Atraso agrario y conflictividad campesina

2. ATRASO AGRARIO Y CONFLICTIVIDAD CAMPESINA:
En las primeras décadas del s.XX, el campo español presentaba una situación en la que contrastaba el dinamismo de la agricultura de tipo mediterráneo (frutas, hortalizas, cítricos, vid, etc..) con las escasas transformaciones de la agricultura cerealista, que dominaba en amplias zonas de la Península.
2.1 La crisis agraria.
La agricultura inició el s.XX teniendo que hacer frente a las consecuencias de la crisis agraria que se extendió por Europa a finales del s.XIX. Orientada sobre todo hacia el cultivo de los cereales, el olivo y la vid en tierras mayoritariamente de secano, con una ganadería
básicamente ovina destinada a la producción de la lana. España acusó la crisis cerealista.
La causa inmediata de la crisis fue la llegada a Europa de productos procedentes de países con una agricultura extensiva más competitiva (Argentina, EE.UU.,Canadá, Rusia) con precios más bajos que los europeos. El descenso de los precios fue más acusado en las regiones de la periferia española, donde la facilidad de abastecimiento desde el exterior era mayor, pero en la España interior los precios también cayeron al disminuir la demanda sobre la producción interna.
En algunas de las principales regiones productoras como Castilla, la reducción de los ingresos condujo a la caída de los beneficios. Las dificultades comportaron una generalización de las protestas, coordinadas por la Liga Agraria, asociación de propietarios cerealistas que actuó como grupo de presión para conseguir un arancel protector. La disminución de los beneficios llevó al descenso de los salarios de los jornaleros y a un período de agitaciones campesinas que se prolongaría durante todo el primer tercio del s.XX.
La crisis cerealista fue acompañada por una crisis en el viticultura. El descenso de la producción de vid en Francia, a causa de la plaga de la filoxera, insecto llegado de América en 1868 que atacaba las viñas, aumentó de manera extraordinaria la demanda de vino español para ser mezclado con el francés. Las exportaciones de vino experimentaron un alza espectacular,pasando a ser la primera partida de ventas al exterior.
Hacia 1879, la filoxera atravesó los Pirineos y la plaga se difundió lentamente por España,poniendo fin a las exportaciones vinícolas. Se destruyeron cientos de miles de hectáreas de viña, y hacia 1910 ya se había extendido por el litoral mediterráneo y el interior. La viña autóctona desapareció como consecuencia de la enfermedad, comportó la pérdida de todas las cosechas.
Se replantaron todos los viñedos con una nueva cepa americana, traída de California, que era inmune a la filoxera.
2.2 La evolución agrícola.
La crisis agraria se superó gracias al establecimiento de nuevas barreras arancelarias y al crecimiento de la producción, nuevas roturaciones, intensificación, diversificación y especialización de los cultivos. La agricultura se diversificó gracias al uso de fertilizantes como el nitrato de sodio, más conocido como nitrato de Chile, a la disminución del barbecho, aumento de la mecanización y el regadío. Se introdujeron nuevos cultivos como plantas forrajeras destinados a mejorar la producción ganadera, esto incrementó las existencias de carne y leche para el mercado y hubo una especialización de cultivos como el olivo, vid y cítricos destinados en parte a la exportación.
El producto agrario creció un 55% entre 1900 y 1931, aunque de un modo desigual, el producto ganadero duplicó su producción en ese mismo período. Sin embargo, los rendimientos por hectárea del conjunto del sector primario español continuaban, en 1930, entre los más bajos de Europa.

El predominio cerealista


La producción de cereales se consolidó como el principal cultivo del campo español, representado más de la mitad del producto agrario. Los escasos rendimientos comportaban precios elevados, en la década de 1920, el precio de venta del quintal de trigo era mucho más alto en España que en Gran Bretaña o Estados Unidos. Tuvo importantes consecuencias, la creciente población urbana se vio obligada a consumir alimentos a precios mucho mayores que los del mercado internacional. La renta disponible para demandar productos manufacturados fue menor, lo cual obstaculizó en buena parte el crecimiento industrial.
El mayor dinamismo de otros productos agrícolas.
