Etapas Históricas de Al-Ándalus
La Conquista Peninsular y el Emirato Dependiente
La Conquista
En el 711, un contingente de aproximadamente 7000 bereberes, bajo el mando del gobernador de Tánger, Tariq, desembarcó en Gibraltar. Derrotaron a las tropas del rey visigodo, Don Rodrigo, cerca del río Guadalete. Posteriormente, tropas lideradas por Musa llegaron a Algeciras, y en apenas dos años, ambos ejércitos ocuparon la península.
La caída de la monarquía visigoda se explica por las luchas internas tras la muerte del rey Witiza en el 710. Los hijos de Witiza, al ser nombrado rey Don Rodrigo, buscaron la ayuda de los musulmanes. La rápida conquista también se facilitó por el compromiso musulmán de respetar las propiedades a cambio de un tributo (sistema de capitulaciones) y por la implementación de un sistema fiscal menos oneroso que el visigodo.
El Emirato Dependiente (713-755)
Inicialmente, la Península Ibérica se convirtió en un emirato dependiente del Califa Omeya de Damasco, con Córdoba como capital.
En el 732, los musulmanes fueron derrotados por los francos, dirigidos por Carlos Martel, en la batalla de Poitiers, marcando el fin de su expansión al norte de los Pirineos.
En cuanto al reparto de tierras, la minoría árabe se quedó con las mejores, los bereberes con las más pobres, los yemeníes en Andalucía suroccidental y los quaysíes en Andalucía oriental.
El Emirato Independiente (750-929)
En el 750, los abbasíes asesinaron a los miembros de la familia Omeya, que habían liderado el imperio musulmán, y se apoderaron del Califato.
Abd al-Rahman I, el único superviviente de la matanza Omeya, llegó a España en el 755, derrotó al emir Yusuf y se proclamó emir independiente.
Durante su gobierno, que finalizó en el 788, Al-Ándalus experimentó un gran esplendor. Se inició la construcción de la mezquita de Córdoba y se reformó el ejército con la inclusión de mercenarios bereberes y cristianos.
En el 777, Abd al-Rahman I frenó a los francos de Carlomagno en Zaragoza. Sin embargo, tras su muerte, hubo revueltas, como los motines de Toledo y del barrio del Arrabal en Córdoba.
Abd al-Rahman II (822-852) mejoró la administración estatal y continuó la actividad constructora.
Los conflictos internos resurgieron con los últimos emires, destacando la revuelta de Umar ibn Hafsun, un cristiano converso al Islam que se fortificó en la serranía de Ronda.
El Califato de Al-Ándalus (929-1031)
Abd al-Rahman III (912-961) puso fin a la descomposición de Al-Ándalus. Tomó Bobastro en el 928, sofocó la revuelta de Umar ibn Hafsun y, en el 929, proclamó el Califato, trasladando la administración a la ciudad palacio de Medina Azahara.
Bajo el Califa se encontraba el hachib o primer ministro y los visires, encargados de cada rama de la administración. El territorio se dividió en coras, cada una dirigida por un walí.
Los musulmanes aportaban a la Hacienda la limosna, mientras que los no musulmanes debían pagar un impuesto personal y otro territorial.
Los reyes cristianos del norte aceptaron la autoridad del Califa y le pagaron tributos.
Al-Hakam II (961-976) mantuvo el esplendor del Califato. La mezquita mayor de Córdoba fue ampliada y la biblioteca de Córdoba llegó a albergar 400,000 ejemplares.
Hisham II (979-1009) confió en su primer ministro Almanzor, quien instauró una dictadura en el Califato. Almanzor llevó a cabo numerosas campañas de castigo contra los cristianos, asaltando ciudades como Barcelona y Santiago de Compostela. Su muerte en el 1002, tras la batalla de Calatañazor, marcó el inicio de una serie de conflictos internos que culminaron con la desintegración del Califato. En el 1031, el último califa, Hisham III, fue expulsado de Córdoba.
