La Desamortización en España
El Bienio Progresista y la Ley de Desamortización General de 1855
Durante el bienio progresista, además de reanudarse las ventas de bienes eclesiásticos a buen ritmo, el 1 de mayo de 1955, el ministro de hacienda Pascual Madoz, inició la segunda gran fase desamortizadora con la “Ley de Desamortización General”. Se llama general porque se ponían a la venta todos los bienes de propiedad colectiva amortizada: los de los eclesiásticos que no habían sido vendidos en la etapa anterior y los de los Ayuntamientos, tanto los “bienes de propios” (propiedad de la corporación y que solían arrendarse), como “los bienes comunales” (que explotaban los vecinos colectivamente). Fue la etapa en la que se alcanzó un valor más elevado de venta. Aquel percibiría el importe de la venta en nombre de estos y lo transformaría en bonos del Estado, lo cual significaba que se convertía en custodio de los fondos de los Ayuntamientos, utilizándolos para el bien de todos. En este proceso, la burguesía fue de nuevo la gran beneficiaria con las compras, aunque la participación de pequeños propietarios de los pueblos fue mayor que en la de Mendizábal.
La Desamortización, aunque afectó mayoritariamente a los bienes de la iglesia (clero regular y secular) y de los ayuntamientos, no se quedó solo ahí. Hubo también Desamortización señorial que arranca de la supresión de los mayorazgos y los señoríos. En el caso de los bienes municipales, hay que diferenciar entre los comunales y los de propios. Los comunales son de uso de todos los vecinos del municipio y, por lo general, eran terrenos de baja calidad, que servían para forraje, pastos, leña, frutos silvestres o pequeños cultivos. Los bienes de propios pertenecían a la corporación municipal, estaban arrendados a particulares y eran la fuente de ingresos más importante de los Ayuntamientos. La mayoría se vendieron con los decretos de Pascual Madoz en 1855, en la llamada Desamortización civil, que en breve plazo condujo a la propiedad particular los bienes de propios y, en muchos lugares, los comunales.
La Desamortización de Mendizábal (1836)
Mendizábal llegó al poder en 1835 (Regencia de Mª Cristina) y, para realizar sus proyectos, no deseaba actuar con el Parlamento, sino al margen de él. Cuando vio llegado el momento, solicitó un voto de confianza, disolvió las Cortes y gobernó por decretos. Desde su llegada al poder, lo que le preocupaba era garantizar la continuidad en el trono de Isabel II, es decir, el nuevo Estado liberal. Para ello, era condición necesaria acabar con las guerras carlistas y eliminar la deuda pública.
En febrero de 1836 se publicaba la primera de las dos grandes leyes desamortizadoras de la revolución liberal española y la que creó tanta polémica que se considera de desamortización por antonomasia. Fue la más importante de todas (no sólo por su volumen y la rapidez con que se llevó a cabo, sino también porque a partir de ese momento la desamortización fue un proceso irreversible) y afectó a los bienes eclesiásticos.
Los objetivos que Mendizábal pretendía conseguir con la Desamortización eran:
- Remediar la situación de la Hacienda pública, con gran cantidad de deudas.
- Obtener fondos para el reclutamiento de un gran ejército que le permitiera ganar la guerra a los carlistas.
- Dar origen a una clase de propietarios, que serían los más firmes sostenedores del régimen liberal.
- Dar movilidad a la propiedad de la tierra y favorecer el acceso a ella a sectores burgueses que pudieran capitalizarla, modernizarla y revalorizarla. Hay que destacar que la desamortización vino precedida de una reforma histórica, la supresión de la Mesta (fundada en Castilla en 1276), la asociación de ganaderos que había garantizado durante 500 años el predominio de los propietarios de rebaños trashumantes (los nobles) sobre los derechos agrícolas de los campesinos.
- Castigar a la Iglesia por su apoyo al carlismo.
Con ello, la propiedad de los bienes de la iglesia pasaría al mejor postor, es decir, al más rico (terratenientes y burgueses eran los únicos que en esos momentos tenían liquidez). Además, la forma de pago se hizo en “cómodos plazos”. Por lo que respecta a los campesinos, hay que decir que la mayoría no compraron tierras, aunque hay que precisar que la desamortización no pretendió ser en ningún momento una reforma agraria con reparto de tierras a los campesinos.
El proceso desamortizador fue menos rápido de lo que Mendizábal pensaba: primero hubo que incautarse de los bienes eclesiásticos (clero regular y secular), después hubo que hacer inventario, ordenar la distribución y organizar las subastas. A pesar de lo cual, las ventas se realizaron a buen ritmo hasta 1844 en que, con los moderados en el poder, decrecieron hasta suspenderse en 1851 como consecuencia del Concordato con la Santa Sede.