Una agricultura señorial
Desde el punto de vista económico, la agricultura era la actividad más importante. Se trataba de una agricultura de subsistencia, y con un sistema de cultivo basado en la rotación trienal con barbecho. Las crisis de subsistencia tenía períodos de escasez de alimentos y de subidas de precios. Estas crisis generaban hambre y miseria y, a menudo, eran el origen de revueltas populares. La tierra estaba en manos de la nobleza y el clero, que poseían grandes propiedades, transmitidas de generación en generación. La mayoría de la población eran campesinos que trabajaban las tierras de sus señores y además estaban sometidos al pago de fuertes impuestos.
Una monarquía absoluta
El rey tenía un poder absoluto. La monarquía era de carácter divino, concentraba todos los poderes en la persona del rey y no rendía cuentas a nadie. En consecuencia, los gobernados eran súbditos, que no gozaban de ningún tipo de derecho. A pesar de su poder absoluto, el rey estaba auxiliado por unas instituciones que lo asesoraban (Consejos de Estado). Para algunos asuntos, también debía consultar a los Parlamentos (Estados Generales en Francia y Cortes en España). El Parlamento era una institu-ción nacida en la Edad Media. Estaba compuesta por represen-tantes de los tres estamentos, que asesoraban al rey y tenían algunas atribuciones, como la de aprobar nuevos impuestos.
La expansión económica
El siglo XVIII fue de relativa paz internacional. Después de los largos conflictos del siglo XVII (Guerra de los Treinta Años). la firma del Trata-do de Utrecht (1713) dio paso a un período de equilibrio internacional. en el que los conflictos trataron de solucionarse mediante la actividad diplomática y la firma de tratados y alianzas entre los países. En esa situación la población aumentó considerablemente y. entre 1650 y 1800, Europa pasó de 100 a 200 millones de habitantes. Este crecimiento demográfico fue debido también a la ausencia de grandes epidemias. a la introducción de nuevos cultivos (patata, maíz…) y. en general. a la mejor situación económica. El aumento de la población llevó a un crecimiento de la demanda de todo tipo de productos. por lo que se produjo una subida de precios que incrementó las ganancias de los propietarios. Éstos. estimulados por la posibilidad de obtener mayores beneficios. aumentaron la producción. Las monarquías potenciaron este crecimiento economico: impulsaron reformas en la agricultura. financiaron la instalación de manufacturas dedicadas a la producción de objetos de lujo. y protegieron a las compañías comerciales que recorrían el mundo en busca de merendos. En consecuencia, el comercio se incrementó notablemente. Como para la movilidad de los productos era esencial el transporte. a lo largo del siglo XVIII. las comunicaciones mejoraron gracias a la construcción de carreteras y canales. Con todo, fue el comercio marítimo con los territorios extraeuropeos, el comercio colonial, el que tuvo un crecimiento más espectacular.
Una sociedad desigual
Una de las principales características de la sociedad del Antiguo Régimen era su desigualdad civil ya que estaba dividida en dos grupos bien diferenciados: los privilegiados (nobleza y clero) y los no privilegiados (estado llano o tercer estado). Se trataba de una sociedad cerrada, en la que cada hombre o mujer pertenecía a un orden o estamento, según su nacimiento y era prácticamente imposible el ascenso social.
Los privilegiados
La nobleza y el clero constituían los estamentos privilegia-dos. Poseían la mayor parte de las tierras, que explotaban en régimen señorial, monopolizaban todos los cargos y estaban exentos del pago de impuestos. La nobleza vivía de las rentas de la tierra y acumulaba cuantiosas riquezas. Gozaba de concesiones honoríficas (banco reservado en la iglesia…), económicas (exención de colaborar en las obras públicas…) y fiscales (no pagaban impuestos y tenían derecho de cobrarlos a los campesinos). El clero vivía de las rentas derivadas de la explotación de su patrimonio territorial y también del diezmo
Los no privilegiados
El estado llano constituía el sector de los no privilegiados. Eran la inmensa mayoría de la población (entre un 90 y un 95%) y agrupaba a personas muy diferentes, tanto por su condi-ción económica como social (burgueses, artesanos. campesinos, etc.). Sin embargo, les unía su oposición a los privilegios y al régimen señorial, y su reivindicación de la igualdad civil. La burguesía incluía a los grandes artesanos, comerciantes y banqueros. Era el grupo más activo económicamente y su riqueza había aumentado gracias al crecimiento económico del siglo XVIII. A pesar de su enriquecimiento, carecia de influencia política, permanecía marginada de los círculos de poder y aspiraba a gozar de mayor poder político y prestigio social. Las clases populares urbanas agrupaban a los trabajadores manuales de las ciudades (pequeños artesanos, sirvientes, soldados, obreros de las manufacturas…). Los campesinos constituían el grupo más numeroso de la po-blación. Sus condiciones de vida eran muy duras ya que estaban obligados a trabajar las tierras de los grupos privilegiados a los que pagaban cuantiosos impuestos (derechos señoriales).
