El Reinado de Isabel II: Oposición al Liberalismo y Guerras Carlistas

El Reinado de Isabel II: La Oposición al Liberalismo y la Cuestión Foral

La Oposición al Liberalismo: Carlismo y Guerra Civil

La Pragmática Sanción (1832), que anulaba la Ley Sálica por la que se impedía reinar a las mujeres, facilitaba a Isabel ser la heredera dinástica a la muerte de su padre, Fernando VII. Por lo tanto, Carlos María Isidro, su hermano, se quedaba sin derechos al trono. El 20 de junio de 1833, Isabel, con 3 años, juró como heredera, y a la muerte de Fernando VII, la reina María Cristina de Nápoles asumió la Regencia como reina gobernadora. Sin embargo, Carlos María Isidro no reconoció a Isabel, por lo que, con sus seguidores, protagonizó partidas carlistas.

La Primera Guerra Carlista (1833-1839) estalla al mes de morir Fernando VII. Se trata de una guerra dinástica y, a su vez, de un conflicto social e ideológico.

Los carlistas representan una sociedad arcaica y conservadora, en la que destaca la preeminencia de la Iglesia católica (Altar) y la expresión de la sociedad urbana antiliberal, contraria a sus costumbres y creencias tradicionalistas. El carlismo lo configuran el bajo clero, curas rurales, artesanado, oficiales y jefes realistas, defensores de la monarquía absolutista y la legitimidad dinástica. Carlos María Isidro, autoproclamado Carlos V, era apoyado por Rusia, Prusia y Austria.

Los isabelinos o cristinos son liberales moderados, configurados en su mayoría por el ejército, la alta jerarquía de la Iglesia, la burguesía ciudadana y profesionales liberales; apoyados por Francia, Portugal y Gran Bretaña.

Fases de la Primera Guerra Carlista:

  1. Primera fase: Mediante el Manifiesto de los Abrantes, Carlos V reclama los derechos dinásticos. Se produce una insurrección Vasco-navarra, y Carlos crea un Estado en Estella. Zumalacárregui tiene ciertos éxitos en las zonas rurales, pero no ocupa capitales, mediante un ejército de partidas realistas. Se produce el asedio de Bilbao, donde Zumalacárregui muere.
  2. Segunda fase: Se producen expediciones fuera del País Vasco, Navarra y el Maestrazgo, llegando a Oviedo, Santiago, Córdoba y Algeciras. Se realiza una expedición Real desde Estella hasta Madrid. Carlos V quería una solución negociada, pero se retira precipitadamente tras la toma de Bilbao por Espartero en la batalla de Luchana.
  3. Tercera fase: Es la iniciativa isabelina; pretenden una solución negociada de la guerra, lo que provocó resistencias por parte del sector duro del carlismo. Mediante el Abrazo de Vergara (1839) entre Maroto y Espartero, se pone fin a la 1ª Guerra Carlista. Habrá cierta resistencia en el Maestrazgo (Cabrera) y Espartero tomará Morella. Triunfaron las fuerzas cristianas y se creó un compromiso entre el ejército y el liberalismo.

La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) estuvo localizada fundamentalmente en Cataluña (Guerra dels matiners). Los partidarios del hijo de Carlos V, el conde de Montemolín (Carlos VI), dirigidos por Cabrera, llegaron a Barcelona y fueron derrotados. Se abre una crisis entre los carlistas, ya que el heredero Juan (hermano de Carlos VI) reconoce a Isabel II y se acerca a posturas liberales. Hasta 1860 perduraron algunos focos carlistas en zonas rurales y montañosas de Navarra, el País Vasco y Cataluña, que se rehacían tras cada derrota por el apoyo popular campesino y del clero rural.

La Tercera Guerra Carlista (1872-1876): Los carlistas (Carlos VII, sobrino de Carlos VI) atacaron, en 1872, al ejército liberal tras el acceso de Amadeo I. Carlos VII estableció una corte y un gobierno en Estella y creó una universidad, la casa de la moneda y un tribunal de justicia. Los carlistas vencen en Montejura y sitian Bilbao. La guerra se localizó en el Maestrazgo, País Vasco, Navarra y en Cataluña tomaron la Seo d’Urgell y Olot. Los carlistas fueron derrotados por las tropas de Martínez Campos en Cataluña y Tolosa, y por Primo de Rivera en Estella. La victoria liberal se produjo por la división interna del carlismo, tras la deserción de Cabrera; la superioridad bélica; y por la consolidación del régimen Alfonsino.

Consecuencias de las Guerras Carlistas:

  • La derrota del tradicionalismo carlista que pretendía el retorno a los fueros de los antiguos reinos, en contra de la idea liberal de uniformar y centralizar.
  • El fuerte sentimiento regionalista, tras la supresión de los fueros vascos con Alfonso XII. Sabina Arana fundó el PNV, lo que extrae el fuerismo como una consecuencia del independentismo.
  • El prestigio de los militares liberales y su inserción en la política del Estado (Espartero y Narváez).
  • El pesado lastre económico y la necesidad de captar recursos mediante las desamortizaciones.

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