Sindicalismo y Estatismo en el Siglo XX

El Sindicalismo Revolucionario

Surgido por la decepción ante el sindicalismo de la US y la política reformista y parlamentaria en tiempos de crisis, el sindicalismo revolucionario se caracterizó por la ruptura con la US. Su objetivo era la eliminación del sistema capitalista a través de la lucha sindical, prefiriendo el conflicto directo mediante la agitación, el sabotaje y el boicot. Mostraban hostilidad hacia la patronal y el régimen político, aunque realizaban pactos ocasionales debido a sus debilidades organizativas. Buena parte del sindicalismo rechazaba la vida política. Frank Little decía que los trabajadores nunca alcanzarían sus objetivos por medio de un partido político.

Sindicalismo Comunista

En febrero de 1917, la revolución en Rusia acabó con el zarismo y proclamó la república parlamentaria y democrática con un gobierno provisional dirigido por Kerenski, que continuó la alianza con los países democráticos. Los bolcheviques, con su programa de paz, tenían la intención de derribar la república e implantar una dictadura, lo cual intentaron sin éxito en 1917. En octubre de 1917, tomaron Petrogrado y pusieron en marcha los Soviets donde el gobierno no llegaba, implantando sus propias normas. A pesar de esto, continuaron con la convocatoria de la asamblea constituyente, en la que ganaron los socialrevolucionarios. Los hombres de Lenin, decididos a no abandonar el poder, dieron un golpe de estado, instaurando la dictadura. Consolidaron su dominio mediante la eliminación del adversario y la creación de la Cheka. La idea de la revolución mundial les llevó a crear la Tercera Internacional. En enero de 1919, lanzaron una invitación a un congreso, firmada por Lenin y Trotsky, para que los países socialistas adoptaran el método bolchevique. Los estados occidentales, reunidos en Berna en febrero de 1919, se mantuvieron fieles a la democracia. La conferencia de Moscú creó la Tercera Internacional, formulando 21 condiciones para las organizaciones, como el rechazo a la colaboración con las democracias y la depuración de puestos de dirección para ser ocupados por comunistas. En el plano político, impulsaron la creación de partidos comunistas. Sin embargo, fracasaron en su intento de bolchevizar la CGT francesa, lo que llevó a la formación de la CGTU y a la retirada de los anarquistas.

Sindicalismo Anarquista

El sindicalismo anarquista buscaba sustituir el capitalismo por la autogestión de los centros de producción, como en la CGT francesa y la CNT española. Tuvo mayor importancia en países como España e Italia, calando entre trabajadores temporeros y aquellos cuyas condiciones habían variado por la reestructuración del capitalismo a finales del siglo XIX y principios del XX. Los principales sindicatos fueron la CGT, la CNT y la Unione Sindicale Italiana, que participó en el bienio rojo. En Alemania, destacaron los Arbeiterunionem.

Sindicalismo Fascista

Mussolini, influenciado por Vilfredo Pareto y su teoría de las élites, evolucionó hacia el sindicalismo revolucionario, con una lucha de clases anticapitalista, antidemocrática y antiparlamentaria. Decepcionado con la colaboración del sindicalismo con el capitalismo y la democracia, el fascismo buscaba sustituir el estado de ciudadanos por el estado de productores, basado en el corporativismo. Bottai, miembro de los Fasci da Combattimento, concibió el estado corporativo y creó en 1932 el Istituto Nazionale per la Previdenza. En 1922, se creó Lavoro d’Italia para formar una asociación de productores con empleadores y empleados. Su monopolio se decretó en 1926 con la ley de disciplina jurídica de las relaciones colectivas del trabajo. La magistratura del trabajo regulaba los conflictos laborales. Las corporaciones representaban los intereses de empleadores y trabajadores como organismos del estado.

El Estatismo

El estatismo buscaba la adecuación del papel del estado en la cuestión social, como instrumento para resolver problemas. Se destacan cuatro modelos: Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y Suecia.

República de Weimar

Alemania continuó con el estado social, asignando derechos sociales al individuo y dando a los sindicatos un carácter institucional, estableciendo su derecho a participar en la configuración de las relaciones laborales. La Constitución de 1919 reconoció el contenido de los acuerdos entre organizaciones patronales y obreras, estableciendo el derecho de los sindicatos a la autonomía. La ley de comités de empresa de 1920 otorgó derechos de cogestión a las empresas. El planteamiento gubernamental era la colaboración de sindicatos y empresarios en la desmovilización y la creación de empleo. Esta estabilidad duró hasta 1923, cuando la estabilización de la moneda expuso la economía alemana a la competencia internacional, lo que llevó a la ruptura del compromiso salarial y de jornada, aumentando la conflictividad laboral.

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