Los cultivos más dinámicos, orientados hacia la exportación, eran la viña en Andalucía, Cataluña y La Rioja; el olivo en Andalucía; y los cítricos, frutales y hortalizas en Valencia, Murcia y la Rioja. Excepto en La Rioja y Cataluña, en las demás zonas con cultivo de vid no se crearon bodegas dedicadas a producir vinos de calidad. Lo mismo ocurrió con la elaboración y exportación de aceite de oliva.
En la zona mediterránea, en Valencia, el desarrollo agrícola generó unos beneficios que estimularon las actividades industriales relacionadas con los productos químicos para el campo como la fabricación de abonos. En la cornisa cantábrica, la producción ganadera de carne y leche aumentó considerablemente gracias a la selección de razas de ganado, mejora de las técnicas productivas y al desarrollo ferroviario, que facilitó el acceso a los mercados urbanos.
2.3 Los problemas del campo español.
En el primer tercio del s.XX existía una enorme desigualdad en la estructura de la propiedad de la tierra.
La existencia de amplias zonas de latifundio y regiones con predominio del minifundio, incidía en los bajos rendimientos y dificultaba la implantación de nuevas técnicas y métodos de cultivo. Los propietarios de los grandes latifundios de Extremadura y Andalucía tenían una gran aversión al riesgo y muy escaso interés por el cultivo eficiente de sus tierras. La inmensa mayoría de la población vivía en unas condiciones que apenas les permitían sobrevivir.
Las diferencias extremas entre una minoría de propietarios y la gran masa de campesinos sin tierra provocaron una gran conflictividad social. Inicialmente la protesta de los campesinos estuvo sobre todo unida a las malas cosechas.
Con el avance de las organizaciones campesinas, la movilización fue vinculándose cada vez más a la necesidad de una reforma agraria que permitiese el acceso de los campesinos a la propiedad de la tierra y pusiese en cultivo efectivo muchas tierras insuficientemente cultivadas como consecuencia del absentismo de sus propietarios.
La existencia de minifundios en Galicia y la mala calidad de la tierra en la Submeseta Norte tan sólo permitieron aumentar la productividad de los cultivos en terminos de subsistencia,pero impidieron generar beneficios y modernizar las explotaciones. Todo ello condujo a muchos pequeños campesinos a emigrar.
LOS PROBLEMAS DE LA AGRICULTURA
La agricultura española es todavía agricultura del siglo XV; agricultura del
sistema de año y vez, por falta de abonos minerales y de riego artificial; del
transporte a lomo por falta de caminos vecinales; agricultura de arado romano, de la mezquina cosecha de cinco o seis simientes por cada una enterrada, del cosechero hambriento, inmueble, rutinario, siervo de la hipoteca y del cacique.
J.COSTA: Agricultura armónica, 1911
2.4 Intentos de solución.
Los diferentes gobiernos españoles de la época fueron conscientes del atraso del campo español. El aumento del regadío se veía como un elemento imprescindible para superar las adversas condiciones climáticas. En 1902 se aprobó un Plan de Obras Públicas que estimulaba la implantación de regadíos en zonas tradicionalmente de secano. El plan se amplió con la creación de las Confederaciones Hidrográficas durante la dictadura de Primo de Rivera y el Plan de Obras
Hidraúlicas emprendido por la Segunda República en 1933.
Sin embargo, el principal problema era la gran cantidad de campesinos sin tierra. Una ley de 1907 permitió la colonización de miles de hectáreas que fueron concedidas a pequeños propietarios (colonos) y, en 1917, otra ley facilitó el reparto entre los campesinos previo pago de un 20% de su valor, de 71.000 hectáreas adquiridas por el gobierno. Pero todas estas medidas se mostraron totalmente insuficientes y la presión de los grandes propietarios agrícolas impidió cualquier intento de realizar una reforma agraria, que no se llevaría a cabo hasta la Segunda República en 1932.
3. LOS PROGRESOS DE LA INDUSTRIA:
En el primer tercio del s.XX se produjo una importante transformación de la estructura económica española: el peso de la industria aumentó mientras deisminuía la importancia del mundo rural.
3.1 Cambio energético y avances tecnológicos.
Entre las causas que provocaron algunos cambios en la economomía española del primer tercio del s.XX destaca la utilización de nuevas fuentes de energía con la utilización de la electricidad y del petróleo.
