Al-Ándalus: Historia y Legado de la España Musulmana en la Edad Media

La Península Ibérica en la Edad Media: Al-Ándalus

3.1. Evolución política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba

a) Conquista

A partir del 711 se cifra en la Península el sometimiento de la Hispania visigoda por parte del Islam, religión fundada por Mahoma un siglo antes y que pronto lograría expandirse por el Próximo Oriente, el Mediterráneo oriental y el Norte de África. Su paso a la Península se produjo precisamente desde África a través del Estrecho de Gibraltar. Entre los musulmanes llegados, las élites dirigentes eran sobre todo árabes de procedencia mayoritariamente urbana, sobre todo Omeyas, mientras que el grueso de las tropas lo componían los bereberes, pueblo de tradición ganadera y rural. Los enfrentamientos étnicos entre árabes y bereberes fueron una constante, llegando incluso al desencadenamiento de una guerra civil (739-741) entre ambos. No obstante, dichos conflictos no impidieron el desarrollo de una conquista organizada desde Kairuán (Túnez) por el wali Musa y su lugarteniente Tariq, quienes supieron aprovechar las disputas internas de los visigodos que enfrentaban a los partidarios de Witiza con los de Rodrigo y someter finalmente a este último en la batalla de Guadalete (711). A continuación, los musulmanes se dirigieron a Toledo con la intención de controlar rápidamente la totalidad del Estado. En apenas 4 años, entre el 711-715, se conquistan todos los puntos claves de la Península a través de la imposición militar o mediante pactos con la población local en los que se respetaba el autogobierno y las prácticas religiosas indígenas a cambio del pago de un tributo. El avance musulmán fue detenido en Poitiers en el 732 por los francos de Carlos Martel, centrándose a partir de entonces en la ordenación del territorio peninsular, que bajo la denominación musulmana es conocido como Al-Ándalus.

b) Emirato y Califato de Córdoba

Celebrada la conquista, los musulmanes procedieron a gobernar el nuevo territorio, pudiendo distinguir 3 grandes etapas:

1. Época de los walíes o emirato dependiente (711-756)

La Península fue entonces una especie de provincia dependiente del califato de Damasco dirigido por los Omeyas, familia árabe que en el 750 es asesinada a manos del clan de los Abasidas, los cuales trasladan el califato islámico a Bagdad. Destacaron también en esta fase los conflictos entre árabes y bereberes y una modesta batalla en Covadonga (722), que permitió afirmar un núcleo cristiano independiente en Asturias y se convertirá en hito detonante de la Reconquista.

2. Emirato de Córdoba (756-929)

En el marco andalusí situamos la presencia de un superviviente omeya, Abderramán I, que en el 756 se proclama en Córdoba emir independiente del califato abasida. Para consolidar su poder tuvo que combatir los ataques de los propios musulmanes, si bien no logrará someter los pequeños reinos cristianos del norte. Abderramán murió en el 788 estableciendo un sistema sucesorio en el que destacarán los emires Hisham I, Al-Hakam I y Abderramán II, preocupados fundamentalmente por reforzar el papel del Estado mejorando el sistema recaudatorio y la emisión de moneda. Empero, a partir del 879, la crisis del emirato era patente, desarrollándose diferentes revueltas locales en las que participan nuevos grupos (muladíes, mozárabes). Frente a estos, los emires omeyas optaron por fortalecer su poder militar reclutando mercenarios eslavos.