Las revoluciones inglesas
Desde la Edad Media, en Inglaterra el poder real estaba limitado por la acción de las dos cámaras del Parlamento: la de los nobles y los clérigos (Lores) y la de los burgueses, representantes de las ciudades (Comunes). Los monarcas necesitaban su autoriza-ción para el cobro de impuestos o para declarar la guerra. Pero en el siglo XVII, una nueva dinastía la de los Estuardo, pretendió gobernar sin el control del Parlamento y procedió a detener o ajusticiar a quienes se le opusieron. Estos hechos dieron lugar a una guerra civil entre los defensores del Parlamento y los de la morverquia absoluta. En 1649, el rey Carlos I fue ajusticiado y se proclamó la república. Oliver Cromwell, el principal impulsor del cambio político. acabó transformando la república en una dic-tadura militar. En 1660, tras la muerte de Cromwell, el Parlamento restableció la monarquía. Carlos II, el nuevo rey de Inglaterra, tuvo que aceptar el control del Parlamento que en 1679 votó a favor del Hábeas corpus. Este texto garantizaba las libertades individuales e impedía al rey toda detención arbitraria. En 1689, una segunda revolución acabó definitiva-mente con la monarquía absoluta de los Estuardo y el Parlamento ofreció la corona a Guillermo de Orange. El nuevo rey juró la Declaración de Derechos (Bill of the Rights), que limitaba los poderes del monarca y sometía algunas de sus decisiones al Parlamento. Inglaterra fue, pues, el primer país que tuvo una monarquía de poder limitado: el soberano estaba condicionado por el Parlamento, que elegía al primer ministro entre sus miembros. Los poderes ejecutivo y legislativo estaban separados y un tercer poder, la jus-ticia, era independiente. Además, los ciudadanos tenían garantizada la defensa de su libertad individual. La monarquía parla-mentaria británica se Convirtió en un ejemplo a seguir para los filósofos franceses de la Ilustración.
Estados unidos de America
Las trece Colonias inglesas, establecidas en la costa Este de América del Norte, protagonizaron en el siglo XVIII la primera insurreccion Contra una metrópoli, y constituyeron el primer ejemplo de gobierno fundado sobre los principios de igualdad y libertad. Los habitantes de estas colonias, conocedores del proceso polin Gran Bretaña y animados por las ideas de igualdad, libertad y tolerancia que les llegaban de la Europa ilustrada, se enfrentaron a la met ropoli en defensa de sus intereses y de sus derechos. Los colonos americanos no estaban de acuerdo con las tasas de impuestos (especialmente sobre el té), así como tampoco con el monopolio comercial que Gran Bretaña ejercía sobre su territorio. Como ley no les otorgaba ninguna representación en el Parlamento de Londres declararon su intención de no obedecer unas leyes que no habían sida votadas por sus representantes. El 4 de julio de 1776, delegados de las trece colonias, reunidos en Filadelfia, redactaron la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América, cuyo preámbulo fue escrito por Thomas Jefferson. Dicha declaración expresa los principios que impulsaron su revuelta: el derecho de todas las personas a la libertad y la búsqueda de la felicidad, el deber de los gobernantes de respetar los «derechos inalienables» del pueblo.
La constitución de Estados Unidos
La guerra contra la metrópoli fue larga y los insurgentes contaron con la ayuda de voluntarios europeos, entusiasmados por sus ideas de libertad. Gran Bretaña no reconoció la independencia del territorio americano hasta 1783, tras la derrota de Yorktown. George Washington, un general que lideraba el ejército insurgente, fue proclamado primer presidente de los Estados Unidos de América. En 1787, el nuevo Estado americano redactó la primera Constitución escrita de la historia. El texto constitucional aseguraba la separación y el equilibrio de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), establecía una forma de gobierno republicana, con amplios poderes para el presidente, y una estructura federal, pues los territorios (Estados) del nuevo país tenían amplia capacidad de autogobierno (justicia, enseñanza, policia…). Por encima de los Estados, se situaba el gobierno federal, responsable de los asuntos exteriores, de la defensa, de las finanzas y de la moneda del nuevo país. La Constitución se completaba con una Declaración de Derechos que garantizaba la libertad de religión, de prensa, de expresión, de reunión y el derecho a ser juzgado por un jurado. Asimismo, nadie podía ser privado de su vida, de su libertad o de su propiedad, sin un procedimiento judicial. Esta aplicación práctica de los principios del liberalismo político explica el impacto de la Revolución americana en el resto del mundo. En Europa, los «vientos de libertad» de América reforzaron los sentimientos de hostilidad contra la monarquía absoluta.
