El Fascismo
El fascismo es un movimiento totalitario de extrema derecha que surgió en el período de entreguerras como consecuencia de algunos rebrotes nacionalistas asociados con el resultado de la Primera Guerra Mundial. Hoy en día, el fascismo es execrado por las mayorías, aunque siempre existen grupos minoritarios que reivindican este movimiento.
Los estados más identificados con el fascismo son la Italia regida por Benito Mussolini y la Alemania de Adolf Hitler. La España de Franco también estuvo involucrada en este movimiento político e ideológico, pero siempre mantuvo una cierta distancia con los otros dos estados. De estos ejemplos, el más radical lo constituye Alemania, que incluyó componentes racistas a su propaganda política; de hecho, es la responsable del estallido de la Segunda Guerra Mundial con su anexión permanente de territorios.
En un estado fascista, el ideal vivido es que el individuo subyugue su voluntad al interés del Estado. Desde el punto de vista económico, la cosmovisión que prima es que las actividades productivas deben ser dirigidas por la autoridad política. Cabe destacar que si bien el fascismo es identificado por la historiografía como una tendencia de derecha, los representantes de esta postura abjuraban de una economía de mercado del mismo modo que lo hacían del comunismo: se mostraban como una tercera opción.
El final de la Segunda Guerra Mundial, que concluyó con la victoria de los aliados, hizo que la influencia del fascismo se debilitara, persistiendo de modo marginal en algunas naciones como España; en esta última, Franco gobernó hasta su muerte en 1975. Hoy en día, este movimiento es un párrafo de la historia y el uso del término que lo identifica se circunscribe a la descalificación de algunas posturas de derecha que son bastante distantes de las ostentadas por estados de entreguerras como Alemania o Italia. Existen sí, como ya fue mencionado, algunas posturas reivindicativas del fascismo, pero son de carácter marginal.
El Nazismo
El nazismo fue fundado por Adolf Hitler a principios de la década de 1920, en gran medida como consecuencia de la humillante situación en que había sido puesta Alemania tras la firma del armisticio que dio fin a la Primera Guerra Mundial, armisticio que se firmó en Versalles (Francia) y por lo cual es conocido como el Tratado de Versalles. Este Tratado impuso a Alemania unas condiciones tan drásticas (casi podría decirse que vengativas) que hacían que el país tuviese que destinar un enorme porcentaje de sus ingresos nacionales al pago de daños e indemnizaciones, principalmente a Francia y la Gran Bretaña, con lo cual le resultaba imposible recuperarse económicamente después del desastre que la guerra había significado.
Por causa de lo anterior, el gobierno de centro-izquierda que se implantó en Alemania después de finalizada la guerra (periodo que es conocido como la República de Weimar) fue absolutamente incapaz de lidiar con el desprestigio que supuso aceptar las draconianas condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, lo que lo hizo blanco de los ataques de los sectores más ultraderechistas de la población que clamaban por regresar a un estado de cosas similar al que el Imperio prusiano había impuesto tras la Batalla de Sedan en 1870, en la cual derrotaron y humillaron a Francia.
Así las cosas, una doctrina que abogase por el regreso de la antigua gloria imperial y del perdido orgullo que había construido la historia reciente de Alemania tenía todo el terreno abonado para germinar y florecer, como efectivamente sucedió con el nazismo. Hacia mediados de la década de 1920, el nazismo ya era una fuerza política reconocida aunque minoritaria, pero día a día contaba con más simpatizantes que veían en ella y en su líder la salida ideal al estado de postración en que vivía Alemania por ese entonces.
Ya en la década de 1930, el nazismo era una fuerza poderosa, y tan sólo esperaba el momento propicio para asumir el poder, momento que se dio en 1933, primero con la renuncia del canciller Hindenburg y la asunción del cargo por parte de Hitler y luego con el incendio intencional por parte de los nazis del Reichstag (el edificio del Parlamento), del cual acusaron a los comunistas, con lo cual se dio el pretexto ideal para que el partido nazi pudiese hacerse con el poder absoluto en Alemania.
Ya en el poder, las ideas y actuaciones del nazismo se centraron en la implantación de un gobierno dictatorial que apoyaba a una milicia popular urbana, la militarización del pueblo y los ataques a la democracia, el judaísmo internacional y el comunismo.