El Auge del Absolutismo en el Siglo XVII
La evolución de las monarquías autoritarias en el siglo XVII dio lugar a regímenes absolutistas. La teoría del absolutismo fue defendida por pensadores como Thomas Hobbes o Jacques Bossuet. Según esta ideología, el poder de reyes y reinas tenía un origen divino y, de acuerdo con este carácter sobrenatural, su ejercicio no debía responder ante ningún estamento o institución representativa. La única obligación de los súbditos era obedecer al monarca.
Teóricos del Absolutismo
Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo inglés, estimaba que el absolutismo procedía de un pacto entre las personas y un soberano para que este garantizara un estado de paz.
Características del Absolutismo
- Centralización de las decisiones políticas y administrativas en la corte real y en los órganos de gobierno de la monarquía.
- Consolidación de ejércitos permanentes compuestos por soldados profesionales.
- Mejora de la capacidad recaudadora de la hacienda real.
- Marginación, o supresión si era posible, de las instituciones parlamentarias.
Los Validos en la Monarquía Hispánica
Los Austrias del siglo XVII introdujeron en la dirección de la Monarquía Hispánica la figura del valido, personas de confianza en las que el monarca delegaba las tareas de gobierno, transfiriéndoles pleno poder sobre los Consejos.
El Reinado de Felipe III
En el reinado de Felipe III (1598-1621), el valido más destacado fue el duque de Lerma. Durante su gobierno se alcanzaron varios tratados de paz. Así, la Paz de Londres (1604) puso fin a los enfrentamientos con Inglaterra y en 1609 se firmó la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas. No obstante, el duque de Lerma se volvió muy impopular por aprovechar su poder para enriquecerse mientras que la situación económica general era muy mala. El rey lo destituyó en 1618.
El Reinado de Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares
Felipe IV (1621-1665) designó como valido al conde-duque de Olivares, que emprendió ambiciosas reformas. Trató de mejorar la situación militar de la Monarquía y de reforzar el poder del soberano mediante la creación de un ejército permanente formado por las aportaciones económicas y de soldados de todos los reinos de la Monarquía, ya que casi todo el peso recaía en Castilla, donde el rey ostentaba un mayor poder sobre sus instituciones.
Cataluña y Portugal se negaron a participar en el proyecto, denominado como la Unión de Armas, mientras que Valencia y Aragón solo contribuyeron económicamente.
Conflictos y Separaciones
La sublevación catalana derivó en la guerra de Cataluña (1640-1652). En Portugal, la nobleza coronó rey a Juan de Braganza en 1640. Tras un largo conflicto bélico, la separación de Portugal y sus territorios coloniales se oficializó en 1668. Siendo consciente del fracaso que había supuesto su reinado para la hegemonía hispánica, Felipe IV gobernó personalmente sus últimos años de vida.
El Reinado de Carlos II
Carlos II (1661-1700) fue un monarca con graves dolencias debido a generaciones de matrimonios entre familiares. Durante su reinado se sucedieron diversos validos y se perdieron nuevos territorios en Europa, aunque la economía comenzó a reflotar. El principal problema político se planteó al final del reinado. Carlos II no pudo engendrar descendientes a causa de su mala salud.
La Guerra de los Treinta Años y sus Consecuencias
La resistencia de la población a alojar al ejército real en Cataluña para luchar contra Francia en el marco de la guerra de los Treinta Años, y las represalias de las tropas contra los civiles, desencadenaron el Corpus de sang (1640), una revuelta en la que las masas amotinadas mataron al virrey dando inicio a la guerra de Cataluña o dels segadors. Las autoridades catalanas proclamaron la República catalana (1641) y poco después cedieron la soberanía al rey Luis XIII de Francia.
El siglo XVII europeo continuó marcado por las tensiones religiosas. La guerra de los Treinta Años comenzó cuando Fernando II de Habsburgo, emperador y archiduque de Austria, recortó derechos religiosos a los protestantes.
La Paz de los Pirineos
Acabada la guerra de los Treinta Años, la Monarquía Hispánica prosiguió su enfrentamiento contra Francia en un intento por recuperar el control de Cataluña en el contexto de la guerra dels segadors. Las hostilidades cesaron en 1659, fecha en la que se firmó la Paz de los Pirineos.
Francia obtuvo los condados catalanes al norte de los Pirineos, así como diversas posesiones de los Países Bajos españoles. A cambio de estas pérdidas, la Monarquía Hispánica recibió la garantía francesa de no intervenir en el conflicto que sostenía contra Portugal.
Represión Religiosa y Expulsión de los Moriscos
En el siglo XVII se culminó el proceso de represión y depuración religiosa de la sociedad hispánica. Tras la expulsión de la población judía, las conversiones forzosas de sefardíes y mudéjares, y la vigilancia y estigmatización de los denominados «cristianos nuevos», en el reinado de Felipe III se decretó la expulsión de la población morisca (1609) de todos los reinos hispánicos.
Se calcula que superaban los 300 000 individuos y, aunque su destierro había sido valorado con anterioridad, la nobleza de Valencia y Aragón se oponía por tratarse de una parte considerable de la población de sus señoríos, que gracias a su trabajo especializado en la agricultura de regadío le reportaba una cuantiosa riqueza.