La guerra de sucesión
Una parte de las potencias europeas se oponían al nuevo monarca español, ya que significaba un fortalecimiento de los Borbones en Europa. Muy pronto, Gran Bretaña, Holanda, Portugal y el Imperio austríaco declararon la guerra a Francia y a España. El candidato que opusieron a Felipe V fue el archiduque Carlos de Austria. Este enfrentamiento dio origen a la Guerra de Sucesión que, además de un conflicto internacional, fue también un conflicto interno en España. Castilla se mostró, en general, fiel al monarca borbónico. En cambio, la mayoría de los territorios de la Corona de Aragón respaldaron al candidato austríaco, temerosos de que se les privase de sus fueros. En el interior, la guerra fue favorable a las tropas felipistas que lograron la victoria en la batalla de Almansa (1707), tras la cual ocuparon Valencia y Aragón. En 1713, el archiduque Carlos heredó la Corona de Austria al morir su hermano. Temerosas ahora del excesivo poder de los Habsburgo, Gran Bretaña y Holanda retiraron su apoyo al archiduque Carlos y firmaron el Tratado de Utrecht (1713) que Ruso fin al conflicto internacional y reconoció a Felipe V como rey de España. Los territorios europeos de la monarquía española pasaron a Austria (Milanesado, Nápoles, Flandes y Cerdeña). Gran Bretaña obtuvo Gibraltar y la isla de Menorca, ocupada hasta 1809. Las Cortes del Principado de Cataluña resistieron a las tro-pas del rey Felipe V, que ocuparon la ciudad de Barcelona, tras catorce meses de sitio, el 11 de septiembre de 1714.
El absolutismo borbónico
Los primeros Borbones españoles (Felipe V y Fernando VI) siguieron el ejemplo de sus parientes e implantaron el modelo de absolutismo centralista francés. Todos los poderes residían en el monarca y las Cortes quedaron casi anuladas. Para gobernar, el rey se ayudaba de unos asesores o secretarios, nombrados directamente por el monarca y se reunían en el Gabinete, antecedente del Consejo de Ministros. Las Cortes desaparecieron, excepto las castellanas, y la labor legislativa dependía exclusivamente de las instituciones directamente controladas por el monarca. Los Consejos se mantuvieron, especialmente el de Castilla, pero su función era meramente consultiva.
El uniformismo territorial
Además de centralizar todo el poder en sus manos, los Borbones tendieron a unificar todo el territorio, imponiendo unas leyes únicas, una idéntica administración y la ho-mogeneización de todas sus instituciones. Como castigo por el apoyo al candidato austríaco, Felipe V anuló todos los fueros e instituciones de la Corona de Aragón, y con los Decretos de Nueva Planta se impuso el sistema administrativo castellano en todas las tierras de la Corona. El territorio quedó dividido en provincías, al frente de las cuales el monarca colocó a un capitán general con poder militar y administrativo, que ejercía como gobernador. En cada provincia se crearon audiencias pa-ra la administración de justicia y se implantaron corregidores para el gobierno de los municipios e intendentes para la recaudación de impuestos.
La ilustración en España
Como en el resto de Europa, en la España del siglo XVIII surgió un grupo de pensadores ilustrados que coincidieron en el interés por la educación, la ciencia, el espíritu crítico y la idea de progreso. Los ilustrados españoles, preocupados por la dependencia de España tras la crisis del Imperio de los Austrias se fijaron como principales objetivos el crecimiento economico, la reforma de la sociedad, la mejora de la enseñanza y la modernización de la cultura española. Entre ellos podemos destacar al conde de Floridablanca, al conde de Campomanes, a Pablo de Olvide, al marqués de la Ensenada y al conde de Aranda. Pero la ausencia en España de amplios grupos burgueses, el conservadurismo de los medios intelectuales y el enorme peso de la Iglesia católica dificultaron la expansión de ideas de la Ilustración. Entonces, la mayoría de los ilustrados acabó colaborando con la monarquía, convencidos de que sólo un poder fuerte era capaz de llevar adelante las reformas necesarias. Estos pensadores encontraron un eficaz apoyo en el rey Carlos III (1759-1788). El monarca, sin renunciar a su poder y sin romper con los privilegios nobiliarios, se rodeó de algunos de los principales ilustrados, como Aranda y Floridablanca.
