La Inquisición
Fue un tribunal eclesiástico encargado de la persecución de la herejía, que se desarrolló en Europa a partir del siglo XII. La Inquisición española tiene una larga vida, que se extiende desde 1479 hasta 1834. La Inquisición desarrollada por los RR. CC. jugó un papel político, siendo un poderoso instrumento de control social al servicio del Estado monárquico. Estuvo vinculada al Estado y a la cabeza de la organización estaba el Inquisidor general y el Consejo Supremo. El territorio quedó dividido en distritos, en cada uno de los cuales había un tribunal. Sus procedimientos judiciales (proceso secreto, delación anónima…) y sus consecuencias (graves penas, confiscaciones, infamia…) generaban miedo y la convirtieron en una institución temible. Al principio se ocupó de los judeoconversos, después de los moriscos y, desde mediados del siglo XVI, de los cristianos viejos, tratando de conformar un modelo de religiosidad homogéneo en todo el país.
La Paz de Westfalia y el Declive Español
Durante los reinados de Carlos I y Felipe II quedó firmemente asentada la hegemonía de España en Europa y el Mediterráneo. El reinado de Felipe III transcurre en calma, pero en el de Felipe IV el declive en Europa será un hecho. En el interior hubo de hacer frente a las rebeliones de Cataluña y Portugal. En el exterior, los fracasos en la guerra de los Treinta Años (lucha por el predominio político en Europa, divisiones religiosas y políticas en Alemania) supone el fin de la hegemonía de los Austrias. Holanda, Dinamarca, Inglaterra, Suecia y, más tarde, Francia, serán los rivales de España y el Imperio alemán.
La paz de Westfalia (1648) reconoce el derecho de los príncipes alemanes a escoger la religión de sus estados y la independencia de Holanda, además de ventajas territoriales para Suecia. En la paz de los Pirineos (1659), se pone fin a la guerra con Francia, a la que se cedían el Rosellón, la Cerdaña y algunas plazas en los Países Bajos. Es el fin de la hegemonía en el continente, que pasa a manos de Francia, mientras el dominio de los mares lo ejercerán holandeses e ingleses.
Los Decretos de Nueva Planta y el Fin del Foralismo
Tras la muerte de Carlos II sin descendencia se planteó un problema sucesorio, que llevó a la guerra de Sucesión, donde se enfrentaron los dos pretendientes al trono, Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos, apoyados por las distintas potencias europeas, dado que el conflicto se internacionalizó. El triunfo de Felipe V supuso, siguiendo el modelo francés, una reorganización del Estado, que implicó una centralización política y administrativa. Con los decretos de Nueva Planta desaparecieron las instituciones políticas propias de los diversos territorios forales (Cortes, Diputación, Justicia), con la excepción del País Vasco y Navarra. Sólo pervivieron los fueros civiles en algunas regiones, como es el caso de Aragón. Los Borbones establecieron una estructura político-administrativa uniforme y centralista en todo el territorio, basada en el modelo de Castilla, lo que favoreció el absolutismo monárquico.
La Ilustración en España
La introducción de las ideas ilustradas en España fue lenta y tardía, sin duda por la falta de una pujante burguesía y las resistencias de sectores eclesiásticos y aristocráticos. Los ilustrados fueron un grupo reducido de intelectuales (Feijoo, Campomanes, Jovellanos, Conde de Aranda, Olavide, Floridablanca…) que analizaron la problemática de la nación y propusieron reformas con el objetivo de superar el atraso del país. De su seno, tras la correspondiente evolución, surgirá el pensamiento liberal que triunfará en el siglo XIX. Critican a la Iglesia, pero aspiran a una práctica religiosa más rigorista y defienden la capacidad del rey para intervenir en asuntos eclesiásticos (regalismo). Por otro lado, confían en el impulso reformista de la monarquía.
Entre las preocupaciones de los ilustrados está la educación, pues sólo la cultura podía sacar al país del atraso. En este terreno se enfrentaron a la Iglesia, que controlaba la educación, y defendieron la necesidad de una enseñanza útil y práctica, abierta a las nuevas ciencias y a las novedades del extranjero.
El atraso económico también les preocupó y censuraron el fuerte predominio de la propiedad aristocrática y eclesiástica, el excesivo control estatal de las actividades económicas y el desconocimiento de los nuevos avances técnicos que se divulgaban por Europa.
Los ilustrados criticaron los privilegios de la nobleza o el elevado número de eclesiásticos y defendieron la dignidad de los oficios mecánicos (fin de la deshonra legal del trabajo).
