Unión dinástica: Integración de las Coronas de Castilla y Aragón
El comienzo del reinado de Isabel en Castilla fue difícil, debido al conflicto sucesorio con Juana la Beltraneja, hija del anterior monarca Enrique IV, hermano de Isabel. Tras la victoria isabelina, especialmente después de la batalla del Toro, Isabel obtuvo el reconocimiento como reina de Castilla. El matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se celebró en 1469, pero no iniciaron su reinado conjunto hasta 1479, año en que finalizó la guerra civil en Castilla a favor de Isabel y Fernando heredó Aragón tras la muerte de su padre.
Aunque decidieron gobernar conjuntamente en todos sus territorios, la unión de Castilla y Aragón fue meramente dinástica: cada reino conservó sus propias leyes, monedas e instituciones. No se plantearon crear una monarquía unitaria y centralizada, aunque sí sentaron las bases de la monarquía autoritaria.
Existieron importantes diferencias entre ambas coronas: Castilla superaba a Aragón en extensión, riqueza económica y población. Castilla disfrutaba de una organización comercial potente y en crecimiento, en contraste con la crisis del comercio catalán. Además, Castilla era un estado unido (un gobierno, unas Cortes, una moneda y sin aduanas internas) con una monarquía no sometida a las Cortes, mientras que Aragón se dividía en tres reinos (Aragón, Cataluña y Valencia) con instituciones propias y una monarquía sometida a las Cortes (concepto feudal de pacto).
La conquista del Reino Nazarí y la incorporación del Reino de Navarra
La política exterior de los Reyes Católicos tenía un objetivo claro: unificar territorialmente la Península. La guerra de Granada supuso la incorporación a Castilla del último reducto musulmán de la Península y el fin de la Reconquista. Esta guerra duró once años, y tuvo como hechos significativos la conquista de Málaga y Baza, quedando los musulmanes reducidos a Granada, sus alrededores y la comarca de las Alpujarras. Para ocupar la capital del reino nazarí, los Reyes Católicos erigieron la fortaleza de Santa Fe.
La participación de la nobleza, junto a la Santa Hermandad, resultó fundamental, así como las luchas internas entre los bandos nobiliarios rivales y miembros de la familia real nazarí. El asedio final de la ciudad de Granada duró un año y su emir, Boabdil, negoció en secreto una rendición y unas generosas capitulaciones. El 2 de enero de 1492 los Reyes Católicos tomaron posesión de la Alhambra.
En cuanto a Navarra, tras la muerte de Isabel (1504), Fernando actuó como regente en Castilla y conquistó Navarra en 1512. Un ejército al mando del duque de Alba se adueñó del reino pirenaico, expulsando a sus reyes, Catalina y Juan de Albret. Finalmente, en las Cortes de Burgos de 1515, se declaró la unión de Navarra a la corona de Castilla. La anexión permitió que Navarra mantuviera sus fueros y privilegios. El rey Fernando murió en 1516.
La integración de las Canarias y la aproximación a Portugal
Antes del reinado de los Reyes Católicos, se habían incorporado a la Corona de Castilla, como señoríos particulares, Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Entre 1480 y 1496 se conquistaron las islas restantes (finalizando el control del archipiélago con la conquista de Tenerife), no mediante el envío de tropas reales, sino por el sistema de capitulaciones (aplicado posteriormente en América): un contrato con capitanes y eclesiásticos para que evangelizaran y ocuparan los nuevos territorios en nombre de la monarquía a cambio de beneficios o títulos.
Las islas Canarias fueron adquiriendo un interés creciente por su especialización en el cultivo de la caña de azúcar y por su situación estratégica en la ruta hacia América. Por el tratado de Alcaçovas (1479), Portugal reconoció a Isabel como reina de Castilla y los derechos castellanos sobre Canarias. A cambio, los Reyes Católicos reconocieron las pretensiones portuguesas sobre la costa africana, incluyendo el reino de Fez, las tierras de Guinea, las Azores, Madeira y Cabo Verde.
Esta aproximación a Portugal se enmarcaba en un objetivo más amplio: ensanchar la unidad dinástica castellano-aragonesa con la inclusión de Portugal. Para ello, casaron a su hija Isabel con Alfonso de Portugal y, al morir este, con el siguiente rey, Manuel el Afortunado. El hijo de ambos, Miguel, durante sus dos años de vida, fue el heredero de las tres coronas. El tratado de Tordesillas (1494) otorgó a Portugal la ruta que bordeaba África y la futura ocupación de Brasil. En este tratado se estableció una línea divisoria situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, entre los dominios transatlánticos de ambos reinos.
La organización del Estado: Instituciones de gobierno
Los Reyes Católicos transformaron una monarquía de carácter feudal (limitada por la nobleza y el clero) en una monarquía autoritaria capaz de imponer su voluntad por encima de cualquier grupo social mediante numerosos instrumentos de control. Primero, vencieron por las armas a la nobleza y a los grandes señores eclesiásticos, imponiendo su autoridad. Después, recuperaron parte del patrimonio real en manos de los señores y les exigieron sumisión política. Consolidaron los privilegios jurisdiccionales (señoríos) de nobles y eclesiásticos, o su poder en la Mesta.
Organizaron una serie de instituciones eficaces para afianzar la autoridad real. Crearon un ejército permanente y la Santa Hermandad (1479), una fuerza policial contra la delincuencia y el bandidaje en los municipios. Redujeron el poder de la nobleza apartándola de los cargos superiores de la administración, que fueron ocupados por juristas y letrados universitarios, y controlaron a las poderosas Órdenes Militares mediante la elección del rey como gran maestre de cada una de ellas.
La supervisión y el control del gobierno de las ciudades y villas castellanas se realizó a través de los corregidores, nombrados por el rey y costeados por el municipio. Asimismo, los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real, apartando a la gran nobleza e introduciendo letrados y secretarios procedentes de la baja nobleza y de la burguesía. Se sirvieron de las Cortes de Castilla, más fáciles de dominar que las de Aragón, para fortalecer su poder, solicitándoles subsidios e, incluso, promulgando numerosas leyes. Para reforzar la política exterior, crearon un cuerpo permanente que atendía los asuntos diplomáticos.
La proyección exterior: Política italiana y norteafricana
Como todos los monarcas autoritarios, los Reyes Católicos dedicaron amplios esfuerzos a la política exterior. Los intereses de Castilla se volcaron en el Atlántico, y los de Aragón en el Mediterráneo. En primer lugar, realizaron una intensa política matrimonial, mediante la formalización de alianzas con diversos reinos europeos:
- Con el Imperio alemán, al casar a su hijo Juan con Margarita de Austria y a Juana con Felipe de Austria, hijos del emperador Maximiliano I.
- Con Inglaterra, al casar a otra hija, Catalina, con el futuro monarca Arturo y, al morir este, con su hermano Enrique VIII.
- Con Portugal, a través de un complejo proceso de diversos tratados y por el matrimonio del rey de Portugal, Manuel el Afortunado, con una de sus hijas, Isabel primero, y después con otra, María.
La habilidad diplomática del rey Fernando permitió la recuperación de los territorios del Rosellón y la Cerdaña, que su padre, Juan II, había cedido al rey de Francia. Posteriormente, se organizó un poderoso ejército, al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, que venció a los franceses y permitió el dominio de la Corona de Aragón sobre Nápoles (1504). Para frenar el avance musulmán, los aragoneses llevaron a cabo una intensa actividad de conquistas, que les aseguró el dominio de la costa de África: Orán, Argel, Bugía y Trípoli, que se sumaban a Melilla, ya conquistada en 1496.