El programa reformista de Carlos III
• Imponer la autoridad real sobre la Iglesia, hasta llegar a expulsar a los jesuitas de España (1767).
• Crear nuevas escuelas dedicadas a la enseñanza primaria y reformar los estudios universitarios.
• impulsar y proteger las Sociedades Económicas de Amigos del País, dedicadas a fomentar la agricultura, la industria y el comercio.
• Liberalizar los precios del trigo (1765).
• Decretar la libertad de comercio con América para todos los puertos españoles (1778).
El crecimiento del siglo XVIII
Al iniciarse el siglo XVIII, España continuaba siendo una sociedad esencialmente rural y estamental, con una agricultura de escasos rendimientos, tecnicamente atrasada, y con la mayor parte de las tierras en manos de los privilegiados. La expansión general de la demografía y la economía europeas y las medidas reformistas de Carlos III permitieron mejorar la situación de la economía española. En primer lugar, la poblacion conoció un importante crecimiento y pasó, aproximadamente, de siete millones y medio de habitantes al iniciarse el siglo, a once al finalizarlo. El crecimiento demografico hizo aumentar la demanda de productos. Asi, una serie de mejoras agrícolas como la introduccion de nuevos cultivos, la expansión del regadío y el aumento de la viticultura, permitieron el incremento de la producción agrícola. Ahora bien, este crecimiento fue mayoritariamente el resultado de la extensión del espacio cultivado. El comercio y la industria también se modernizaron. La liberalización del comercio permitió la expansión de las compañias comerciales, que negociaban con productos coloniales (café, tabaco, azúcar) en los puertos españoles y americanos. Tambien se crearon las manufacturas reales (vidrio, cerámica, tapices) y se protegieron las manufacturas privadas (textil y siderurgia). Por último, se dictaron aranceles para proteger la industria nacional de la competencia exterior. Sin embargo. no se solucionó el principal obstáculo para el desarrollo industrial: la escasa demanda, como consecuencia de la pobreza del campesinado. Por esta razón, los ilustrados in-sistieron en la necesidad de una reforma agraria que pusiese fin a la concentración de la tierra en manos de los privilegiados.
Las causas de la Revolución
- Las malas cosechas
- La marginación de la burguesía
- La crisis financiera
- La reforma fiscal
El comienzo de la revolución
La Revolución francesa se inició con una revuelta de la aristocracia. Los privilegiados se negaron a pagar impuestos, y exigieron a Luis XVI que convocase los Estados Generales, único organismo que podía aprobar una reforma fiscal. Los Estados Generales se abrieron en Versalles en mayo de 1789, presididos por el rey y formados por los representantes de la nobleza, el clero y el Tercer Estado. Siguiendo la tradición, cada estamento contaba con el mismo número de diputados, estaba separado en el momento de deliberar y tenía un único voto. Los representantes del Tercer Estado exigieron la doble representación, la deliberación conjunta y el voto por persona, ya que constituían la mayoría. La cuestión era importante: estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados Generales representaban la voluntad de la nación. El monarca y parte de la nobleza sólo aceptaron la doble representación, y los diputados del Tercer Estado, reunidos el 20 de junio en un pabellón de París (Jeu de Paume), se erigieron en Asamblea Nacional (representantes de la nación) y se comprometieron a elaborar una constitución que reflejase la voluntad de la mayoría de los franceses.
El fin del antiguo regimen
El pueblo de París respaldó en la calle a los representantes del Tercer Estado, y ante el temor de que las tropas reales detuvieran a los diputados, el 14 de julio asaltaron la fortaleza de la Bastilla, tomaron las ar-mas y se dispusieron a defender por la fuerza el proceso revolucionario. La revolución se extendió también al campo, en forma de una revuelta antiseñorial (Gran Miedo), que comportó la quema de muchas residencias nobiliarias y la destrucción de documentos señoriales. Ante la radicalización popular, la Asamblea Nacional Constituyente decretó, el 4 de agosto, la abolición de los privilegios feudales y promulgó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que reconocía como derechos inalienables las libertades individuales y colectivas, así como la igualdad ante la ley y los impuestos.
Las fases de la revolución
• La monarquía constitucional (1789-1792). Estaba apoyada por la burguesía conservadora que aspiraba a llegar a un acuerdo con el rey y los privilegiados para abolir el Antiguo Régimen e imponer el liberalismo.