Los Señoríos
El señorío supone el dominio sobre tierras y hombres, delegado por el rey en otras personas o colectivos. El titular acumula jurisdicción, rentas y, casi siempre, patrimonio. Los titulares de los señoríos pueden ser nobles o eclesiásticos (órdenes militares, abades, obispos, cabildos, monasterios…). En virtud del señorío jurisdiccional los señores nombraban a las autoridades locales, ejercían la justicia y cobraban tributos. Era una fuente de poder político y económico.
El señorío jurisdiccional va acompañado de la existencia de derechos de propiedad sobre una parte de la tierra, lo que se traduce en el cobro de unos cánones por el uso de la misma por parte del campesino.
Los señoríos se originan en la Edad Media, frecuentemente como donaciones reales para pagar la colaboración en la Reconquista. Durante la Edad Moderna la creación de nuevos señoríos suele hacerse por medio de la enajenación de tierras de realengo. El resultado fue que miles de pueblos quedaron fuera de la autoridad directa de la corona.
Fueron abolidos a comienzos del siglo XIX por los liberales.
Características del Antiguo Régimen
La economía es fundamentalmente agraria, con una gran presencia de la nobleza y la Iglesia como propietarios. Además, los patrimonios de la nobleza están vinculados, no pueden venderse (mayorazgos), lo que dificulta el acceso a la tierra de los campesinos. Una buena parte de los campesinos vivían en señoríos, sometidos a la jurisdicción de los señores y debiendo abonar los correspondientes tributos por el uso de la tierra. La industria es artesanal y el comercio tiene serios obstáculos debido a la lentitud y carestía de los medios de transporte.
La sociedad se basa en el privilegio, en la desigualdad jurídica de los grupos privilegiados (nobleza, clero), y en el nivel económico de las personas, cuestiones no siempre coincidentes.
Su fin llegó con la irrupción del liberalismo y el triunfo del capitalismo.
El Militar Político en la España del Siglo XIX
Este ensayo histórico de naturaleza político-social se refiere al papel de los militares y su implicación política en la España del siglo XIX. El texto describe los rasgos generales del político-militar intervencionista frecuente durante el reinado de Isabel II. El autor toma como ejemplo a Narváez, un general y jefe del Partido Moderado. Alcanzó casi una década de gobierno y fue uno de los apoyos fundamentales de Isabel II. Según el autor, Narváez no tenía una verdadera formación política y no estaba capacitado debido a su formación militar basada en el orden. Además, el autor resalta que no es el único, sino que también hay muchos otros «espadones» con las mismas características. El marco cronológico del texto lo sitúa a principios del siglo XIX con la aparición de personajes como Narváez y O’Donnell. Este periodo transcurre durante la Revolución Liberal y el reinado de Isabel II. Tras superar la Guerra Carlista y la Regencia de María Cristina y de Espartero, España entra en la llamada Década Moderada, caracterizada por su estabilidad política. El moderantismo en España se traduce en una sociedad cuyo eje de poder son los terratenientes. La Constitución conservadora de 1845, con sufragio censitario y con amplios poderes de la corona y el ejército, caracterizó este periodo. Este periodo estuvo dominado por la figura de Narváez, el cual es citado por el autor como ejemplo de militar político cuyo régimen se basó en el autoritarismo, lo que supuso un obstáculo para la modernización del país.
La Construcción del Ferrocarril en la España del Siglo XIX
Este texto historiográfico de naturaleza económica analiza de manera crítica cómo fue la implantación del ferrocarril en España durante el siglo XIX, la cual califica como tardía y poco planificada, y plantea algunas de sus causas y consecuencias. El autor enmarca su análisis en el reinado de Isabel II y critica el escaso interés del gobierno moderado hasta la llegada al poder de los progresistas. Critica la rápida construcción del ferrocarril, que provocó consecuencias negativas. La Revolución Industrial en España fue muy atrasada y lenta, lo que provocó una baja productividad y escasa capacidad competitiva con el exterior. La entrada de capital extranjero desempeñó un papel fundamental, pero también tuvo consecuencias negativas, ya que los beneficios se exportaban sin lograr el beneficio buscado. El ferrocarril fue la alternativa a la deficiente red española de caminos y canales, aunque con retraso respecto a Europa. Los principales problemas fueron la escasez de capitales y tecnología propia, la orografía y condiciones naturales, y la dificultad de aprovisionamiento de combustible al principio. Los primeros ferrocarriles no tuvieron gran importancia hasta la Ley General de Ferrocarriles de 1855, que centralizó el ferrocarril hacia Madrid, los principales puertos y la frontera con Francia.