1. El sistema político de la restauración
Los grupos conservadores aceptaron la restauración de los Borbones porque esperaban que la nueva monarquía devolviera la estabilidad política y pondría fin al intento de revolución democrática y social en España. Cánovas se propuso dos objetivos: elaborar una constitución que fijase un sistema político bipartidista y que pacificase el país poniendo fin a la guerra en Cuba y a la carlista. La primera medida de importancia fue la convocatoria a cortes constituyentes. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, aceptó que estas primeras elecciones se realizases por ese sistema, aunque se volvería al sufragio censitario. La constitución de 1876 muestra un liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario, y soberanía compartida por cortes y senado. Carácter conservador. Consideraba a la monarquía como institución superior que constituía un poder moderador. Por ello, se establecía la soberanía compartida y el rey tenía amplios poderes. Las cortes eran bicamerales, al principio el sufragio era censitario, pero en 1890, con el partido liberal al frente, se aprobó el sufragio universal masculino. España era un Estado católico. Esta constitución contaba con una declaración de derechos. Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y la alternancia al poder. Se prefería un turno pacífico entre los partidos que aseguraría la estabilidad institucional. El ejército quedó subordinado al poder civil, así se eliminaba el problema a los pronunciamientos militares. La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras cubana y carlista, que puso su fin en 1879 cuando Carlos VII cruzó la frontera francesa hacia el exilio. Con la reinstauración borbónica, muchos carlistas reconocieron a Alfonso XII. La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abdición definitiva del régimen floral. El fin de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la guerra de los diez años, en 1878 se firmó la paz de Zanjón, en la que se incluía una amplia amnistía, pero su retraso o incumplimiento, provocó el inicio en 1879 de la guerra chiquita y la posterior insurrección de 1895.
2. La vida política y la alternancia en el poder
Cánovas había sido el principal dirigente del partido alfonsino, que durante el sexenio había defendido la restauración. Con el regreso de Alfonso XII, lo transformó en el partido conservador. Su proyecto bipartidista requería de otro partido más progresista, y él mismo propuso a Sagasta para su formación. Sería el partido liberal. Ambos tenían que juntar a todos los grupos, con el único requisito de aceptar la monarquía añfonsina y la alternancia. Se les conoce como partidos dinásticos. Conservadores y liberales coincidían en lo fundamental pero diferían en algunos aspectos. En cuanto a su actuación política, las diferencias eran escasas. La alternancia en el poder tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional. De este modo, cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y perdía la confianza de las cortes, el monarca llamaba a la oposición a formar gobierno. El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante 20 años gracias a la corrupción electoral y a la influencia de los caciques sobre los individuos. La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, que se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario. Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con los gobernantes civiles. Al conjunto de trampas electorales se les conoce como pucherazo. Entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad. En 1884, Cánovas volvió al poder, pero el temor a una posible desestabilización del sistema político tras la muerte de Alfonso XII, impulsó a un acuerdo entre ambos partidos, el pacto del pardo, cuya finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía. Durante la regencia, el partido liberal gobernó más tiempo, el llamado gobierno largo de Sagasta, en el que los liberales impulsaron una importante obra reformista. Pero la reforma de mayor trascendencia fue la implantación del sufragio universal masculino en 1890. En la última década del siglo, se mantuvo el turno pacífico de partidos. En 1895, Cánovas asumió la presidencia hasta 1897, cuando lo asesinaron.
