Nacionalismos, Regionalismos y Movimiento Obrero
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Europa experimentó cambios importantes desde el punto de vista territorial y social. Los primeros se basaron en los nacionalismos (un sentimiento nacido de los principios de libertad defendidos por la Revolución Francesa: «libertad de los pueblos de elegir su propio destino»); el segundo lo protagonizaron los obreros (basados en las ideas socialistas y anarquistas, buscaban cambiar la organización social y económica vigente). Ambos serán los motores del cambio de la historia, como antes lo había sido la burguesía y el liberalismo.
En España, los movimientos nacionalistas y el movimiento obrero se opusieron al modelo de la Restauración y, a la larga, provocarían su crisis.
Nacionalismos y Regionalismos
Uno de los fenómenos más destacados durante este periodo fue la aparición de diversos movimientos regionalistas (movimientos que reivindican el reconocimiento de la identidad diferencial de una región, ya sea cultural, económica, administrativa o política, y propugnan un estado descentralizado) y nacionalistas (reivindican el reconocimiento de las diferencias, pero exigen cuotas importantes de autogobierno basado en el principio «cada nación un estado»).
El origen de estos movimientos se debió a distintos factores que varían según las características de cada zona concreta, pero a pesar de estas diferencias todos defendían el particularismo lingüístico, cultural, institucional e histórico frente a las tendencias centralistas del estado liberal, que fue incapaz de organizar un nacionalismo español, pues éste se identificaba con el tradicionalismo católico. La ineficacia del sistema de la Restauración para resolver la democratización del país permitió a los partidos nacionalistas presentarse como los únicos capaces de regenerar el país e impulsar un desarrollo económico y cultural.
1. El Nacionalismo Catalán
El sentimiento nacionalista catalán tiene su primera manifestación en los años treinta del siglo XIX, coincidiendo con todo el movimiento nacionalista europeo. Este sentimiento, que busca sus señas de identidad en el pasado, comenzará con un movimiento de recuperación cultural conocido como la Renaixença, que intentará fortalecer la lengua propia de esta zona, el catalán, convirtiéndola en una lengua no sólo hablada en la calle, sino también literaria.
El primer partido que se formó para reclamar la autonomía para Cataluña dentro del estado español fue La Centre Catalá, creada por el federalista Valentí Almirall. Este proyecto político liberal y laico fracasó y, a finales de siglo, se inició un predominio del catalanismo conservador.
La Lliga fue el partido nacionalista catalán más importante hasta 1923 (momento en que se inicia la dictadura de Primo de Rivera tras el golpe de estado que él mismo protagonizó) y fue el partido que hizo perder peso a los partidos dinásticos, pues contó con el apoyo mayoritario de la burguesía catalana y de las clases medias.
2. El Nacionalismo Vasco
El nacionalismo del País Vasco tuvo peculiaridades distintas al catalán. Su fundamento ideológico era: una lengua propia, el euskera, y la defensa de sus fueros históricos, que fueron derogados durante la Restauración en 1876. Esta pérdida de los fueros, junto con la industrialización que conoció el País Vasco y la llegada de inmigrantes de otros lugares, favorecieron el desarrollo del sentimiento nacional porque veían peligrar sus costumbres y tradiciones.
El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, configuró el primer programa político nacionalista y fundó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco (PNV).
El PNV se definía como un partido muy conservador, opuesto al liberalismo, la industrialización, el españolismo y el socialismo. En los primeros momentos tuvo escasa presencia, pero a partir de 1898-99 la base social se amplió y tuvieron los primeros éxitos electorales en el ámbito local y provincial.
Desde entonces, convivieron dos tendencias: una posibilista, que propugnaba la reforma del Estado y la autonomía, y otra radical y seguidora de los postulados independentistas de Sabino Arana.
Los objetivos planteados tanto por el nacionalismo catalán como por el vasco no tendrán respuesta durante el periodo de la Restauración, sólo la Lliga consiguió la Mancomunidad. La falta de respuesta por parte de la administración central les llevó a protagonizar la crisis de la Restauración. Sólo durante la Segunda República Española, catalanes y vascos conseguirán su estatuto de autonomía.
Podemos destacar otras manifestaciones regionalistas, pero de poca trascendencia durante este periodo:
Los Regionalismos Gallego y Valenciano
El regionalismo gallego: La situación de atraso socioeconómico en Galicia dificultó la implantación del galleguismo que, en sus inicios, se limitó a una minoría intelectual que actuó como su impulsora. Este regionalismo se inició como un movimiento cultural, que buscó respuestas al atraso económico y cultural de Galicia.