Análisis Histórico de la Guerra y las Democracias Occidentales Post-Guerra

Circunstancias de la Guerra

¿Quién hace la guerra?

La guerra surge del encuentro conflictivo entre dos colectivos impulsados por proyectos que consideran irreconciliables. La guerra se plantea entre países, ya sea a escala mundial, internacional (Corea), regional (Israel-países árabes) o limitada a dos estados (India-Pakistán). La guerra también se produce dentro de una sociedad dividida en dos o más bandos hostiles, calificándose como “guerra civil” (España 1936-39), “étnica” (Bosnia o Ruanda 1990), “de clases” (México 1911-17) o “de religión” (Francia, S.XVI). En un mismo territorio y con una lengua común, los antiguos “conciudadanos” rompen el pacto de unidad y, mediante la violencia, pretenden dar a la sociedad un nuevo equilibrio, una nueva repartición del poder y de las riquezas en función de razones materiales y espirituales.

¿Por qué? Razones y objetivos

Se dice que la guerra tiene por objetivo colocarse en una situación preferible al estado de cosas anterior. En la Edad Media se produjeron las “invasiones bárbaras” de los normandos, los húngaros y los sarracenos, cuyo objetivo principal era el saqueo de zonas prósperas. Tras obtener el botín, se retiraban. Los bienes también podían ser humanos; los “raids” o “razzias” tenían como objetivo alimentar el comercio de mano de obra esclava. La invasión perseguía la conquista y la conservación duradera del territorio por parte de colonos que desplazaban al ocupante originario. El nazismo adoptó la lógica colonial respecto a los territorios del este de Europa. La guerra aparece, entonces, como una fuerte invasión temporal con la perspectiva de un beneficio duradero. Es la lógica de la guerra de ocupación colonial que dura… lo que la historia permite que dure: indefinidamente en Nuevo México, durante tres generaciones en la Sudáfrica del apartheid.

¿Con qué derecho?

La entrada en la guerra se acompaña de ceremonias simbólicas de declaración, religiosas y diplomáticas. Estas formas tienden a desaparecer, debido a la impopularidad de la guerra, lo que obliga a enmascarar la agresión con falsos pretextos o iniciar la guerra sin consultar a los representantes del pueblo. La Carta de las Naciones Unidas de 1948 condena la guerra de agresión y establece el principio de la legítima defensa del agredido ante el agresor. Las nociones de soberanía nacional y de intangibilidad de las fronteras son objeto de una reformulación sin parangón desde los tratados de Westfalia (1648). Tras la intervención en Hungría (1956), el internacionalismo proletario, revisado y corregido por la doctrina Brézhnev, conculcó el principio de la soberanía nacional en Checoslovaquia (1968) y en Afganistán (1980), lo que promovió una gran indignación en la ONU y entre los países occidentales. La URSS adoptaba entonces una doctrina de recurso a la fuerza, acorde a su dominio en el ámbito de un socialismo que Moscú quería homogeneizar y someter a sus intereses de gran potencia. Una llamada al “gran hermano” bastaba para justificar la intervención de las divisiones blindadas del Pacto de Varsovia. Desde el final de la Guerra Fría, se han vuelto a conculcar en algunos casos concretos los principios de la soberanía nacional. La idea de “derecho de injerencia” por motivos humanitarios, contra tiranos opresores de su pueblo, ha tomado fuerza. Fue lo que justificó la acción de la OTAN en Kosovo, en Montenegro y en Serbia, en marzo de 1999, sin contar con el aval del Consejo de Seguridad de la ONU.

En 2003, esta noción del derecho de injerencia sirvió para que se aceptara la invasión de Iraq de Saddam Hussein por Estados Unidos y sus aliados, haciendo caso omiso del Consejo de Seguridad. La liberación del pueblo iraquí sólo constituía un argumento de sustitución respecto a la amenaza de las armas que supuestamente poseía el régimen de Bagdad y que se ha demostrado que no existían. Desde hace algunos años, junto a las nociones clásicas de guerra de agresión o de guerra defensiva, se alude a las nociones de guerra preventiva y de guerra de anticipación. La guerra preventiva tiene como fundamento y objetivo la prevención de los “desastres humanitarios”. La guerra de anticipación designa el hecho de disparar primero en un duelo ya entablado. Ambos adversarios están dispuestos a actuar. La acción de anticipación se adelanta en el tiempo al golpe que el enemigo se dispone a asestar.