3. Las fuerzas políticas marginadas del sistema
Tras el fracaso de la experiencia del sexenio, el republicanismo tuvo que hacer frente a varios aspectos y los republicanos estaban divididos en fuertes tendencias. Castelar evolucionó hacia posturas más moderadas. Convencido de que la restauración garantizaría el orden social, consideró posible que la monarquía asumiese algunos principios republicanos y formó el partido republicano posibilista. Zorrilla, más radical, formó el partido republicano progresista. Salmerón acabó el partido republicano centralista. El republicanismo más fiel a su ideario inicial fue el partido republicano federal, cuyo líder era Pi y Margal, y tenía gran apoyo popular. El sufragio universal masculino estimuló la formación de alianzas electorales. A pesar de que esto permitió aumentar los escaños, perdió parte de sus antiguas bases sociales y tuvo que luchar por votos populares con el PSOE. Tras la derrota carlista en 1876, Carlos de Borbón fue obligado a dejar España. Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, País Vasco y Cataluña. La renovación del partido corría a manos de Juan Vázquez de Melia, quien en 1886 propuso un programa adaptado a la nueva situación política. La propuesta carlista renovada mantenía algunos principios de sus inicios. Ramón Nocedal protagonizó una escisión en 1888 y fundó el partido católico nacional, que fue un simple partido católico integrista. En 1881 se fundo la Unión Católica, liderada por Alejandro Pidal. Era un partido conservador y católico, crítico con los conservadores. Los liberales también se separaron y Serrano en 1882 creó la Izquierda Dinástica. Estos nuevos partidos tuvieron escaso apoyo social.
4. El surgimiento de Nacionalismos y Regionalismos
Nacionalismo catalán
Cataluña fue la primera región que desarrolló un movimiento regionalista. La gran industrialización propició el nacimiento de una influyente burguesía que sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los gobiernos y defendió el proteccionismo. A mediados del s. XIX, nació la Renaixença, cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad catalanas. Así el catalanismo surgió de la unión del progreso económico y el renacimiento cultural. En la década de 1880 se desarrolló un catalanismo político. Un paso muy importante en su consolidación fue la elaboración de las bases de Manresa, un documento producido por la unión catalanista, que proponía la consecución de un poder catalán como resultado de un pacto con la corona. El regionalismo pasó a ser nacionalismo. Con la crisis de la reinstauración, la burguesía catalana quería tener su propia representación. Así en 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, que aspiraba a participar activamente en política y defender el catalanismo.
Nacionalismo vasco
Surgió en la década de 1890. Su gran propulsor fue Sabino de Arana. Él creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la llegada de inmigrantes procedentes del resto de España. Las propuestas de Arana prendieron en varios sectores, sobre todo la pequeña burguesía y en 1895 creó el partido nacionalista vasco. Estaba marcado por un gran sentimiento católico y de defensa de la tradición, propulsando la lengua y las costumbres vascas. En un primer momento el PIUV se declaró independentista, pero evolucionó al autonomismo.
Nacionalismo gallego
Tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el s. XX. El afán por convertir la lengua gallega rural en literaria dio lugar al Rexurdimento, cuya figura literaria fue Rosalía de Castro. Unas minorías empezaron a responsabilizar del atraco económico a la subordinación de Galicia, lo que forzaba la emigración. En la última etapa de la Restauración, fue adquiriendo un carácter más político, pero fue minoritario.
Valencianismo, aragonesismo y andalucismo
Surgieron bien entrado el s. XX y fueron sobre todo movimientos culturales, en defensa de sus valores. Tuvieron escaso apoyo popular.