3. Califato de Córdoba (929-1031)

En esta situación de inestabilidad, el emir Abderramán III se proclamó califa de Córdoba en el año 929. A nivel interno Abderramán III se propuso restaurar la unidad del Estado islámico, mientras que en el ámbito exterior, al autoproclamarse califa, afirmaba su independencia frente a los otros dos califatos de la época, el citado abasida y el fatimí o chiíta establecido desde el 910 en Kairuán. Durante el reinado de su sucesor e hijo, Al-Hakam II (961-976), Al-Ándalus conoció su mayor esplendor cultural y artístico. Para el 976 el califato omeya de Córdoba será controlado por un hayib, Almanzor, famoso por sus razias contra núcleos cristianos y por asentar en el poder hasta 1009 a la dinastía amirí. Finalmente el califato toca a su fin oficialmente en el 1031, fecha en la que se depuso al último califa, Hisham III, y ven la luz los llamados reinos de taifas.

3.2. Al-Ándalus: la crisis del siglo XI. Reinos de taifas e imperios norteafricanos

Entendemos por Al-Ándalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. Ya en las postrimerías del siglo X, concretamente coincidiendo con la muerte de Al-Hakam II (976), los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de forma simbólica, tomando el control efectivo una especie de valido (hayib) conocido como Almanzor. Este dio paso a la dinastía amirí, que gobierna el califato cordobés entre el 976-1009. A principios del siglo XI el califato comienza a ser escenario de toda una serie de conflictos civiles que conducen a su extinción oficial en el 1031. Se inicia entonces la etapa de los reinos de taifas, banderías o facciones en las que se divide la Península que intentarán ser controladas por distintos imperios norteafricanos -almorávides, almohades y benimerines fundamentalmente-, pudiendo localizar hasta 3 fases:

a) Primeras taifas (s. XI)

En función de quién ejerciera su control podemos aludir a las de los andalusíes locales (marcas fronterizas, Sevilla, Córdoba); las creadas por los recién llegados bereberes en torno al estrecho de Gibraltar y las dirigidas por eslavos en la zona de Levante. En general estas primeras taifas gozaron de un importante desarrollo cultural, artístico y científico, aunque padecieron una destacada debilidad político-militar. De hecho la mayoría desapareció por la conquista de otras taifas (Ej: Córdoba sometida por Sevilla) o por ocupación de los reinos cristianos a los que pagaban parias (Ej: Toledo por Alfonso VI, Valencia por el Cid), pese a los intentos almorávides por unificarlas entre 1090-1110. Estos habían sido reclamados por el reyezuelo de la taifa de Sevilla para detener el avance cristiano, si bien pronto causaron recelo su fanatismo religioso y su elevada presión fiscal.

b) Segundas taifas (s. XII)

En la que destaca la caída del imperio almorávide y la instauración de los almohades, que someten fundamentalmente las levantinas entre 1146-1171. También bereberes y ortodoxos, su líder, Abd-al-Mumin, fue proclamado califa, algo que los almorávides no se habían atrevido a hacer. Establecieron su capital en Sevilla, donde dejan obras como la Giralda y la Torre del Oro. Sin embargo, al igual que sus predecesores, no podrán contener los avances cristianos, siendo derrotados en Navas de Tolosa (1212).

c) Terceras taifas (s. XIII)

Situadas entre el final del califato almohade en Navas de Tolosa (1212) y la fundación del reino nazarí de Granada (1237). Fueron sometidas a lo largo del s. XIII por reyes de Castilla y Aragón (Murcia, Valencia, Niebla), quienes también rechazaron en la batalla del río Salado (1340) un último intento norteafricano, esta vez a cargo de los también bereberes benimerines, por ocupar la Península.

3.3. Al-Ándalus: la organización económica y social

Entendemos por Al-Ándalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. Durante este período, y en lo que a la organización económico-social andalusí se refiere, observaremos la fusión de elementos árabe-islámicos, rasgos cristiano-latinos y las peculiaridades indígenas. Desglosando un poco más este panorama podemos hablar de su:

