Análisis del Manifiesto de Manzanares (1854): Clave del Bienio Progresista

Análisis del Manifiesto de Manzanares (1854)

Contexto Histórico

El Manifiesto de Manzanares, una fuente primaria de gran relevancia histórica, marca un punto de inflexión en la España del siglo XIX. Redactado por Antonio Cánovas del Castillo y firmado por el general Leopoldo O’Donnell el 6 de julio de 1854 en Manzanares (Ciudad Real), este documento político sentó las bases para la transición del moderantismo al progresismo durante el reinado de Isabel II.

Objetivos y Argumentos

Dirigido al pueblo español, el manifiesto buscaba el apoyo popular para la sublevación iniciada por O’Donnell el 28 de junio de 1854. Tras la batalla de Vicálvaro, la indecisión reinaba entre los sublevados y el gobierno. El manifiesto pretendía galvanizar el apoyo de progresistas y demócratas, que desconfiaban de una rebelión liderada por militares y políticos moderados.

El texto articula un programa político que, si bien ambiguo, reflejaba el ideario de los sublevados:

  • Mantenimiento del trono: Sin pretender derrocar la monarquía ni a la reina, se buscaba erradicar la corrupción de las camarillas.
  • Reformas políticas: Se proponían reformas electorales y de prensa para ampliar los derechos y libertades.
  • Mejora económica: Se aspiraba a una mejora en la situación económica del país.
  • Restitución de la Milicia Nacional: Una demanda tradicional del partido progresista.
  • Descentralización política: Se buscaba una mayor autonomía territorial.

Finalmente, el manifiesto abogaba por un proceso revolucionario a través de Juntas de Gobierno que se alzarían contra el gobierno en diferentes ciudades, para luego convocar Cortes Generales y elaborar una nueva constitución, superando la de 1845.

El Bienio Progresista (1854-1856)

El Manifiesto de Manzanares se enmarca en el Bienio Progresista (1854-1856), un periodo crucial del reinado de Isabel II. La década anterior, dominada por los moderados, había instaurado un régimen conservador con tintes autoritarios. Las “camarillas”, grupos con intereses particulares, controlaban el gobierno. La Constitución de 1845, con su sufragio censitario y sistema bicameral, centralizaba el poder. La Guardia Civil, sustituyendo a la Milicia Nacional, mantenía el orden.

La inestabilidad política propició el protagonismo de militares como O’Donnell, que utilizaban los pronunciamientos para acceder al poder. El “juntismo” se convirtió en una herramienta política común. Junto a los partidos moderado y progresista, emergieron con fuerza los demócratas y republicanos, e incluso el carlismo resurgió.

La Vicalvarada de O’Donnell y Dulce fragmentó el moderantismo y dio origen a la Unión Liberal. El Manifiesto de Manzanares impulsó el cambio hacia el progresismo. Se restauró el sistema político de 1837 y se elaboró una nueva constitución progresista en 1856, aunque nunca llegó a promulgarse.

Las reformas económicas, como la Desamortización de Madoz y el librecambismo, no tuvieron el éxito esperado y generaron conflictividad social, revueltas obreras y campesinas. Finalmente, el propio O’Donnell puso fin al Bienio Progresista.

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