• La república democrática (1792-1794). Fue impulsada por la burguesía radical y los sectores populares, que ambicionaban una transformación más profunda de la sociedad en un sentido democrático e igualitario.
• La república burguesa (1794-1799). Supuso un retorno al poder de la burguesía conservadora, que consagró el predominio de los propietarios.
La monarquía constitucional
El proceso reformista
En el otoño de 1789, el rey y la nobleza aceptaron la nueva si-tuación y, una vez pacificado el país, la Asamblea Nacional ini-ció un proceso reformista para convertir Francia en una mo-narquía constitucional y parlamentaria. En 1791 se promulgó una Constitución, que ejemplificó los ideales del liberalismo político: separación de poderes, sobera-nía nacional e igualdad legal de los ciudadanos, aunque reserva-ba al rey el derecho de veto*. También se estableció el sufrase gio indirecto y censitario, que dividió a los ciudadanos en activos, los que poseían una determinada riqueza y tenían dere-cho a votar, y pasivos, los que por no poseer fortuna carecían de derechos políticos. Tras la aprobación del texto constitucional se formó una Asamblea Legislativa, en la que se redactaron nuevas leves para garantizar la igualdad de todos los ciudadanos, así como prohibir la tortura, obligar a pagar impuestos a la nobleza y abolir los gremios. Para defender las conquistas de la Revolu-ción frente a los defensores del absolutismo, se creó un nuevo ejército (Guardia Nacional). Finalmente, con el objetivo de solucionar la crisis financiera se expropiaron los bienes propiedad de la Iglesia, que fueron de-clarados bienes nacionales (clesatizaeián-*) y vendidos a parr n contrapartida, el Estado aseguró el manteni-miento del culto, y una Constitución civil del clero separó la Iglesia y el Estado.
Las diferentes opciones políticas
Las reformas del período 1789-1791 satisfacían a los grupos burgueses (monárquicos constitucionalistas), al concederles derechos políticos y libertad económica. Pero el nuevo régimen contaba con muchos opositores: la nobleza, que deseaba recuperar sus privilegios, el clero, descontento ante la desamortización, y la monarquía, que conspiraba para derribar a la Asamblea. Los sectores populares también mostraron su descontento ante la restricción del sufragio a los que poseían bienes o dinero y el encarecimiento del coste de la vida. Entre los revolucionarios destacaban los girondinos, sobre todo, los jacobinos,y los cordeliers que contaban con el apoyo de los. sans-culottes, milicias populares de Paris que aspiraban a profundizar en las reformas y proclamar la república.
El fracaso de la monaquia constitucional
La oposición de la familia real a la Revolución se manifestó a raíz de su huida de París para unirse al ejército austriaco, que planeaba invadir Francia y restablecer el absolutisrno (Fuga de Varennes, junio de 1791). El monarca, desprestigiado, fue de-vuelto a la capital, evidenciándose su rechazo al proceso revolucionario. En abril de 1792, la Asamblea Legislativa declaró la guerra a Austria. Los austriacos invadieron Francia y llegaron a las puertas de París. La situación originó un clima de revuelta entre los sans-culottes, quienes, el 10 de agosto de 1792, asaltaron el palacio real, encarcelaron al monarca y proclamaron la república (septiembre de 1792).
La republica democrática
La convención girondina
La república quedo en manos de los girondinos, que convocaron elecciones por sufragio universal masculino para nueva Convención Nacional (nombre con que se designaba a la Asamblea). La Convención llevo a cabo un juicio contra el rey Luis XVI y su mujer María Antonieta, que fueron acusados de traición, condenados y ejecutados en la guillotina. La muerte del rey provocó la alianza de las monarquías europeas. que formaron una coalición contra la Francia revolucionaria. En la primavera de 1793, la república se hallaba en peligro. En el interior del país estallaron algunas revueltas contrarrevolucionarias, sobre todo en La Vendée, y las conspiraciones realistas se multiplicaron. En el exterior, los ejércitos coaligados finalmente invadieron Francia.
La caída de los jacobinos
En el verano de 1794 los peligros disminuyeron: las revueltas interiores habían sido sofocadas y los ejércitos franceses se imponían a los de la coalición extranjera. Pero la radicalización de la revolución, el Terror y el gobierno dictatorial de los jacobinos provocaron la oposición de gran parte de la población. Así, mediante el golpe de Estado de Termidor, en julio de 1794, fueron derrocados y ejecutados Robespierre y otros dirigentes jacobinos.