El uso comercial de la electricidad y su transporte gracias a la invención del transformador abrieron la posibilidad de mecanizar la práctica totalidad de la producción industrial, con la consiguiente disminución de los costes de fabricación. El avance de la electrificación en España se produjo en dos grandes etapas:
1ª 1880-1904 Uso de la electricidad restringido a la iluminación pública de las grandes ciudades y transporte urbano -tranvías-.
2ª 1914-1930 Generalización de la electricidad al uso industrial.
El avance en el refinado del petróleo y los progresos técnicos en la mecánica de motores abrieron paso en el primer tercio del s.XX a una nueva revolución de los transportes: el automóvil.
Se avanzó en la mejora de la transmisión de la información. A partir de 1860 se produjo la expansión del telégrafo y en la década de 1920 del teléfono y de las emisiones de radio. La difusión de estos avances se concentró en las ciudades de mayor tamaño, su implantación fue más lenta que en otros países: en 1930, el número de telegramas enviados era menos de la mitad que en Italia y un tercio menos que en Francia.
3.2 El crecimiento industrial:
En las tres primeras décadas del s.XX, el producto industrial per cápita aumentó en un 60%. La estructura industrial experimentó una importante transformación con la aparición de nuevas industrias y la consolidación de las ya existentes. Se mantuvo la preponderancia de las industrias de bienes de consumo sobre las de bienes de equipo.
Los sectores tradicionales y las nuevas industrias.
Entre los sectores tradicionales, el textil catalán continuó su expansión, pero comenzó a perder peso. Las industrias alimentarias también retrocedieron a pesar de la expansión de la industria conservera del pescado, ubicada en el litoral atlántico y en el cantábrico y de los productos agrícolas en Navarra.
La industria química se consolidó gracias a la fabricación de productos como fertilizantes, medicamentos, pinturas y explosivos. La industria siderúrgica vizcaina creció considerablemente, y en 1902, se creó la sociedad anónima Altos Hornos de Vizcaya. Los beneficios procedentes de las exportaciones de mineral de hierro y de la fabricación de acero estimularon la diversificación industrial vasca.
Entre las nuevas industrias sobresala el rápido crecimiento de la industria eléctrica. La primera empresa eléctrica fue la Compañía Sevillana de Electricidad, creada en 1884. También experimentó un notable crecimiento la industria metalúrgica, que tuvo en el automóvil y los electrodomésticos dos sectores en expansión. La empresa automovilística pionera en España fue la Hispano Suiza, creada en 1904 y especializada en la fabricacón de vehículos de lujo.
El crecimiento del parque automovilístico estimuló la creación de empresas de refinado y distribución de petróleo como la compañís Campsa, fundada en 1927. En la década de 1930 también se produjo la difusión de los primeros electrodomésticos, como los aspiradores y las neveras eléctricas, así como la radio y el teléfono, aunque en principio fueron pocos los domicilios españoles que los poseían.
La construcción experimentó un gran empuje a partir de la consolidación de la industria del cemento, con la creación de la empresa Asland, en 1928, especializada en la fabricación de cemento portland.
La difusión territorial de la industria.
Junto con los dos núcleos básicos, Cataluña y el País Vasco, cuya preponderancia se mantuvo durante el primer tercio del s.XX, la industrialización se difundió por zonas más amplias del territorio español. Madrid se conviritió en la tercera región industrial en parte debido a su capitalidad y a su condición de ser el centro de la Administración del Estado, lo cual condujo a numerosas empresas, tanto españolas como extranjeras, a instalarse en la ciudad, su fuerte crecimiento demográfico favoreció la demanda de bienes de consumo.
Otras zonas representativas fueron Galicia, con industria conservera, Zaragoza y Sevilla, la cornisa cantábrica con industrias siderúrgicas y sus derivados metalúrgicos en Guipúzcoa,Vizcaya, Asturias y Cantabria. También alcanzó importancia la industria del mueble y del juguete,En Valencia y durante la década de 1920 en Alicante.
La mayor difusión territorial de la industria no puso fin a los profundos desequilibrios en la distribución de la renta entre las distintas áreas geográficas españolas. En 1920, tan sólo en tres zonas (Cataluña, País Vasco y Madrid), el PIB por habitante se situaba muy por encima de la media. A estas áreas se incorporó, en 1930, Navarra, la actual Comunidad Valenciana, por la exportación de cítricos y Castilla y León. El PIB por habitante de otras regiones como Canarias, Galicia y Castilla La Mancha era un 40% inferior a la media española.