  • Economía basada en la agricultura: sobre la que los musulmanes incorporaron innovaciones en materia de regadío (acequias, norias) que permitieron ampliar las superficies de cultivos de regadío, aumentar la productividad y la densidad de población. Asimismo, los musulmanes introdujeron nuevos cultivos (arroz, cítricos, caña de azúcar, azafrán, algodón) que completaron la tríada mediterránea (trigo-vid-olivo). En materia ganadera destacó el ovino y en el terreno minero se revitalizaron minas como las de Almadén (mercurio). Además, el dominio musulmán del Mediterráneo meridional y oriental, potenció el comercio exterior andalusí, cuyo producto estrella no fue otro que el aceite.
  • Alto grado de urbanización: cumpliendo las ciudades musulmanas una triple función: la coordinación administrativa, política y judicial; el intercambio de productos dentro de una economía basada en la moneda (dirham de plata, dinar de oro) y la recaudación de impuestos. Generalmente todas presentaban una morfología en la que destaca una zona central amurallada (medina), una mezquita principal (aljama) y el mercado (zoco) en el que, dependiendo de su importancia, localizamos también calles especializadas en comercio de lujo (alcaicería) y zonas habilitadas para el depósito de mercancías y el alojamiento de los comerciantes (alhóndigas). Destacaron Sevilla y Córdoba, con más de 50.000 habitantes.
  • Diversidad étnica y religiosa: donde destacan los musulmanes, a su vez divididos en: árabes, élite minoritaria de procedencia eminentemente urbana; bereberes del Nte de África que componían el grueso del ejército con de procedencia rural y ocupaciones relacionadas con la ganadería; y cristianos convertidos al Islam (muladíes). También fueron numerosos los cristianos y los judíos, tolerados por considerarse gentes del Libro, pero considerados inferiores. Era común encontrar a cristianos que vivieron entre musulmanes (mozárabes), a musulmanes que vivieron entre cristianos (mudéjares) y a los que una vez expulsados permanecieron en la Península convirtiéndose al cristianismo (moriscos). Finalmente, cabe significar que Al-Ándalus también conoció la esclavitud, pese a que esta no fue pieza clave de su economía, pudiendo distinguir los eslavos o esclavones, prisioneros de origen europeo, y los negros mayoritariamente de origen sudanés que se solían emplear en tareas domésticas.

3.4. Al-Ándalus: el legado cultural

Entendemos por Al-Ándalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. En líneas generales, a pesar de la rigidez de la ortodoxia malequí con la que aterrizaron los musulmanes, se puede decir que el emirato, el califato y las primeras taifas brillaron por su tolerancia, frente al rigorismo de almorávides y almohades de segundas y terceras taifas. En lo que a vida intelectual, científica y artística se refiere, hablamos de un marco que gozó de enorme prestigio tanto en el mundo islámico como en la Europa medieval cristiana, tomando como modelo y lengua de expresión el árabe al tiempo que se dejaban influir por la culturas persa y grecorromana. Especialmente durante el califato y sobre todo con gobernantes como Abderramán III y aún más Al-Hakam II, Córdoba se convirtió en un referente cultural de primer orden en el que prosperaron las matemáticas, la astronomía, la botánica, la medicina, la historia, la geografía y la literatura, esencialmente la poesía. A medida que se desarrolló, la cultura andalusí adquirió una originalidad importante, en particular en el período de las taifas (ss. XI-XIII), con los reyezuelos ejerciendo labores de mecenazgo dentro de un clima de competitividad y libertad intelectual perjudicado por las invasiones norteafricanas y cristianas. Entre dichas taifas, Sevilla destacó por sus poetas, Zaragoza por sus astrónomos y Toledo por sus científicos. Podemos establecer toda una nómina de eruditos andalusíes en diversas esferas:

  • Ibn Abd Rabbihi (ss. IX-X), cordobés que representa la literatura califal y nos deja obras como El collar único;
  • Ibn Hazm (s. XI), con tratados literarios de amor como El collar de la paloma;
  • Ibn Zaydun (s. XI), que destacaría en el terreno de la lírica, el género más apreciado por los árabes y a la que contribuirán con la moaxaja y el zéjel;
  • Al-Idrisi (s. XII), célebre geógrafo que nos deja El libro de Roger;
  • Avempace, Averroes, Maimónides, este judío andalusí, y Abentofail (s. XII), que destacaron en el campo de la filosofía y la medicina;
  • Ibn Arabi (ss. XII-XIII), místico que destacó en el pensamiento religioso;
  • Ibn Zamrak (s. XIV), cuyos poemas decoran los muros de la Alhambra durante el período nazarí e
  • Ibn Jaldun (s. XIV), el más prestigioso historiador árabe; entre otros.