5. La guerra en Ultramar
Tras la paz de Zanjón los cubanos esperaban una serie de reformas, que no se tomaron en consideración. Siguiendo el modelo bipartidista español, se crearon la unión constitucional y el partido autonomista, que pedía la autonomía de la isla y reformas. Sagasta concretó la abdición formal de la esclavitud (1888). La ineficacia de la administración para introducir reformas en la colonia estimuló los deseos de emancipación y de independentismo. En 1893, José Martí fundó el partido revolucionario cubano, cuyo objetivo era la independencia y en seguida consiguió el apoyo de EEUU. En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para productos importados a la isla que no fuesen de la península. Ello provocó un gran descontento a EEUU y el presidente norteamericano William Mckinley manifestó su protesta ante la situación. En 1879 se produjo la guerra chiquita, que acabó rápido por la superioridad española. En 1895, el grito de Baire dio inicio a un levantamiento que se extendió por toda la isla. Cánovas puso un ejército al mando de Martínez Campos para pacificar la isla. Campos no consiguió controlar la rebelión y fue sustituido por Weyler que inició una dura represión. En el plano militar, la guerra no era favorable a los españoles, que ni estaban entrenados para hacer frente a una guerra de este tipo, ni el ejército contaba con los medios adecuados. En 1897, tras el asesinato de Cánovas y conscientes del fracaso, el nuevo gobierno puso al mando al general Blanco, e inició una estrategia de conciliación, par pactar un acuerdo para mantener la soberanía española y evitar el conflicto con EEUU. Para ello se decretó la autonomía de Cuba, entre otras reformas, pero llegaron tarde. Al mismo tiempo, en 1896 se produjo una rebelión en las Filipinas. Los intereses económicos eran menores que en Cuba pero era una puerta de intercambios con Asia. El interés de EEUU por Cuba había llevado a hacer diversas proposiciones de compra de la isla, pero España las rechazaba. El presidente estadounidense dio su apoyo a los insurrectos. Con el desastre del acorazado estadounidense Maine, EEUU dio un ultimátum a España, que no aceptó. Comenzaba así la guerra hispano-norteamericana. Tras varias derrotas españolas, en 1898 se firmó la paz de París, por la cual España Abandonaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaba a ser un protectorado norteamericano
6. Consecuencias del desastre del 98
A pesar de la envergadura de la crisis de 1898, sus repercusiones inmediatas, sobre todo la metrópoli, fueron menores de lo esperado. Tampoco aconteció la gran crisis política que se había vaticinado y el sistema de la restauración sobrevivió. Estimuló el crecimiento de movimientos nacionalistas. Fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un fuerte impacto psicológico entre la población. El fracaso de la revolución se consideró una gran oportunidad perdida para modernizar el país. Este era el sentimiento de varios intelectuales que se unieron en la institución libre de enseñanza. Algunos intelectuales consideraban que la sociedad y política españolas no favorecían la modernización ni el desarrollo de la ciencia. Esta corriente acabó conociéndose como regeneracionismo. Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo y cultural del país. Asimismo, un grupo de literarios y pensadores intentaron analizar el problema de España en un sentido muy crítico y en tono pesimista. El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la restauración tal y como lo había diseñado Cánovas. La política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos
1. Evolución demográfica
La transición demográfica fue un fenómeno común a todos los países que experimentaron un proceso de industrialización. Este cambio demográfico se caracterizó por el descenso, primero de la mortalidad y después de la natalidad. Al inicio hubo un intenso crecimiento de la población, pero luego con el descenso de los nacimientos el crecimiento fue más moderado, iniciando el ciclo demográfico moderno. La mortalidad descendió por la mejora en la alimentación e higiene, así la esperanza de vida aumentó. El descenso de la natalidad fue más lento y se debió al mayor nivel de urbanización y la planificación familiar. Como resultado de la evolución de estas variables, la población española creció bastante. Sin embargo, la modernización de la demografía tuvo retraso respecto del resto de países europeos. Al inicio del s. XX, mucha población española emigró, sobre todo a América latina como consecuencia de la escasez de transformaciones económicas y por la mejora de la navegación. También se produjo una expansión de las migraciones interiores, hacia Madrid y Barcelona y en menor medida hacia Bilbao y Sevilla. Estas migraciones interiores dieron lugar a la intensificación de la urbanización y a la pérdida de peso de los núcleos rurales. El proceso de urbanización de la población española, aunque fue considerable, resultó ser bastante más lento que en otros países de Europa.
