La Guerra de Cuba y la Pérdida de las Colonias
Sin embargo, la segunda mitad del siglo XIX trajo consigo un cambio importante en el estatus de las colonias españolas en América y el Pacífico. Tras la importante Guerra de Secesión, Estados Unidos decidió afrontar por primera vez una política imperialista en ambas zonas, especialmente en el Pacífico. Cuba, Puerto Rico y Filipinas se convirtieron en objetivos a controlar por los EEUU, debido a la debilidad española.
En este contexto, surgen los primeros movimientos independentistas, que muy pronto tendrían apoyo económico de los EEUU. Así, en 1868 estalla en Cuba el Grito de Yara, un movimiento urbano, burgués y liberal. Los distintos proyectos que se discutían en Madrid fueron rechazados durante la década de 1890, provocando la radicalización de los movimientos urbanos. En 1892, José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano. A partir de 1895, la insurrección se generaliza en Cuba y el apoyo norteamericano es indisimulable. En Filipinas, el levantamiento es paralelo, liderado por Emilio Aguinaldo.
Ante esto, la respuesta española fue la más absoluta represión, con construcción de campos de concentración y ejecuciones sumarias.
Guerra de Cuba y Pérdida de las Colonias
En 1897, gobernando Sagasta, la situación se hace insostenible. La insurrección se extiende al campo y los EEUU deciden pasar a la acción directa con la intención clara de sustituir el poder español en el Caribe y cortar la expansión española en el Pacífico.
En febrero de 1898, el acorazado norteamericano Maine es hundido en el puerto de La Habana mediante sabotaje. El gobierno estadounidense acusa al español del sabotaje y declara la guerra a España.
El conflicto fue desigual, breve y desastroso para España. Apenas hay batallas, pero sí muchas víctimas por enfermedades tropicales. El general Weyler tomó la iniciativa de concentrar a la población en campos de concentración. En Filipinas, dos derrotas totales acaban con la presencia española totalmente.
En diciembre de 1898 se firma la Paz de París; Cuba y Puerto Rico se independizan bajo el protectorado americano. Filipinas es cedida a EEUU, que impone un poder americano. Solo quedaron las Islas Marianas, que serían vendidas a EEUU en 1899. El imperio español desaparecía en plena carrera colonial europea, lo que supuso un efecto demoledor, sobre todo en la conciencia nacional.
Efectos del Desastre: Crisis del 98
El sentimiento general tras el desastre fue el abatimiento. Sin embargo, objetivamente la derrota no fue un desastre, porque no hubo ningún cambio político; incluso económicamente, tampoco fue un desastre, porque significó un gran ahorro en la hacienda pública. Aunque se perdieron mercados, se repatriaron capitales que pudieron ser invertidos en la economía nacional.
Crisis del 98
En la conciencia general cunde la idea de que ha llegado el momento de la decadencia definitiva. Esto también lleva aparejada una actitud de que era urgente recuperar la identidad nacional, y devolver al país su prestigio, su papel histórico y su tradicional importancia. Esta recuperación tiene que darse desde la autocrítica, de ahí la idea pesimista. En realidad, esta postura solo se expresa entre intelectuales, que se agrupan en torno a un nacionalismo español muy vinculado a los valores castellanos.
Evidentemente, esta crítica también afecta al sistema político imperial, criticándose así la falsedad de la nación y de nuevo entre los intelectuales va a prender el mito de la república.
Políticamente, el movimiento del 98 se expresa en el Regeneracionismo, que liderará el aragonés Joaquín Costa. Pretende devolver al país un papel digno en el concierto europeo, a partir de tres aspectos:
- El saneamiento de la hacienda.
- El aprovechamiento de los recursos propios.
- Gran renovación del sistema educativo, contando con la ilustración libre de enseñanza. Aquí destacará el papel de Francisco Giner de los Ríos.
El Regeneracionismo termina impregnando a los miembros de la clase política de todas las tendencias. Pero siempre entendió la renovación como una revolución desde arriba, es decir, hecha desde el poder.
La derrota provoca un importante giro en la política colonial, que se dirige ahora a Marruecos. Allí existen intereses estratégicos y económicos de la oligarquía y, sobre todo, la necesidad de devolver al país su propia autoestima. Además, la coyuntura internacional es favorable porque Francia había ocupado todo el Magreb, y aprovechando el recelo levantado en Inglaterra y Alemania, España crea un protectorado sobre la franja norte de Marruecos.
Inicialmente, la penetración es pacífica, pero a partir de 1909, el levantamiento de las tribus bereberes inicia una larguísima guerra que durará hasta 1927, la cual fue tremendamente impopular. No fue apoyada por los gobiernos, pero sí por el rey, que actuó como jefe del ejército y que en muchas ocasiones queda ante la opinión pública como responsable del desastre. Además, provoca un problema colateral: aparecen dos ejércitos: el peninsular y el africano.