3.3 El intervencionismo del Estado:
Una de las características de la economía española durante el primer tercio del s.XX fue la restricción de la competencia entre empresas y la constante intervención del Estado en la economía. Las propias empresas establecían acuerdos para fijar precios y repartirse el mercado mediante cuotas. Ello supuso, en España unos precios de venta mayores que en otros países industrializados, restringiendo aún más la demanda. El intervencionismo del Estado se manifestó en dos direcciones: la concesión de ayudas (exenciones fiscales, subsidios y pedidos directos de la Administración) para estimular la inversión privada en industrias tecnológicamente más avanzadas, lo cual comportó una modernización del tejido industrial español, y el aumento del proteccionismo. Las leyes arancelarias de 1891, pero sobre todo las de 1906 y 1922, fueron las medidas proteccionistas más importantes con las que se trató de evitar la competencia exterior.
El caso de protección más explícito fue el del carbón, debido a que la Administración obligaba a consumir carbón español para poder acogerse a las ayudas públicas. También la construcción naval militar y la industria aeronáutica.
Estas medidas protectoras tuvieron efectos negativos en la economía española, ya que ayudaron a mantener una industria con una productividad baja y poco competitiva con el exterior.
Pero también hubo efectos positivos: fomentaron el avance tecnológico, ayudaron a la articulación del mercado interior, mejorando las infraestructuras de transporte, y promovieron la aparición de nuevos sectores industriales.
3.4 El fomento de las infraestructuras:
La mejora de los caminos y carreteras absorbió la mayor parte del esfuerzo inversor del Estado. Entre 1900 y 1930, los kilómetros de carreteras del Estado experimentaron un aumento muy considerable especialmente en los últimos años del período, cuando aparecieron los primeros tramos asfaltados con el objetivo de facilitar la circulación de los automóviles. Los ferrocarriles, que en esta época iniciaron su electrificación, tampoco quedaron al margen del apoyo estatal.
La red telegráfica aumentó de 29.000 kms a casi 41.000 y mejoró sensiblemente la
calidad de las transmisiones. También en la telefonía creció notablemente el número de abonados.
Las inversiones del Estado para estimular la expansión de la economía hicieron aumentar el gasto público, que llegó a duplicarse en relación al PIB durante esta época, agravando el ya crónico déficit de la Hacienda española.
4. LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA:
El crecimiento de la economía española, en el primer tercio del s.XX comportó un aumento
de las relaciones con el exterior y una mayor vinculación con los circuitos del comercio
internacional. España se hizo más permeable a las diferentes coyunturas de la economía internacional.
4.1 La recuperación económica.
El siglo XX se inició con las consecuencias del desastre de 1898, que puso fin al Imperio español. La independencia de las últimas colonias hacía presagiar un desastre económico, pero sus efectos fueron mucho menores de lo esperado. La desaparición de los mercados coloniales perjudicó a las exportaciones del textil catalán, las harinas castellanas, la pequeña maquinaría y otros productos. Se encarecieron los bienes importados de las antiguas colonias. Pero a pesar de ello y de la deuda contraída por la guerra, la crisis se superó con rapidez. En los primeros años el siglo hubo una inflación baja, reducción de la deuda pública y repatriación de muchos capitales, que estimularon la creación de nuevos bancos y empresas. A medio y largo plazo, la crisis fue favorable para la economía española que obligó a una cierta renovación de la estructura productiva lo que estimuló el crecimiento de la producción industrial y el cambio energético (electricidad).
4.2. La coyuntura de la I. Guerra Mundial.
La neutralidad española durante la I.Guerra Mundial (1914-18) propició una importante expansión económica, el conflicto redujo la capacidad productiva de los países beligerantes y España se convirtió en suministradora de productos industriales y agrarios. El incremento de la demanda exterior estimuló el crecimiento de la producción, que benefició especialmente a la siderurgia vasca, minería asturiana e industrias textiles y metalúrgicas catalanas que lograron cuantiosos beneficios. Por primera vez la balanza de pagos tuvo un saldo positivo. Sin embargo, el crecimiento de la demanda comportó un incremento de los precios, que desató un proceso inflacionario, el precio del trigo aumento un 72% en esos años.
