto, su viuda, María Cristina de Habsburgo, que estaba embarazada, pasó a ocupar la jefatura de Estado como reina regente hasta la mayoría de edad de su hijo, el futuro Alfonso XIII, nacido en 1886. Tras la muerte de Alfonso XII y para garantizar la alternancia y el turno de partidos, Sagasta y Cánovas llegaron a un acuerdo que se plasmó en el Pacto del Pardo (1885). Este pacto entre los partidos garantizaba su turno en el poder de manera pacífica, ya que el cambio de gobierno se realizaba por decisión del rey, dando igual el tipo de sufragio existente.
Comenzó así la Regencia de María Cristina de Habsburgo y el turno de partidos. A lo largo de estos años se mantuvo la alternancia entre los grandes partidos dinásticos: los conservadores o canovistas y los liberales o sagastianos que se turnaron pacíficamente en el gobierno. La reina regente mantuvo el equilibrio institucional aunque parece que tenía una especial confianza con Sagasta, cuyas reformas apoyó.
Entre 1885 y 1890 estuvieron en el Gobierno los liberales de Sagasta y en este tiempo aprobaron varias medidas importantes. Se suprime la censura en la prensa y ampliaron las libertades de expresión. También se promulgó una ley de asociaciones para legalizar las actividades de las organizaciones obreras y sindicales. Por último se restableció en sufragio universal masculino para los mayores de 25 años. La introducción del sufragio universal no cambió mucho las cosas debido a la manipulación electoral (pucherazo).
En 1890 volvió a gobernar el partido conservador y se fueron turnando cada dos años hasta 1901. El partido conservador será liderado por Francisco Silvela tras el asesinato de Cánovas en 1897.
Sin embargo en estos últimos diez años del siglo XIX el sistema canovista empezó a mostrar síntomas de agotamiento, ya que ninguno de los dos partidos supo o quiso solucionar los graves problemas que más preocupaban a los españoles:
- El analfabetismo.
- El déficit y el endeudamiento estatal.
- El mantenimiento del sistema de reclutamiento militar discriminatorio. (Quintas)
- La ausencia de reformas sociales efectivas (como pensiones de jubilación, seguros de accidentes y de asistencia sanitaria para los trabajadores…)
- Ausencia de verdaderas instituciones democráticas debido al turnismo y al fraude electoral que impedían a los ciudadanos españoles participar en la toma de decisiones políticas.
La Oposición al Sistema Canovista
Existieron otras corrientes políticas al margen del sistema:
- El Carlismo: Durante este periodo el carlismo va a perder apoyos debido a la emigración a Francia y a la pérdida del apoyo Vaticano. Aun así el carlismo mantuvo cierta popularidad en el País Vasco, en Navarra y en sectores católicos muy conservadores.
- El Republicanismo: Tras el fracaso de la Primera República, los republicanos estuvieron muy divididos por conflictos internos. En este momento los republicanos apenas alteraron la hegemonía de conservadores y liberales.
- El Socialismo: En 1879 se fundó el PSOE fundado por Pablo Iglesias. Fue el primer partido obrero que se creó en España y lo hizo con un programa marxista que intervino en la política oficial para representar los intereses de los trabajadores.
- Los Nacionalismos Periféricos: En este periodo se produce un auge de los sentimientos nacionalistas en toda Europa. En España los movimientos nacionalistas se expandieron por Cataluña y el País Vasco.
Guerra Colonial y Crisis de 1898
A la altura de 1898, los restos del imperio colonial español, consistían en las dos grandes islas del Caribe: Cuba y Puerto Rico.
En la segunda mitad del siglo XIX comenzó el proceso de separación de estos territorios de la metrópoli.
El Problema Cubano
La primera guerra de Cuba concluyó con la firma de la Paz de Zanjón, sin embargo la insurrección siguió latente por las aspiraciones de la población criolla y los intereses de los Estados Unidos. Tras la Paz de Zanjón se creó en Cuba un movimiento de oposición política a la Metrópoli. Siguiendo el modelo bipartidista de España, se crearon en Cuba dos grandes partidos: el Autonomista y la Unión Constitucional. En 1895 estalló una nueva insurrección en Cuba, tras el “Grito de Baire”. Desde el gobierno de España, Cánovas del Castillo envió un ejército al mando del general Martínez Campos para pacificar la isla, este al final es sustituido por Valeriano Weyler. Tras el asesinato de Cánovas y consciente del fracaso de la vía represiva de Weyler, el gobierno lo sustituye por el general Blanco.
El Desastre del 98
La voladura del acorazado norteamericano Maine fue el pretexto utilizado por Estados Unidos para intervenir en la guerra. El presidente McKinley responsabilizó a España de la voladura de su acorazado y propuso la compra de la isla.
Los dirigentes españoles eran conscientes de la inferioridad militar pero consideraban inaceptable el ultimátum y se negaron a aceptar sin luchar. Así comienza la Guerra Hispano-Americana.
Las Consecuencias del Desastre del 98
La derrota contra Estados Unidos y la pérdida de las colonias provocaron numerosas consecuencias:
- Desde el punto de vista político, el sistema de la Restauración entra en crisis. Los partidos políticos tuvieron que tomar medidas para hacer frente a la nueva situación.
- Desde el punto de vista económico, la pérdida de las colonias supuso la desaparición del mayor mercado de las manufacturas españolas.
- Desde el punto de vista militar, se pudo de manifiesto la ineficacia del ejército español, inadecuado para hacerse respetar por las grandes potencias.
Así pues la crisis de 1898 no fue tanto una crisis política ni económica sino que fue fundamentalmente una crisis moral. La derrota produjo un estado general de frustración ya que significó el fin del imperio español en ultramar y que España pasara a ser una potencia secundaria en el contexto internacional.