Documentos Clave del Siglo XIX en España: Regencia de María Cristina y Guerra Carlista
La Regencia de María Cristina y la Primera Guerra Carlista
Arenga de Maroto a sus tropas: Se trata de un discurso de Maroto a sus tropas. Es un documento de la época del siglo XIX. Por el formato, este documento es un discurso. Por el contenido, es un documento de carácter político. Por su origen, este documento es una fuente histórica primaria destinada a las tropas.
La Guerra Carlista (1833-1840) se desarrolló principalmente en el Norte. En 1835, Zumalacárregui controlaba la mayor parte de las Provincias Vascongadas. Carlos le ordena en 1835 tomar Bilbao, a pesar de la opinión contraria de Zumalacárregui. La operación comenzó con éxito, abriéndose paso hacia Bilbao y venciendo al general liberal Espartero, pero poco después Zumalacárregui fue alcanzado por una bala enemiga, muriendo días después. Carlos decidió emprender una gran expedición que terminó en fracaso.
En 1838, el general Espartero, que dirigía el ejército liberal, recibió por fin los recursos necesarios para contar con un ejército numeroso y bien equipado, iniciando una nueva campaña en el Norte. Don Carlos había dado a Maroto el mando supremo de la región Norte. En febrero de 1839, se desencadenó una crisis entre Maroto y un grupo de militares rivales, representantes de la facción más absolutista, que acabó con el fusilamiento de seis de ellos. Maroto recibió el apoyo de sus hombres, pero no el de Don Carlos. Finalmente, cansado y decepcionado por la incapacidad del pretendiente y las intrigas de su corte, inició las negociaciones de paz con Espartero.
Caricatura Política de 1868: Los Problemas Sucesorios
Se trata de una caricatura realizada por *La Flaca*, en 1868. Es un documento histórico, político y público, dirigido a toda la población española del momento. Tiene como idea principal el problema sucesorio tras el derrocamiento de la monarquía. En la caricatura se ve a Prim y Serrano eligiendo a quién va a ser el próximo gobernante y, como candidatos, un rey a cada lado empujados por sus partidarios.
Los Problemas Sucesorios y el Estado Liberal
Los problemas sucesorios tras la muerte de Fernando VII obligan a María Cristina, regente en nombre de Isabel II, a apoyarse en los liberales más moderados y a aceptar que se organice un Estado Liberal, una monarquía parlamentaria que acabe con la restauración absolutista que había llevado a cabo Fernando VII. Para el funcionamiento del nuevo régimen se formaron dos grandes partidos, ambos defensores del liberalismo y representantes de una sola clase social, la burguesía. Ni los campesinos ni los obreros industriales tuvieron participación, mientras veían empeorar sus condiciones de vida. Sus protestas fueron reprimidas por la fuerza.
Estos partidos tenían más puntos en común que divergencias. Defendían el sufragio censitario que aseguraba el poder a su grupo social, defendían los derechos individuales, pero no los sociales, lo que hubiera permitido la organización de los trabajadores a través de sindicatos para la defensa de sus condiciones de trabajo. Ambos utilizaron los favores de la corona o la fuerza para imponerse. Por otra parte, la Corona no supo mantenerse al margen del juego político y favoreció siempre a los políticos más conservadores, lo que obligó al resto de los partidos a recurrir a la fuerza o a la revolución para acceder al gobierno. Por esa razón, todos los partidos terminaron recurriendo a los jefes del ejército. Serán conocidos como los espadones. El primero en acceder al gobierno fue Espartero, que contaba con una gran popularidad tras acabar con la guerra carlista.
La mayoría de estos líderes llevaron a cabo gobiernos autoritarios, defensores del orden, que restringían las libertades individuales y colectivas ante el menor signo de agitación social, y que terminaban provocando el descontento en el resto de los grupos, que en muchas ocasiones se unieron para acabar con el gobierno. En los primeros momentos, la regente confía el poder al organizador del partido Cristino, Cea Bermúdez, pero al estallar la guerra carlista la reina necesita el apoyo de los liberales. Su estructura queda fijada en el Estatuto Real de 1834, una carta otorgada. La situación no satisface a los progresistas y pronto estallan en toda España movimientos en contra del régimen, que cuentan con el apoyo de la Milicia Nacional. La Regente, atemorizada, nombra al progresista Juan Álvarez Mendizábal primer ministro en 1835, para frenar la revolución popular. Este pone en marcha algunas medidas como la desamortización y la convocatoria de unas cortes constituyentes para sustituir al Estatuto Real. Los moderados, en alianza con la Regente, fuerzan la dimisión de Mendizábal y convocan unas nuevas cortes moderadas. Nuevamente estalla la revolución en las ciudades, pero lo que fuerza el cambio de gobierno será la Sargentada, motín llevado a cabo por un grupo de sargentos que prácticamente secuestran a la Regente y le obligan a aceptar un gobierno radical y la restauración de la constitución de 1812.