Reino de Taifas, Almorávides, Almohades y el Reino Nazarí
Tras la ruptura del Califato, surgieron alrededor de treinta reinos minúsculos, denominados taifas, entre los que se encontraban Zaragoza, Sevilla, Badajoz y Córdoba. Los reinos cristianos se vieron obligados a pagar tributos (parias) a los reinos musulmanes.
Almorávides y Almohades
Los avances del rey castellano Fernando I por los territorios al sur del Duero y la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085 obligaron a las taifas a solicitar ayuda a los musulmanes del norte de África. Los almorávides, con capital en Marrakech, derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (1086), convirtiendo Al-Ándalus en una provincia de su imperio y poniendo fin a las taifas.
Posteriormente, en las primeras décadas del siglo XII, los almohades, también bereberes del Sahara, se apoderaron del imperio. Tras una breve reanudación de las taifas, los almohades unificaron Al-Ándalus y derrotaron a los castellanos en la batalla de Alarcos en 1195. Alfonso VIII de Castilla se alió con los monarcas de Portugal, Navarra y Aragón, logrando una victoria decisiva en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 sobre los almohades.
El Reino Nazarí de Granada
La derrota en las Navas de Tolosa supuso la desintegración del imperio almohade. Al-Ándalus quedó reducido al reino nazarí de Granada, fundado en 1232 por Yusuf ibn Nasir, con capital en Granada.
El reino de Granada recibió ayuda de los benimerines, una dinastía bereber que gobernó el Magreb en los siglos XII y XIII, hasta su derrota en la batalla del Salado por Alfonso XI de Castilla en 1340. Finalmente, los Reyes Católicos conquistaron el reino de Granada en 1492.
Economía y Sociedad en Al-Ándalus
Economía
Al-Ándalus experimentó una pujanza económica superior a la de los reinos cristianos del norte de la Península, principalmente debido a su próspera agricultura y al comercio.
En la agricultura, destacó la difusión del regadío mediante acequias y norias. Los cultivos más extendidos fueron los mediterráneos (olivo, vid y trigo). Además, se introdujeron en la península los cítricos, los cultivos de huerta, la arboricultura, el arroz, la caña de azúcar y el algodón.
Las actividades artesanales prosperaron, permitiendo un dinámico comercio interior y exterior. El comercio interior se desarrollaba en los zocos, mientras que el exterior se dirigía principalmente al norte de África y al Mediterráneo oriental. La moneda andalusí (el dinar de oro, el dirham de plata y el fals de cobre) facilitó los intercambios y se utilizó en toda Europa.
Sociedad
La Vida Urbana
En Al-Ándalus existieron numerosas y florecientes ciudades, desarrollándose una intensa vida urbana. Córdoba, que llegó a tener 300,000 habitantes, fue una de las más destacadas. La mezquita mayor y el cercano palacio califal eran sus edificios más significativos. Estaba amurallada y se complementaba con arrabales y almunias extramuros.
Grupos Sociales
La religión estableció la primera división de la sociedad andalusí. Entre los musulmanes, existieron grupos de diversa procedencia:
- La minoría árabe, que constituyó la élite social y ocupó los puestos más altos de la administración.
- Los sirios, que se integraron en el ejército.
- Los bereberes, establecidos en zonas marginales y dedicados al pastoreo.
- Los muladíes, población peninsular convertida al Islam.
Además, en Al-Ándalus habitaban cristianos que seguían practicando su religión, llamados mozárabes, y judíos. A ambos grupos se les respetaron sus leyes y costumbres.
Desde el punto de vista socioeconómico, la población andalusí se estructuró en los siguientes grupos:
- La jassa o clase superior, constituida por aristócratas próximos al poder.
- La al-Ayan o clase media superior, integrada por los comerciantes.
- La umma o clase popular, el grupo mayoritario de la población.