La convención jacobina
En junio de 1793, los jacobinos se hicieron con el poder y detuvieron a los principales dirigentes políti-cos girondinos. Ese mismo año promulgaron una nue-va Constitución basada en la democracia social: sobe-ranía popular, sufragio universal directo y derecho a la igualdad. El ejecutivo quedó en manos de un Comité de Salvación Pública, que concentró todo el poder en Robespierre. Para hacer frente a la amenaza exterior, la repúbli-ca organizó un ejército, decretó la leva en masa* e impulsó la política del Terror. El Comité suspendió las libertades y unos tribunales revolucionarios casti-garon con prisión o muerte a los sospechosos de ser contrarrevolucionarios (Ley de sospechosos). Para responder a los anhelos de los sans-culottes, el Comité de Salvación Pública aprobó una serie de le-yes sociales: el control de los precios y salarios (Ley de máximum*), la distribución de bienes de los con-trarrevolucionarios entre los indigentes, la venta de las tierras del clero en pequeños lotes y la instrucción obligatoria. Además, se cerraron las iglesias y se esta-bleció el culto a 1a diosa razón.
La republica burguesa
Tras el golpe de Estado, la burguesía conservadora volvió a tomar el control de la Revolución. Se elaboró una nueva Constitución (1795) que otorgaba el poder ejecutivo a un gobierno colegiado (Directorio), restablecía el sufragio censitario y confiaba el poder legislativo a dos cámaras (el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancianos). El nuevo gobierno pretendía volver a los principios de la Constitución de 1791. Para ello clausuró y persiguió a los jacobinos, derogó la Constitución de 1793 y anuló todas las medidas de aquel período. También promovió una política de retorno de los exiliados a causa del Terror. El liberalismo de la nueva república se situaba entre el absolutismo y la democracia social de los jacobinos. Por tanto, tuvo que hacer frente a la oposición tanto de la aristocracia como de las clases populares, que sufrían la continua subida de los precios. En ese contexto de crisis económica y social, y en plena guerra contra las potencias absolutistas de Europa, el ejército empezó a ganar prestigio, y se propuso como la única institución capaz de imponer el orden y asegurar la defensa nacional. En 1799, un joven general, Napoleón Bonaparte, con el apoyo de la burguesía, protagonizó un golpe de Estado que puso fleirál Directorio e inauguró el Consulado (1799-1804).
Napoleón
En 1799. Napoleón fue nombrado cónsul y su política de gobierno se encamino a consolidar los logros de la revolución burguesa, evitando el retorno del absolutismo y alejando del poder a los sectores más radicales. Así, permitió el regreso de los exiliados que aceptaran el nuevo orden y firmó un Concordato con la Iglesia para restablecer la paz religiosa. También llevó a cabo una reforma administrativa de carácter centralista con la creación de la figura de los prefectos, que hacían cumplir las ordenes del gobierno en las provincias. Se promulgó un Código Civil que racionalizaba y unificaba todas las leyes anteriores y se reformó la Hacienda y el sistema de enseñanza. En 1804, Napoleón se sentía tan fuerte que se hizo coronar emperador. Sus enormes triunfos militares y su capacidad para gobernar con mano de hierro le asentaron sin discusión en el poder.
Las conquistas napoleónicas
Uno de los motivos del prestigio y el poder de Napoleón fue su capacidad para derrotar a los monarcas absolutos europeos que habían coaliga-do sus ejércitos para luchar contra la Francia revolucionaria. Las tropas de Napoleón consiguieron conquistar una gran parte de Europa, y en 1811 el Imperio napoleónico se encontraba en su apogeo. Se extendía de Alemania a España, y excepto Gran Bretaña, buena parte del resto dé Europa se situaba bajo el control de Francia. En todos los países anexionados o bajo influencia francesa, donde Napoleón coloco en el trono a familiares o generales de su ejército, se impusieron las ideas revolucionariás: la supresión de los derechos señoriales, de los diezmos y los privilegios nobiliarios, y la consagración de la libertad y de la igualdad legal. También se proclamó la libertad económica, el derecho a la propiedad y la libertad religiosa.
