Las Guerras Carlistas (1833-1876)
Con la muerte de Fernando VII, el infante Don Carlos exige el trono frente a su sobrina Isabel. La minoría de edad de Isabel II lleva a su madre, María Cristina, a ejercer la regencia. Este enfrentamiento dará lugar a tres guerras:
- La 1ª Guerra Carlista (1833-1840)
- La 2ª Guerra Carlista (1846-1849), llamada la Década Moderada
- La 3ª Guerra Carlista (1873-1875), coincidiendo con el reinado de Amadeo de Saboya, la 1ª República Española y el comienzo del reinado de Alfonso XII.
Bases ideológicas del carlismo:
El carlismo representa una postura antiliberal que defiende:
- El fortalecimiento del poder real.
- Una estrecha alianza con la Iglesia.
- El sentimiento foral y la autonomía regional.
El carlismo fue apoyado por la pequeña nobleza y el campesinado del norte, principalmente en Cataluña, Valencia, Aragón y Navarra.
La Primera Guerra Carlista (1833-1840):
El ejército carlista era una pequeña tropa de profesionales que utilizaba la guerrilla. El ejército isabelino era más numeroso y mejor organizado. Los primeros movimientos estratégicos se dieron en el territorio vasco y Navarra, al frente de las tropas carlistas con el militar Zumalacárregui, quien tuvo cierto éxito y planteó conquistar Bilbao, pero fracasó y murió. Esto no impidió que el movimiento carlista se extendiera hasta Cataluña, alcanzando Madrid, Extremadura y Andalucía. Más tarde, Espartero, al frente de las tropas isabelinas, conseguirá tomar Bilbao y obtener otras victorias. Surgen diferencias entre el general Maroto y el infante Carlos. El general Maroto firmará la paz por separado con el general Espartero en el Convenio de Vergara en 1839. El infante Don Carlos se exilia y solo queda un pequeño núcleo de carlistas en la región del Maestrazgo con el general Cabrera, pero en 1840 será derrotado.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Con la muerte de Fernando VII se llega a la coronación de Isabel II. Debido a su minoría de edad, la regencia la ejercerá su madre, coincidiendo con el inicio de la 1ª Guerra Carlista. La regente lleva a cabo algunas transformaciones administrativas, pero sin alterar el sistema político. Por eso nombra como primer ministro a Cea Bermúdez, un absolutista moderado. Su ministro Javier de Burgos divide España en 49 provincias, situando al frente de cada una de ellas a un gobernador civil. Dichas reformas fueron más administrativas que políticas y no parecen suficientes a los liberales más progresistas que vuelven de París y Londres y cuentan con el apoyo de militares y sectores sociales. Dicha presión hace cesar a Cea Bermúdez y es sustituido por Martínez de la Rosa, apoyado por élites políticas, militares y económicas. Se busca un compromiso que finalmente será la publicación del Estatuto Real de 1834, por lo que la monarquía deja de ser absolutista y se instala en un régimen liberal. Este es apoyado por un sector moderado, pero no por los progresistas que exigían una constitución de soberanía nacional y convocatoria de Cortes. A partir de aquí, la unidad de los liberales queda rota entre liberales moderados y progresistas. La actuación política, unida a los fracasos en las guerras carlistas y una actividad mayor de las clases medias urbanas y populares que se identifican con el sector avanzado de los progresistas, dará lugar a un movimiento revolucionario al que se unirá la Milicia Nacional. Esto provocará la aparición de Juntas revolucionarias que rechazan el Estatuto, exigen la convocatoria de Cortes, una nueva ley electoral, libertad de imprenta, etc. Esto, unido a grandes revueltas como la quema de conventos y asesinatos de frailes, llevará a la regente a cesar a Martínez de la Rosa y sustituirlo por Juan Álvarez de Mendizábal, que había sido ministro de Hacienda. Este asumirá los ministerios de Estado, Hacienda, Guerra y Marina. Accede al poder en un momento crítico: el auge del liberalismo más progresista. Mendizábal intenta imponer la monarquía constitucional, pero necesita liquidar el sistema de propiedad feudal (señoríos, mayorazgos y bienes de la Iglesia) y concluir la guerra carlista por falta de fondos. Su gobierno redacta la Constitución de 1837 y la desamortización de bienes eclesiásticos que afecta al clero regular y al secular.