La coyuntura de la guerra mundial brindó grandes oportunidades de buenos negocios y fácil enriquecimiento, pero éste tuvo un componente fuertemente especulativo, no siempre el aumento de las ganancias se aprovechó para la mejora de los sistemas productivos. Las clases populares experimentaron un empeoramiento de su nivel de vida, dado que la inflación no fue acompañada de un aumento de los salarios. El coste de la vida subió entre un 15 y un 20%, lo que provocó una oleada de huelgas y reivindicaciones obreras. El fin de la guerra y de la demanda de los países beligerantes acabó con la euforia económica y desencadenó una fuerte crisis 1920-23.
El mercado interno no fue capaz de sustiuir a las exportaciones y muchas empresas tuvieron que cerrar. Las clases trabajadoras tuvieron que hacer frente al aumento del desempleo, y el descontento social se expresó de nuevo en prolongadas huelgas. Sin embargo, los sectores más modernizados, como el siderúrgico y el químico soportaron mejor la crisis que el textil o el agrícola.
4.3. Los efectos de la crisis de 1929.
En 1929 se inició una depresión económica mundial, que se prolongaría durante la década de 1930, consecuencia del crac dela Bolsa de Nueva York, debido al hundimiento del valor de las acciones. La crisis internacional tuvo sus repercusiones en España, aunque su incidencia fue menor que en otros países occidentales industrializados fundamentalmente por el reducido peso que el comercio exterior tenía en la economía española.
La influencia de la Gran Depresión se dejó sentir en los sectores económicos más dinámicos, que orientaban buena parte de su producción al comercio exterior, entre ellos productos agrícolas de exportación como el vino, los cítricos y el aceite de oliva así como los minerales como las piritas y el mineral de hierro y sus derivados. La caída de la demanda internacional comportó el retroceso de las exportaciones sobre todo a partir de 1933 en el caso de los cítricos. Sin embargo, este descenso fue menor que el de otros países exportadores de materias primas y productos agrarios.
La crisis internacional también repercutió de manera relativa en España gracias a la depreciación de la peseta, al reducirse los precios de los productos españoles en moneda
extranjera, mejoró la competitividad de las exportaciones.
LOS EFECTOS DE LA GRAN DEPRESIÓN
La gran depreciación de la peseta al estallar y agravarse la crisis mundial, evitó la caída de nuestros precios y nos puso al abrigo de la depresión. Lo completo y cerrado de nuestra economía, de una parte, nuestra pequeña industrialización, de otra, (…) han facilitado nuestro relativo aislamiento del mundo económico y han contribuído a que la crisis sea más superficial. Nuestros problemas económicos incubados en una fase un tanto artificial de prosperidad en tiempos de la Dictadura, unidos a los de carácter político social ligados al cambio de régimen y a las tendencias revolucionarias, han matizado con características netamente españolas nuestro ritmo económico. Ritmo de la crisis económica española en relación con la mundial, Banco de España, 1934
5. LOS CAMBIOS SOCIALES:
Consecuencia de las transformaciones económicas, la sociedad española inició el camino hacia la modernización y la implantación de una sociedad de masas. La burguesía y el proletariado, se consolidaron, mientras se reducía el campesinado y aumentaba el peso social de las nuevas clases medias urbanas.
5.1 El mundo rural.
La lentitud del proceso industrializador comportó que el éxodo rural mantuviese una importante presencia en la vida económica y social del primer tercio del s.XX.
Los grandes propietarios rurales
A pesar de la modernización de la economía española, la sociedad seguía considerando el patrimonio rústico como una fuente de riqueza y, un signo de prestigio social. Entre los grandes propietarios agrarios existían 3 grupos:
1. La vieja aristocracia: no desapareció con el proceso industrializador, aumentó con su patrimonio con la compra de nuevas tierras.
2. La burguesía financiera: dueña de las grandes empresas y negocios del país, adquirió importantes patrimonios rurales con la intención de diversificar sus inversiones y rentas, pero conservó su residencia en las grandes ciudades.
3. La burguesía agraria: residía en el medio rural y provenía de antiguos pequeños propietarios o arrendatarios que habían incrementado su patrimonio con las desamortizaciones. Adquirió un notable desarrollo en tierras del valle del Ebro, Cataluña y Levante.