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La caída de Napoleón
Los ejércitos napoleonicos actuaron como conquistadores, sometieron a las naciones ocupadas y favorecieron los intereses materiales de Francia por encima de los ideales revolucionarios (cobrar impuestos, hacer negocios o apropiarse de las riquezas). Todo ello desencadenó en los territorios ocupados fuertes sentimientos nacionales contra la Francia invasora. Así, paradójicamente los ideales de libertad expandidos por los franceses se convirtieron en el sustento ideológico con el que los patriotas de numerosos países se opusieron a la presencia francesa. El levantamiento protagonizado por los españoles en 1808 contra la invasión e imposición de un rey extranjero (José Bonaparte), fue el primero y marco el declive del Imperio napoleonico. En 1814 tras ser vencido en Rusia y en España, Napoleón abandonó el poder. A pesar de un efimero retorno, en 1815 fue derrotado en Waterloo y desterrado a la isla de Santa Elena, donde murió en 1821. En Francia y en toda Europa parecía inevitable la vuelta al Antiguo Régimen.
La Europa de la restauración
Los Estados vencedores de Napoleón se reunieron, entre 1814 y 1815, a propuesta del canciller austriaco Metternich, en el Congreso de Viena. Su objetivo era la restauración del absolutismo monárquico. Tras reponer a los monarcas en sus tronos, las cuatro grandes potencias (Rusia, Reino Unido, Prusia y Austria) remodelaron el mapa europeo, en su provecho y sin tener en cuenta las aspiraciones nacionales de los pueblos. Para ello, Francia volvió a sus fronteras de 1792 y el Imperio napoleónico se dividió entre los vencedores. Las decisiones del Congreso de Viena se completaron con la Santa Alianza (1815), un tratado de ayuda mutua entre los monarcas europeos ante cualquier amenaza de revolución liberal, que admitía el derecho de intervención militar. Para mantener el orden absolutista en Europa, las potencias acordaron reunirse en congresos periódicos. A pesar del aparente retorno al Antiguo Régimen, las ideas generadas por la Revolución francesa habían influido en muchos países europeos. Así, a partir de 1815, liberalismo y nacionalismo se convirtieron en las dos fuerzas de oposición a la Restauración.
El liberalismo
El liberalismo es una corriente o ideología político, económico y social. También es un sistema político que fundamenta la sociedad en el individuo. El Estado, debe garantizar los derechos y las libertadedes de las personas. El individuo libre es un ciudadano y el conjunto de ciudadanos constituyen la nación, que detenta la soberanía. El liberalismo propugna ,un sistema representativo en el ue las decisiones emanan de una asamblea (Parlamento), elegida por sufragio, que elabora las leyes. También defiende la necesidad de una constitución que asegure la divisioderes para que éstos no sean nunca absolutos (tiranía). El derecho de propiedad es formulado como una libertad fundamental y la economía se fundamenta en el mercado. En consecuencia, el Estado no debe intervenir en asuntos económicos.
El nacionalismo
El nacionalismo es una ideología política que sostiene el derecho de los pueblos a decidir sobre ellos mismos y a defender su soberanía. Aunque hay diversas concepciones, se puede definir nación como un conjunto de individuos que poseen una serie de lazos culturales propios (religión, lengua, tradiciones, pasado…) y que desean vivir en común. El nacionalismo se expandió a lo largo del siglo XIX en defensa de una Europa de naciones libres frente a la Europa de la Santa Alianza y de los imperios absolutistas. Los nacionalismos mostraron su voluntad de hacer coincidir Estado y nación, es decir, de reagrupar en el interior de unas mismas fronteras a los miembros de una comunidad nacional. Esta voluntad dio lugar al nacimiento de movimientos independentistas en los imperios otomano y austrohúngaro de la lucha de italianos y de alemanes por unificarse en un único Estado.
Las revoluciones de 1820
Hacia 1820, una serie de levantamientos liberales dirigidos por activistas, sobre todo militares intentaron en diversos países acabar con el absolutismo y tomar el poder mediante insurrecciones armadas, pero fueron vencidos por la intervención de los ejércitos de la Santa Alianza. Sólo en Grecia, donde se unieron los intereses liberales con un fuerte movimiento patriótico, triunfó una insurrección contra el Imperio turco. En 1822 los griegos proclamaron su independencia, que se hizo efectiva en 1829 después de una cruel guerra. También resultaron victoriosos los movimientos de las colonias españolas de América continental que, entre 1808 y 1825, se enfrentaron a la metrópoli, se declararon independientes e impusieron regímenes liberales en las nuevas repúblicas.
