Al-Ándalus: Emirato y Califato
El Califato de Córdoba (929-1031)
Abderramán III llegó al trono como emir en el 912, dedicándose a reconstruir el poderío de los Omeya, tanto en el interior como en el exterior. En el 929 se autoproclamó Califa. El califato suponía la independencia política y religiosa de Al-Ándalus respecto a cualquier autoridad exterior. Esta independencia total dependía de la riqueza del Estado y la fuerza del ejército. Para ello, Abderramán III y su sucesor Alhakam II:
- Restauraron la unidad interna: Acabaron con las rebeliones, estableciendo un control efectivo sobre las Marcas, logrando dominar Badajoz, Toledo y Zaragoza.
- Reorganizaron el ejército: Crearon una eficaz marina de guerra. Este ejército protegía del peligro fatimí, a la vez que salvaguardaba las rutas caravaneras proveedoras de oro y del peligro del norte (los reinos cristianos peninsulares).
- Aplacaron toda reivindicación: De los fatimíes del norte de África al proclamarse Califa; con los cristianos del norte se mantiene un cierto equilibrio logrando éxitos militares contra León y Navarra.
- Llevaron a cabo una adecuada política exterior: Que potenció los intercambios comerciales y el enriquecimiento. Con el norte de África potenciaron las rutas caravaneras de oro; se reforzaron los lazos políticos y económicos con los reinos cristianos (cobro de parias); con Bizancio mantuvo embajadas y buenas relaciones políticas, incluso con la corte del emperador Otón I.
- Se produjo un fuerte crecimiento económico: Basado en una agricultura de alto nivel tecnológico, la explotación de los minerales, revitalización de las ciudades y del comercio, recaudación de impuestos, etc.
Tras la muerte de Al-Hakem II en el 976 se inicia la desintegración del Califato. A Al-Hakem II le sucede su hijo Hisam II, menor de edad, lo que será aprovechado por Ibn Abi Amir, más conocido como Al-Mansur, el Victorioso, quien toma las riendas del Estado. Para legitimar su poder llevó a cabo una serie de campañas militares contra los reinos cristianos dominando territorios y obteniendo botín. Para ello reforzó y controló el ejército en el que introdujo elementos beréberes mercenarios y concedió en calidad de “señoríos” territorios ocupados por los beréberes, lo que preparó la disgregación del Estado.
A la muerte de Almanzor los beréberes y eslavos, que habían formado una casta privilegiada y de gran influencia en los medios palaciegos, son los que nombran y deponen a los califas. El periodo 1009-1035 será un periodo de confusión y crisis política y social (el califato será ocupado por seis miembros de la familia de los Omeya y otros tres de otra familia semibereber). En el 1031 un consejo de notables reunido en Córdoba decretó la abolición del califato y el establecimiento de un consejo de Estado, que ya sólo gobernaba en la región de Córdoba. Hacia el 1031, las treinta ciudades más importantes tenían un gobernante más o menos independiente, se inicia el periodo de los reinos de Taifas.
Dinastías Africanas (1086-1232)
En 1085, la caída del reino taifa de Toledo en manos de Alfonso VI de León y Castilla provocó el temor en los restantes, por lo que se pidió ayuda a los almorávides. Éstos constituían un movimiento de renovación rigorista del islam impuesto entre las tribus beréberes del Atlas marroquí y habían creado un poder político con capital en Marrakech.
Los Almorávides salvaron Al-Ándalus consiguiendo unificar las taifas y reunificando las tierras más importantes después de la batalla de Zalaca. No lograron reconquistar Toledo pero sí extenderse por el norte: Badajoz, Valencia, Zaragoza.
La supresión del régimen de parias alivió los impuestos y el control de las rutas del oro transahariano revitalizó la economía andalusí. Desde el punto de vista social y religioso, a la vez que aumenta el integrismo se da una propagación del arte y corrientes del pensamiento andalusí hacia tierras marroquíes.
Evolución Política de Al-Ándalus
Los musulmanes denominaron a su nuevo dominio Al-Ándalus y le dieron una estructura política cuya evolución se puede dividir en las siguientes etapas:
- Emirato dependiente del Califato de Damasco (711-756): Al-Ándalus fue una provincia dirigida por un walí dependiente del gobernador de Ifriqiya (Túnez). En esta etapa se produjo la llegada, conquista y asentamiento en la península; una fuerte centralización desde Córdoba, implantación de los primeros sistemas tributarios dirigidos a dotar al Estado de solvencia económica y el conflicto de intereses entre los invasores árabes y beréberes por la ocupación de las tierras.
- Emirato independiente de Bagdad (756-929): Se constituyó con la llegada de Abderramán, único superviviente de la familia Omeya después de su derrota y exterminio a manos de los abbasíes y sus aliados. Abderramán I sería el fundador de la dinastía hispano árabe de los Omeyas al proclamarse emir en Córdoba, sin apenas combates con los abbasíes, dada la lejanía de Bagdad y la escasez de medios. Se declaró políticamente independiente pero respetuoso con la jefatura espiritual del califa de Bagdad. Abderramán I sentaría las bases para la consolidación del estado:
- Dividió el territorio en circunscripciones denominadas coras. Al frente de cada una estaban los jeques árabes que se habían instalado en guarniciones en las ciudades: Sevilla, Córdoba, Mérida, Toledo y Zaragoza.
- Organizó las fronteras: Las coras fronterizas son las “marcas”, eran tres, con capital en Zaragoza, Toledo y Mérida; sus gobernadores tenían facultades militares.
- Acrecentó los recursos estatales: Confiscando tierras y aumentando la presión fiscal.
- Creó un ejército profesional: También se creó una armada.
- Favorecieron el integrismo malikí: Con el fin de asegurar una progresiva arabización de la sociedad, se potenció una cultura literaria expresada en árabe y la importación de modelos iraquíes y persas.
- Aumentó la población de la ciudades: De Al-Ándalus, primero con los soldados que llegaron a dominarlas, luego con los gobernantes y árabes que dirigían desde ellas sus propiedades y con la llegada de artesanos y comerciantes. También surgieron ciudades nuevas como Tudela o Murcia.
- Comenzó lentamente la conversión de los hispanogodos al islam (muladíes): Por la posibilidad de conservar las propiedades y estar exentos de ciertos impuestos.
A mediados del siglo IX, con Abderramán II, el emirato estaba sólidamente establecido y alcanzó un periodo de fuerte crecimiento económico y esplendor cultural; pero a finales de siglo se inicia una profunda crisis política. Una crisis de desintegración al parecer iniciada en las Marcas, donde los gobernadores intentan conseguir una mayor autonomía (junto a la sublevación de Musa Ibn Qasi de Tudela en la marca superior, el movimiento independentista de Mérida, enfrentamientos entre árabes y muladíes en Sevilla, Omar en la Serranía de Ronda…).
A todo ello se unía el descontento de determinados grupos sociales: árabes, que se rebelaban contra el emir, por el despotismo en el ejercicio del poder; mozárabes, que veían cómo los jóvenes de su cultura adoptaban formas musulmanas además del inicio de conversiones; los muladíes disconformes con la hegemonía social de los árabes y beréberes con el reparto de tierras, etc.