¿Dónde? Los lugares predilectos

Ninguna región ha quedado a salvo de la guerra. Ha labrado el planeta entero, sus desiertos, sus selvas, sus ciudades y sus campos. Ha atravesado montañas y los océanos. Tiene sus lugares predilectos: fronteras, puntos neurálgicos, zonas de paso, áreas de yacimiento de materias preciosas o raras.

¿Cuánto tiempo?

Guerra de los Cien Años (1337-1453), Guerra de los Treinta Años (1618-1648), Guerra de los Siete Años (1756-63). En las guerras de muy larga duración había pocas campañas y menos batallas. La guerra durante mucho tiempo fue estacional: las tropas se acuartelaban en invierno y con la primavera se reanudaban las hostilidades. La guerra clásica se desarrollaba siguiendo una secuencia de operaciones que constituía “la campaña”. Tenía como puntos culminantes las batallas y los asedios, de carácter decisivo. La búsqueda de un desenlace final llevaba a afrontar el riesgo de la batalla.

En los enfrentamientos políticos de larga duración, la guerra propiamente dicha solo representa la fase de violencia desatada mediante la cual se intenta salir del estancamiento político.


División del mundo que ha caracterizado la historia reciente, desde la segunda posguerra hasta los umbrales de los años noventa, los rasgos fundamentales que definen los modelos económicos, sociales y políticos son:

  1. Las democracias capitalistas occidentales o Primer Mundo
  2. Las democracias socialistas o Segundo Mundo
  3. El resto heterogéneo de países o Tercer Mundo, cuyo denominador común es la situación de dependencia y subdesarrollo.

Las Democracias Occidentales

El conjunto de democracias occidentales ha sido testigo desde la posguerra de la notable estabilidad de sus estructuras económicas y políticas. La estabilidad debe relacionarse con el consenso sobre el orden vigente suscrito en la mayor parte de los países occidentales. Los acuerdos constitucionales posteriores a 1945 afectan, en primer lugar, al sistema económico y sancionan el triunfo y la permanencia del capitalismo. La economía capitalista de posguerra, en la que el Estado desempeña funciones de importancia creciente, garantiza un crecimiento económico continuo adaptado, por otra parte, a una adecuada distribución social mediante la ampliación de los programas de bienestar. El consenso afecta, en segundo lugar, al sistema político y supone la consolidación de la democracia de tipo representativo. Todas las fuerzas políticas reconocen la legitimidad de los procesos electorales, que descansan en el principio del sufragio universal. La estabilidad y gobernabilidad de las democracias se vincula, además, a la institucionalización de la lucha política y socioeconómica en estrictos canales de negociación y resolución de conflictos. Son las agrupaciones políticas (partidos políticos) y socioprofesionales (asociaciones centralizadas de los productores económicos) quienes encauzan la acción política.

Pero los acuerdos de posguerra sobre el crecimiento económico y el sistema de bienestar se debilitan en los años setenta. La recesión económica e inflación (estanflación), las pérdidas masivas de empleo, la crisis fiscal del Estado, y el aumento sin precedentes de la deuda pública son sendas manifestaciones del coste del sistema para mantener el bienestar económico y social. Desde entonces, la confianza en la intervención económica estatal parece evaporarse, crecen las dificultades de los gobiernos para mantener el compromiso con el pleno empleo y se hacen habituales las restricciones del gasto social. La ruptura con el dinamismo económico y la política social expansiva tiene su expresión en la crisis económica y del Estado del Bienestar. Pero la crisis afecta también al paradigma político vigente desde la posguerra. La misma noción de progreso, asentada sobre los valores del crecimiento y la seguridad, es cuestionada con la aparición de los movimientos ambientalistas, pacifistas y feministas, es decir, los Nuevos Movimientos Sociales. La presencia de los movimientos alternativos (verdes, etc.) supone la irrupción de un nuevo modelo comprensivo de la acción política entre 1965 y 1985.

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