Las revoluciones de 1830
La segunda oleada revolucionarla se produjo en Europa central y occidental, entre 1829 y 1835, y su extensión y repercusiones fueron mucho mayores. En esta ocasión, las insurrecciones contaron con un importante apoyo popular y, donde triunfaron, significaron la sustitución del absolutismo por sistemas políticos Constitucionales, en los que la burguesía detentaba el poder. Ahora bien, se trataba de un liberalismo conservador, en el que el sufragio era censitario y se limitaban las libertades públicas. El movimiento se inició en Francia donde, en julio de 1830, se derrocó al monarca absoluto Carlos X de Borbón y se proclamó una monarquía de corte liberal en la persona de Luis Felipe de Orleans. También en Bélgica triunfó la revolución, se estableció un sistema liberal y se independizó de Holanda a la que había sido unida en 1815. En 1831 estalló una revuelta en Polonia, que fue duramente reprimida por el zar de Rusia. En 1839, en Gran Bretaña, se consiguió una ampliación de los derechos políticos. Finalmente, en España, entre 1833 y 1839, se produjo el paso a un sistema político liberal.
Las revoluciones de 1848
En Europa occidental, la revolución de 1848 significó la aparición de los ideales democráticos: sufragio universal soberanía popular, igualdad social y también el surgimiento de los trabajadores como fuerza política. Como en otras ocasiones, la revolución se inició en Francia. En febrero, un levantamiento popular acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans y se proclamó la república social (derechos para los trabajadores) y el sufragio universal. En la Europa oriental, la lucha fue esencialmente contra los regímenes absolutistas y la dominación imperial austriaca. De este modo, la revuelta tuvo un carácter liberal en Viena, donde la revolución obligó al canciller Metternich a dimitir, y nacionalista en numerosos pueblos de Hungría, Bohemia, el Norte de Italia y la Confederación germánica, que se levantaron contra los imperios. Aunque la mayoría de estas revoluciones fueron finalmente sofocadas, las reformas liberales y muchos procesos de independencia nacional se consolidaron en la segunda mitad del siglo XIX.
Las unificaciones de Italia y Alemania
Italia
Italia estaba dividida en seis Estados. El Papa era soberano en uno de ellos, con capital en Roma, y Austria se había anexionado la Lombardía y el Véneto, ricas regiones del norte italiano. Sólo el Piamonte, a cuyo frente se encontraba la dinastía de Saboya, una monarquía de signo liberal, se manifestaba a favor de la unificación de toda Italia. En 1859, Cavour, jefe del gobierno piamontes, inició una guerra contra Austria y consiguió la anexión de la Lombardía. A su vez, un levantamiento popular, dirigido por Garibaldi, derrocó a los monarcas de los Estados del centro y sur de Italia. En 1861, el primer parlamento italiano proclamó rey de Italia a Víctor Manuel, hasta entonces monarca del Piamonte: en 1866, los austriacos abandonaron el Véneto; y en 1870, fueron anexionados los Estados Pontificios. La unidad de Italia era ya un hecho y Roma se convirtió en la capital del nuevo reino.
Alemania
Alemania estaba fraccionada en treinta y seis Estados, y el principal problema para su unidad era la rivalidad entre las dos potencias germánicas: Prusia y Austria. Prusia lideró la unificación y potenció una unión aduanera (Zollverein) que agrupaba a los Estados alemanes con la excepción de Austria. El avance del nacionalismo en Europa se evidenció en las revoluciones de 1848, cuando un parlamento reunido en Frankfurt ofreció la corona de una Alemania unificada al rey de Prusia, pero éste no aceptó por provenir de un parlamento liberal. Desde aquel momento, y despreciando las propuestas liberales, Prusia escogió el camino de la guerra para conseguir la unifica-ción alemana. Así, el canciller prusiano Otto von Bismarck dirigió victoriosas guerras, una contra Austria en 1866 y otra contra Francia en 1870, que le permitieron unir a todos los Estados bajo el cetro del rey de Prusia. Tras la victoria de Sedán (Francia, 1871) se proclamó el II Imperio (Reich) alemán y Guillermo I fue proclamado káiser (emperador).
Europa a finales del siglo XIX
En el último tercio del siglo XIX parecía que Europa había alcanzado una cierta estabilidad política y de fronteras. Pero una serie de conflictos continuaban latentes. Los imperios austriaco y turco seguían siendo regímenes absolutistas y en ellos persistían graves problemas nacionales, ya que bajo sus fronteras se mantenían pueblos que aspiraban la independencia. Era el caso de húngaros, checos y polacos, en Austria; y de serbios, croatas y búlgaros, en Turquía. En la Europa occidental, asentado el liberalismo, la lucha política tenía como objetivos principales el avance de la democracia: es decir, la conquista de la igualdad política mediante el derecho al sufragio universal, así como la ampliación de las libertades individuales y colectivas y el reconocimiento de los derechos sociales (educación salud, trabajo, etc.) para el conjunto de la población