En la Mancha, Andalucía y Extremadura existía una poderosa oligarquía agraria que controlaba grandes extensiones de tierra y acostumbraba a tener una actitud absentista, solía vivir en las ciudades y sólo se preocupaba del cobro de sus rentas agrarias. En Castilla y León predominaba la pequeña y mediana propiedad, al igual que en las regiones de Aragón, Cataluña y Levante. En general, los propietarios agrarios gozaron de una gran influencia y entre este colectivo se reclutaba buena parte de los cuadros políticos (diputados a Cortes, senadores, alcaldes…) y del personal de la Administración pública (gobernadores civiles…)
Durante la Restauración 1875-1931 se produjo una gran expansión de la nobleza española: se crearon más de 200 nuevos títulos, incluídos 20 duques y 30 grandes de España, y se rehabilitaron 300. Los nuevos títulos de nobleza otorgados por los Borbones salieron sobre todo del mundo de la política, los negocios y el ejército. Esto explica el prestigio que la aristocracia mantenía en España a pesar del predominio del mundo burgués.
Muchas de las grandes fortunas industriales y del país quisieron ennoblecer su estirpe o bien mediante títulos de nueva creación o bien uniéndose en matrimonio con familias nobles necesitadas de fortuna en muchos casos. La nueva y la vieja nobleza formaron parte de la clase dirigente del país.
Los campesinos
El campesinado español había sufrido una considerable disminución, pero todavía representaba un porcentaje superior al de las sociedades europeas más industrializadas. Dentro de este grupo existían diferencias, dependiendo de su relación la tenencia de la tierra: unos eran propietarios (medianos y pequeños), otros eran arrendatarios en condiciones muy diversas,jornaleros y algunos temporeros.
La situación de los campesinos dependía de las formas de propiedad en las distintas regiones de España. En Galicia eran frecuentes los subarriendos de las propiedades (foros y subforos), lo cual dificultaba todavía más la rentabilidad del minifundio. En Cataluña, los
campesinos disfrutaban de una mediana propiedad o de unos contratos de arrendamiento estables, pero a raiz de la crisis de la filoxera estalló un conflicto agrario que enfrentó a los campesinos rabassaires -cultivadores de viñas-, que querían acceder a la propiedad de la tierra, con los propietarios de la misma. En Extremadura tenían un gran peso los yunteros, pequeños arrendatarios dueños de las yuntas de labor, que veían su existencia constantemente amenazada ante el alza de los arrendamientos rurales. En Andalucía, el predominio del latifundismo comportaba la presencia masiva de jornaleros en condiciones laborales muy precarias.
5.2 La sociedad urbana.
El aumento de las clases urbanas (burguesía, clases medias y proletariado), con sus nuevos hábitos y valores sociales, significó la irupción en la historia de España de la denominada sociedad de masas. En las grandes urbes, la estratificación social se percibía en la segregación por barrios, diferentes asociaciones lúdicas y culturales y prácticas de ocio.
La burguesía industrial era relativamente escasa en comparación con otros países industrializados y la integraban industriales textiles catalanes y los siderúrgicos vascos. La burguesía financiera aumentó su peso con los nuevos negocios. Los grupos sociales ligados a la industria y a las finanzas se integraron en las clases altas. Muchos nuevos burgueses, enriquecidos con los fabulosos negocios propiciados por la Gran Guerra, se fueron progresivamente fusionando con la vieja aristocracia de sangre.
El desarrollo comercial, financiero y administrativo también comportó el desarrollo de las clases medias, nuevo grupo de empleados, los llamados «cuellos blancos» que trabajaban en los comercios y en la banca, funcionarios del Estado o ejercían profesiones liberales (médicos, abogados, profesores, etc..). Se trataba de un grupo heterogéneo, fragmentado y con grandes diferencias según las regiones.
Los obreros industriales constituían el grueso de las capas populares urbanas. Su número había aumentado considerablemente como consecuencia del desarrollo industrial, y del éxodo rural de las primeras décadas del s.XX. La mayoría de los asalariados se concentraba en determinadas zonas: Cataluña, País Vasco, Asturias y Madrid. Sus condiciones de vida eran mejores que las de los jornaleros agrícolas, pero debían soportar largas jornadas laborales, sueldos insuficientes y viviendas insalubres en barrios carentes de las infraestructuras básicas.

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