1. La Formación del Imperio Hispánico en el Siglo XVI
Carlos I y su Herencia
Carlos I nació en Gante en 1500. Era hijo de Juana la Loca y de Felipe I el Hermoso de Borgoña. A la muerte de Isabel I (1504), Juana heredó la Corona de Castilla, mientras que su padre, Fernando el Católico, continuó gobernando en Aragón. Tras la muerte de Felipe I (1506) y la enfermedad mental de Juana, Fernando asumió la regencia de Castilla hasta su muerte en 1516.
A continuación, Carlos I fue proclamado rey en Bruselas (1516) y llegó a España en septiembre de 1517. Con él comenzó la dinastía de Austria o de Habsburgo, que reinó hasta 1700. La herencia recibida por Carlos era inmensa:
- Herencia Materna: Recibió la Corona de Castilla (incluía además el reino de Navarra, Canarias, las plazas norteafricanas y las Indias) y de Aragón (incluía Baleares y las posesiones italianas: Cerdeña, Sicilia y Nápoles).
- Herencia Paterna: Recibió por parte de su abuelo, Maximiliano de Austria, los territorios austríacos y el derecho al Imperio alemán (será elegido emperador en 1519), y de María de Borgoña los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco-Condado, territorios ricos a nivel industrial y comercial.
A esto hay que añadir la expansión colonial en América y la incorporación del Milanesado y Filipinas durante su reinado.
Por lo tanto, Carlos I recibió un conglomerado de reinos de grandes dimensiones, alejados entre sí, con lenguas, culturas e instituciones diferentes, pero, sobre todo, con grandes diferencias económicas y muy distinto peso político en el contexto europeo. Cada reino mantenía sus leyes e instituciones de gobierno; solo estaban unidos en torno a un mismo soberano y la lealtad a una dinastía.
Felipe II y la Herencia
Felipe II heredó todos los territorios de su padre menos Austria y el derecho al Imperio alemán, pero sí conquistó Portugal.
2. El Movimiento de las Comunidades de Castilla
Aunque su presencia en el mundo rural fue destacable como movimiento antiseñorial, la revuelta de las Comunidades tuvo un marcado carácter urbano y municipalista, con claro dominio del patriciado hidalgo y letrado, en ciudades y villas como Toledo, Segovia, Ávila, Salamanca, Cuenca, Madrid y Guadalajara. La alta nobleza quedó, en principio, al margen de la revuelta para ponerse del lado del Emperador en cuanto el tono antiseñorial del movimiento provocó las primeras alarmas entre sus miembros.
Su programa aparece, ante todo, en los documentos y manifiestos de la Junta Santa de Ávila, constituida en septiembre de 1520, y su gran pretensión habría sido conseguir el apoyo efectivo de la reina Juana, retirada en Tordesillas, y cuya realeza plena reclaman los comuneros frente a los abusos de su hijo. Esta, sin duda, primera gran revuelta del siglo XVI (1520-1521) es una muestra del vigor de la postura particularista castellana frente al universalismo de la idea imperial de Carlos V y sus consejeros, quienes no consiguieron convencer en las Cortes de Santiago-La Coruña de los beneficios que para Castilla tendría la política carolina. Los comuneros defienden los privilegios y libertades del reino frente a la corte y al propio monarca, insistiendo en la necesidad de gobernar Castilla conforme a sus primeros fueros particulares, con el concurso de sus naturales (indigenato) y con el consentimiento de sus cortes privativas.
Sus caudillos más destacados fueron el regidor segoviano Juan Bravo, Francisco Maldonado, de Salamanca, y Juan Padilla, al frente de las milicias municipales de Toledo y quien asumió el mando de las fuerzas comuneras, convirtiéndose en el más importante jefe militar de los sublevados. El 23 de abril de 1521, los comuneros son derrotados por la caballería realista en Villalar; Padilla, Bravo y Maldonado serán ejecutados y solo la ciudad de Toledo mantendrá viva durante algún tiempo la revuelta. En octubre de 1522, Carlos I concede un Perdón General que pretendía recuperar definitivamente la paz en Castilla tras los «grandes movimientos y alteraciones que en ella ha habido y hubo en ausencia de mí, el Rey… a voz de comunidades».
Mientras en Castilla se preparaba y desarrollaba la revuelta comunera, en Valencia y Mallorca se producían las Germanías, un movimiento quizá menos peligroso políticamente al no contar los agermanados con gran cohesión programática, pero que localmente supuso una enorme convulsión contra el poder señorial y la minoría de origen musulmán.
3. Antonio Pérez y su Papel en el Reinado de Felipe II
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4. La Unidad Ibérica bajo Felipe II
Empresa secular que arranca de la época de los Reyes Católicos, quienes intentaron la unidad peninsular mediante su política matrimonial y, en concreto, mediante el casamiento de su hija María con Manuel el Afortunado, cuya descendiente Isabel será la esposa de Carlos I y la madre de Felipe II. Al quedar vacante el trono portugués a la muerte del último descendiente de la casa de Avís (el Cardenal Enrique), Felipe II alegó sus derechos sucesorios por parte de su madre Isabel frente al candidato Antonio, Prior de Crato, sobrino del Cardenal Enrique, al que tuvo que enfrentarse. Con el apoyo de la alta nobleza y clero, el duque de Alba invadió Portugal y logró que Felipe II consiguiera la corona en las Cortes de Tomar en 1581. Con Portugal se incorporó también su imperio colonial. Se mantuvo unido hasta 1640 (crisis secesionista).
5. La Armada Invencible
Felipe II dispuso la formación de una flota que llamó Grande y Felicísima Armada, cuya misión era facilitar el traslado desde Flandes a los Tercios españoles, los cuales serían los encargados de invadir Inglaterra. Esta invasión no pretendía la anexión de las islas británicas al Imperio español, sino la expulsión de Isabel I del trono inglés, y respondía a la ejecución de María Estuardo, a su política anti-española de piratería y de la Guerra de Flandes. Debía mandarla el almirante de Castilla, don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, pero murió poco antes de la partida de la flota, siendo sustituido a toda prisa por Alonso Pérez de Guzmán (VII duque de Medina-Sidonia), Grande de España. Estaba compuesta de 127 barcos que partieron de España, y de ellos, 122 barcos penetraron en el Canal de la Mancha.
La armada española fracasó en su misión fundamentalmente a causa del mal estado de la mar durante su travesía de retorno, los medios y la cartografía de la época. Sin embargo, la tradición, fuertemente arraigada en el mundo anglosajón y popularizada por él, sostiene que fue directamente la flota inglesa quien derrotó a la armada de España en combate, incluso aniquilándola, pero hoy se conoce que se trataron de naufragios en su mayoría ocasionados por la meteorología, y que tres cuartas partes de las naves (87 barcos) de la gran armada regresaron finalmente a salvo a puertos españoles, aunque efectivamente se frustró su misión de transportar desde Flandes los tercios españoles para la invasión de Inglaterra.