La Desamortización
Objetivos políticos:
- Buscar el apoyo de una burguesía liberal a la causa de Isabel II.
- Satisfacer a esa burguesía propietaria.
- Buscar el apoyo de las Juntas revolucionarias y otros grupos sociales.
Carácter económico:
- Recaudar fondos para concluir la guerra carlista.
- Amortizar la deuda pública generada en décadas anteriores.
- Disminuir la influencia de la Iglesia.
Modo en que se desarrolla la desamortización:
- La desconfianza de los potenciales compradores con la que fue recibida la desamortización.
- Un exceso de oferta que provocó que los precios bajasen en el mercado.
- Se permitió el pago de estas compras con títulos de deuda pública.
Consecuencias de la desamortización:
- Se vendieron los bienes desamortizados a un precio inferior al real.
- No se recaudó la cantidad estimada. Estaba previsto levantar un ejército de 100.000 soldados y se obtuvo 50.000.
- La gran beneficiada fue la burguesía capitalista, que acumuló propiedades, al igual que la nobleza.
- Se les reconocerá la propiedad sobre las tierras disputadas entre nobles y arrendatarios o colonos, ya que se planteó en las Cortes de Cádiz.
- Un gran cambio en el urbanismo de las ciudades: inmuebles puestos a la venta se verán edificados y reedificados.
- La pérdida de un patrimonio artístico y cultural que afectó a bienes arquitectónicos, escultura, pintura, bibliotecas, etc.
Mendizábal, además de la desamortización, lleva a cabo cambios políticos y modifica el Estatuto Real, lo que dará lugar a dos tendencias: el Partido Moderado y el Partido Progresista. El Partido Moderado defiende una monarquía constitucional con poderes ejecutivos, una soberanía compartida, libertades individuales, sufragio censitario y un Estado centralizado, con personajes como los generales Narváez, O’Donnell y Serrano. Ante el deseo de modificar el Estatuto, la Regente mostrará su oposición, disolverá las Cortes y forzará la dimisión de Mendizábal, provocando el Motín de la Granja. Los sargentos del partido se sublevan y obligarán a la regente a jurar la Constitución de 1812 y a reponer en el cargo a Mendizábal. Así se inicia la modificación del Estatuto Real y se crea una nueva Constitución, la de 1837. Esta Constitución, de carácter progresista, establece el principio de soberanía nacional. A la Corona se le concede la posibilidad de sancionar y promulgar leyes, convocar, suspender y disolver las Cortes, y nombrar y cesar ministros. Por otro lado, se establecen Cortes bicamerales, con un Senado mixto, ya que una parte de los senadores son de nombramiento real y otra parte electos. Solo son electores o elegibles aquellos que gozan de un cierto nivel de rentas. Se reconoce también la libertad de expresión. La Constitución de 1837 no impidió que la regente siguiera interviniendo en la política nacional. El Partido Moderado intenta poner límites a la Constitución de 1837, como la libertad de expresión, un voto más censitario y la eliminación de la Milicia Nacional. Se intenta privar de autonomía a los ayuntamientos y esto conllevará un movimiento revolucionario progresista. Se buscará la solución en el general Espartero, hombre de ideología progresista, quien, ante la oferta que le hace la regente, responde con la suspensión de la ley de ayuntamientos y la disolución de las Cortes. La regente optará por renunciar y se exiliará en París. Espartero será nombrado regente.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
La Regencia de Espartero se caracteriza por su inestabilidad debido a múltiples factores políticos y a la personalidad del propio Espartero. Pronto surgieron problemas por la política de nombramiento de cargos, que fueron para sus amigos o personas próximas. Lo que determinará la caída del general será la crisis de 1842, la revuelta de Barcelona, que surge por un tímido movimiento obrero que afecta a la industria textil. El gobierno decide firmar un acuerdo de libre comercio con Inglaterra. Espartero reprime dicha revuelta en Barcelona con cañonazos, lo que provocó una gran impopularidad, incluso entre sus partidarios. El regente dimitirá y se exiliará en Londres. El gobierno no quiere una tercera regencia, por lo que Isabel II, aún joven, ejercerá como reina.