2. Atraso agrario y conflictividad campesina
La agricultura española inició el s. XX haciéndole frente a la crisis agraria extendida por Europa. Con una agricultura orientada sobre todo al cultivo del cereal, España acusó a la crisis cerealista más fuertemente que otros países. La causa de la crisis fue la llegada de productos de países con una agricultura extensiva más competitiva. El resultado eran precios más bajos que los europeos, lo que aprovechó la población. En algunas de las regiones productoras, la reducción de ingresos conllevó la caída de beneficios. Esta disminución de beneficios derivó en el descenso de salarios, lo que provocó un período de agitaciones campesinas. Esta crisis fue acompañada de la crisis de la vicultura en Francia, lo que hizo aumentar las exportaciones de vino español. Pero la plaga que había afectado a las viñas francesas llegó a España, arrasando con todas las viñas. Se replantaron los viñedos con una capa americana inmune a la plaga. La crisis agraria se superó gracias a nuevas barreras arancelarias y al crecimiento de la producción. La producción de cereales se consolidó como el principal cultivo en el campo español. Los escasos rendimientos provocaban precios elevados, por lo que la renta disponible para demandar productos manufacturados bajó, lo que obstaculizó el crecimiento industrial. Los cultivos más dinámicos, orientados en gran parte a la exportación eran la viña, el olivo, los cítricos, los frutales y las hortalizas. En la zona de Valencia, el desarrollo agrícola generó el estímulo de realizar actividades industriales relacionadas con productos químicos para el campo. En la zona cantábrica, la producción ganadera aumentó. La situación del campo español estuvo marcada por la gran desigualdad en la estructura de la propiedad de la tierra. Los propietarios de los grandes latifundios no tenían mucho interés por el cultivo eficiente de sus tierras. La gran masa de campesinos sin tierras frente a esta minoría de propietarios, provocó una gran conflictividad social. Esta movilización fue vinculándose cada vez más a la necesidad de una reforma agraria que permitiese a los campesinos acceder a las tierras. Los minifundios en Galicia tan solo permitían la subsistencia, impedía ganar beneficios. Todo ello llevó a muchos a emigrar. Los diferentes gobiernos fueron conscientes del atraso del campo español, los obstáculos que provocaba para el crecimiento económico del país. El aumento del regadío se veía como un elemento imprescindible para superar las condiciones climáticas. Sin embargo, el gran problema era el gran número de campesinos sin tierras. Se promulgaron algunas leyes, medidas insuficientes, y además los grandes propietarios ejercían una gran presión ante cualquier intento de reforma agraria
3. Los progresos de la industria
Algunas de las causas que provocaron cambios en la economía española fueron la difusión de la electricidad y el petróleo. Esta revolución tecnológica permitió vencer la carencia de fuentes de energía. El avance de la electrificación en España se produjo en dos etapas, primero la iluminación pública y luego se extendió a uso industrial. El avance en la refinería de petróleo abrió paso al automóvil. También, en esta época, se produjo la expansión del telégrafo, el teléfono y la radio, que se concentraron en las ciudades. La estructura industrial experimentó una importante transformación con la aparición de nuevas industrias y la consolidación de las ya existentes. Entre los sectores tradicionales, el textil fue perdiendo peso. Las industrias alimentarias también retrocedieron. La industria química se consolidó gracias a los fertilizantes, medicamentos. La industria siderúrgica vizcaína creció considerablemente y en 1902 se creó la sociedad anónima Altos Hornos de Vizcaya. En Cantabria se constituyó la empresa siderúrgica Nueva Montaña SA y en Sagunto los Altos Hornos del Mediterráneo. Entre las nuevas industrias sobresale la industria eléctrica. La producción eléctrica se concentró en el grupo Barcelona Traction. También creció la industria metalúrgica, gracias al automóvil y al electrodoméstico. La empresa automovilística pionera en España fue la hispano suiza. El crecimiento del parque automovilístico estimuló la creación de empresas de refinado, como Campsa. La construcción experimentó un gran empuje con la consolidación de la industria del cemento. Durante este primer tercio de siglo, la industrialización se extendió por el país. Madrid se convirtió, junto a Cataluña y País Vasco, en la tercera región industrial más importante del país. En la cornisa cantábrica se estableció la industria siderúrgica y en Valencia la de muebles y juguetes. Esta difusión industrial no puso fin a los desequilibrios en la distribución de las rentas entre las distintas zonas. En esta época el estado intervenía mucho en la economía. A veces, las empresas establecían acuerdos para fijar precios y repartirse el mercado mediante cuotas, esto suponía en España unos precios de venta mayores que en otros países. El estado dio ayudas, para estimular la inversión privada en industrias más avanzadas, y el aumento del proteccionismo. Estas medidas protectoras tuvieron efectos negativos en la economía, pero también efectos positivos. La mejora de los caminos y carreteras absorbió la mayor parte de la inversión del estado. Los km de carretera aumentaron, la red telegráfica también aumentó y la telefonía. Las inversiones del estado hicieron aumentar el gesto público.
