Ascenso de Rosas al poder
Tras el fusilamiento de Dorrego, el país se sumió en un clima de inestabilidad política y luchas internas. La necesidad de resolver estos conflictos hizo surgir la figura de Juan Manuel de Rosas, quien ya había adquirido un notable poder. En diciembre de 1829, fue elegido gobernador de Buenos Aires, contando con el apoyo tanto de la alta sociedad como de sectores populares.
Primer gobierno
Al asumir como gobernador, Rosas recibió las «facultades extraordinarias», es decir, la potestad de dictar leyes sin el acuerdo de la legislatura, con el objetivo de imponer el orden en la provincia. Para evitar la separación de las provincias, los líderes federales firmaron el Pacto Federal en 1831, que integró a Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos en la «Liga del Litoral». A esta se sumaría luego Corrientes, quedando el país dividido en dos bloques: la Liga del Litoral y la Liga Unitaria. Tras la derrota de esta última, creció la influencia de Rosas sobre el interior. Sin embargo, para evitar la nacionalización de la aduana porteña, Rosas demoraba la organización constitucional, ya que la provincia pretendía seguir controlando el comercio exterior y sus ingresos. Al finalizar su mandato en 1832, la legislatura le ofreció continuar en el cargo, pero sin facultades extraordinarias, lo cual Rosas rechazó.
La campaña militar
Para extender la frontera hacia el sur, era necesario desplazar a los pueblos originarios. Con el apoyo de estancieros y el gobierno, Rosas hizo retroceder a los aborígenes y concretó la paz con algunos de ellos. Su política con los indígenas incluyó el intercambio de información por objetos y ayudas económicas.
Rosas y la suma del poder público
Rosas alentaba a sus partidarios a emplear la violencia y a desprestigiar a sus adversarios. El gobierno de Balcarce fue reemplazado por el de Viamonte, pero la violencia continuó como instrumento de presión a favor de Rosas. La intimidación ejercida por «La Mazorca» obligó a emigrar a varios opositores. Viamonte acusó a los unitarios del asesinato de Quiroga y renunció a su cargo, aunque finalmente se acusó del crimen al gobernador de Córdoba. La crisis generó temor al resurgimiento de las guerras civiles, y como solución se le concedió a Rosas la suma del poder público, concentrando los tres poderes en su persona. Rosas aceptó, pero con la condición de que se realizara un plebiscito en Buenos Aires que convalidara esta decisión. Con casi el 100% de votos afirmativos, Rosas accedió a un poder sin limitaciones.
Segundo gobierno de Rosas
Rosas inició su nuevo mandato con el objetivo de restablecer el orden interno y la paz. Para mantener el orden, utilizó «La Mazorca», que se encargaba de reprimir ferozmente cualquier tipo de oposición. Se impuso un culto a su figura, «tiñendo todo de rojo», como por ejemplo, con el uso de la cinta colorada en el pecho. Muchos opositores fueron asesinados. A pesar del fuerte control, Rosas tenía una gran influencia y era muy querido por los sectores populares.
Economía
Las exportaciones de cueros, carne salada, sebo y lana se duplicaron entre 1837 y 1852. Los cueros vacunos representaban el 60% de las exportaciones. La expansión del comercio estimuló la producción ganadera y saladeril, así como el enriquecimiento de los sectores vinculados a estas actividades. En la década de 1840, debido a la demanda exterior de lana, se desarrolló la ganadería ovina como actividad alternativa a la vacuna. En el Litoral, se produjo una importante expansión ganadera y de la industria saladeril, mientras que el Interior experimentó una cierta mejora, sobre todo después de 1840.
Oposición a Rosas
La conformación de una elite intelectual que se propuso señalar los errores y aspectos positivos del gobierno se conoció como la Generación del 37. La Asociación de la Joven Generación Argentina fue la principal oposición al gobernador en el interior. Se consideraban la nueva clase dirigente que debía conducir los destinos políticos del país y difundían sus ideas en periódicos y revistas. La creciente represión gubernamental llevó a la mayoría de sus miembros al exilio.
Rebeliones internas
Rosas debió enfrentar rebeliones y levantamientos armados que desconocieron su autoridad. En 1839, los «libres del sur», hacendados de la campaña bonaerense, iniciaron un levantamiento armado de gran resonancia. Otro foco de resistencia fue Corrientes, que declaró la guerra a Buenos Aires y Entre Ríos. En 1840, el general unitario Juan Lavalle, desde Montevideo, inició un movimiento con apoyo francés que impuso un bloqueo comercial a Buenos Aires. Además, gran parte de los opositores se refugiaban en la Banda Oriental.
Caída del gobierno de Rosas y Caseros
En 1851, Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, declaró la guerra a Buenos Aires debido al bloqueo de la libre navegación de los ríos interiores, entre otras razones. La batalla se produjo en Caseros el 3 de febrero de 1852, con la victoria del Ejército Grande de Urquiza, quien luego nombró a Vicente López y Planes como gobernador provisional.
Doña Encarnación Ezcurra
(Esposa de Rosas) Participó activamente en la política provincial, movilizando a mujeres de la alta sociedad porteña y vinculándose con los sectores populares a través de atenciones, ayudas y regalos, siguiendo las indicaciones de su esposo.