Mención aparte habría que hacer a su arte, donde destacó una arquitectura austera en el exterior y más rica en los interiores en la que sobresalieron construcciones como la mezquita y el palacio.

3.5. La mezquita y el palacio en el arte hispano-musulmán

Entendemos por Al-Andalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. En lo estrictamente artístico encontramos un arte andalusí con rasgos originales que gozó de enorme prestigio tanto en el mundo islámico como en la Europa medieval cristiana. Se trata de un arte bastante abstracto, peculiaridad motivada por la prohibición islámica de representar imágenes humanas y en el que son comunes la caligrafía que reproduce textos coránicos, los dibujos geométricos (lacerías), los motivos vegetales (ataurique) y los animales. Las manifestaciones artísticas más desarrolladas fueron las artes decorativas y la arquitectura, en la que se emplearon materiales pobres, generalmente mampuesto y ladrillo recubiertos de yeso, y se prestó mayor interés por el interior que por el exterior del edificio:

  • Arquitectura religiosa: destacaron sobre todo las **mezquitas**, en especial la de **Córdoba**, iniciada por el omeya Abderramán I (s. VIII) y concluida por Almanzor (s. X). Morfológicamente esta presentaba dos partes iguales: un patio al aire libre (sahn) que presenta arquerías y fuente para abluciones y la sala de oraciones (haram) dividida en naves, donde sobresalen el muro hacia el cual se dirige la oración (quibla), el nicho que equivale al ábside cristiano (mihrab) y el espacio reservado para las dignidades (maxura). Dentro de la misma destacan sobre todo los arcos de herradura dispuestos en dovelas blancas y rojas. Al-Hakam II realizó un nuevo mihrab con arcos lobulados y mosaicos y más tarde los cristianos le adosaron la catedral y convirtieron el alminar, torre desde la que se llamaba a la oración, en campanario. También de la época califal destaca la mezquita de Bab al-Mardum en Toledo, convertida después en la Iglesia del Cristo de la Luz. De la etapa almohade se conservan restos de la mezquita de Sevilla (s. XII) y su alminar (La Giralda), en el que sobresalen las redes de rombos conseguidos a partir de la superposición y entrecruzamiento de arcos lobulados (sebka).
  • Arquitectura civil: donde resaltaremos la ciudad palatina de **Medina Azahara** construida por Abderramán III a unos 8 kms. de Córdoba, hoy prácticamente en ruinas. De época taifal es el palacio de **la Aljafería** en Zaragoza (ss. XI-XIII) y de tiempos almohades la **Torre del Oro**, torre albarrana o exenta de la muralla que reforzaría las defensas del Alcázar junto al Guadalquivir y cuyo nombre se debe al color dorado de la cerámica vidriada que la revestía. Pero, sin duda, el ejemplo más notable lo constituye **el palacio-alcazaba de Granada (La Alhambra)** de época nazarí (ss. XIII-XV). Se trata de un complejo sobrio externamente y opulento en su interior, construido con materiales austeros, que integra perfectamente lo natural con lo artificial. La Alhambra, en realidad, son dos palacios unidos: uno en torno al patio de Los Arrayanes y el otro en torno al de Los Leones También en Granada, a escasos metros de la Alhambra, encontramos el palacio y los **jardines del Generalife**, residencia veraniega de la dinastía nazarí.

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