4. La evolución de la economía
El s. XX se inició con las consecuencias del desastre del 98, que puso fin al imperio español. A pesar de ello y de la deuda contraída por la guerra, la crisis se superó con rapidez. En los primeros años del siglo la inflación fue baja, una reducción de la deuda pública y la repatriación de muchos capitales, que estimularon la creación de nuevos bancos y empresas. La neutralidad española durante la 1 guerra mundial propició una importante expansión económica. El incremento de la demanda exterior estimuló el crecimiento de la producción. Por primera vez, la balanza de pagos española tuvo un saldo positivo. Pero el crecimiento de la demanda aumentó los precios, lo que provocó un proceso inflacionario. Las clases populares empeoraron su nivel de vida, lo que provocó huelgas y reivindicaciones obreras. El fin de la guerra provocó una fuerte crisis, lo que hizo aumentar el descontento social. En 1929 se inició una depresión económica mundial por el crack de la bolsa de Nueva York debido al hundimiento del valor de las acciones. Tuvo menor repercusión en España por el poco comercio exterior que poseía debido al proteccionismo. Se dejó sentir en las industrias que exportaban al exterior. La crisis internacional repercutió de manera relativa en España gracias a la depreciación de la peseta, pues, al reducirse los precios españoles en moneda extranjera, mejoró la competitividad de las exportaciones.
5. Los cambios sociales
A pesar de la modernización de la economía española, el mundo rural siguió teniendo gran importancia. Entre los grandes propietarios agrarios se pueden distinguir: la vieja aristocracia, que aumentó su patrimonio con nuevas tierras; la burguesía financiera, aumentó su patrimonio rural pero vivía en las ciudades; y la burguesía agraria, vivía en el medio rural y aumentó su patrimonio gracias a las desamortizaciones. En La Mancha, Andalucía y Extremadura existía una poderosa oligarquía agraria mientras que en el resto del país, predominaba la pequeña y mediana propiedad. El campesinado español era mayor que el del resto de países y se clasificaban en propietarios, arrendatarios y jornaleros. Su situación dependía de la forma de propiedad existente en cada zona. En Cataluña eran propietarios de mediana propiedad o arrendatarios estables. En Extremadura eran pequeños arrendatarios de yuntas y en Andalucía, con los latifundios, predominaban los jornaleros. En España, la burguesía industrial era menor, pero con la industrialización, este grupo creció y consolidó la burguesía financiera, con nuevos negocios. Este desarrollo comercial, financiero comportó el desarrollo de las clases medias, que era un grupo muy heterogéneo. Los obreros industriales constituían el grueso de las capas urbanas. Su número había crecido por la industrialización y el éxodo rural. La gran mayoría se concentraban en las grandes zonas industriales. El desarrollo de las ciudades y de la sociedad, comportó la imposición de nuevos valores sociales y nuevas formas de sociabilidad, ocio y cultura. Esto contribuyó a la extensión de las formas de transporte y el crecimiento de los medios de comunicación. Uno de los aspectos más importantes fue la mejora de la cualificación educativa, lo que hizo aumentar el hábito de la lectura. Se crearon nuevas asociaciones de ocio y se extendió la práctica del excursionismo y el deporte del aire libre. La más importante de las nuevas formas de entretenimiento fue el cine, que tuvo un gran éxito popular.