12.6. La Regencia de María
Cristina de Habsburgo y el turno de partidos. La oposición al sistema.
Regionalismo y nacionalismo.
Durante la Restauración, el gobierno estuvo en manos de los dos grandes partidos dinásticos, que se fueron alterando en el poder. Este turno de partidos se cumplió escrupulosamente hasta finales del siglo XIX, cuando la crisis de 1898. El Partido Conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 hasta 1881, cuando Sagasta formó el primer gobierno liberal que introdujo el sufragio universal masculino para los comicios municipales de 1882. En 1884 Cánovas volvió al poder, pero el temor a una posible desestabilización del sistema político tras la muerte del rey Alfonso XII en 1885, impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina (1885-1902) y garantizar la continuidad de la monarquía.
Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el
conservador.
Durante el llamado gobierno largo de Sagasta (1885-1890), los liberales impulsaron una importante
obra reformista para incorporar al sistema algunos de los derechos
asociados a los ideales de la revolución
del 68. Pero la reforma de mayor
trascendencia fue la implantación del sufragio universal masculino en las
elecciones generales de 1890. En 1890 los conservadores volvieron al poder,
seguido de los liberales en 1892 y 1895 Cánovas asumió la presidencia del gobierno hasta su asesinato en 1897. Sin embargo, el personalismo deterioró a los partidos, que dependían
excesivamente de la personalidad de sus líderes, provocando problemas internos
y la descomposición de los partidos.
La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política en un estado de descontento y frustración. Significó la destrucción del mito del Imperio español en un momento en que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales. El desastre se convirtió en el símbolo de la primera gran crisis del sistema político de la Restauración. El fracaso de la revolución de 1868 había dejado una huella importante entre los intelectuales más progresistas. Este era el sentimiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de Enseñanza, creada en 1876, cuando muchos catedráticos abandonaron la universidad al no permitírseles la libertad de cátedra. Tras el 98 surgieron una serie de movimientos regeneracionistas que contaron con el respaldo de las clases medias y cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa y en el panorama literario de la Generación del 98. Finalmente, la derrota supuso un cambio de mentalidad de los militares, que se inclinaron hacia posturas más autoritarias e intransigentes frente a la ola de antimilitarismo que siguió al “desastre”. Esto trajo como consecuencia el retorno de la injerencia del ejército en la vida política española, convencido de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y corrupción de los políticos y el Parlamento.
En estas circunstancias, el gobierno de Sagasta estaba desgastado y desprestigiado y en 1899 la reina entregó su confianza al nuevo líder conservador, Francisco Silvela, que convocó elecciones. El nuevo ejecutivo mostró una cierta voluntad de renovación, iniciándose una política reformista descentralizadora ante el creciente desarrollo de los movimientos nacionalistas, pero la política fiscal asociada a las reformas y el alza de las cargas impositivas impulsaron una huelga de contribuyentes que acabó con la dimisión de los ministros más renovadores ante las dificultades que debían afrontar sus programas de reforma. 1901 María Cristina otorgó el poder a los liberales. En el año 1902, el rey Alfonso XIII llegaba al trono.
El sistema de la Restauración marginó de la vida política a amplios sectores de la sociedad. Para ello, se planteó una doble estrategia; por un lado integrar en el juego político a las facciones más acomodadizas de la oposición, otorgándoles un reducido espacio en el Parlamento y, por otro, marginar a los más radicales. Entre los sectores que decidieron enfrentarse a la Restauración hay que citar a los carlistas, carecían de capacidad y apoyos para organizar levantamientos con fuerza. Aunque el apoyo de a iglesia a la dinastía alfonsina le restó bastantes apoyos. En 1888, un sector del carlismo de carácter integrista, encabezado por Ramón Nocedal, creó el Partido Católico Nacional (antiliberal y ultracatólico).
En cuanto al republicanismo, Una pequeña parte de los republicanos, dirigida por Emilio Castelar, fundó el Partido Posibilista, que consiguió entrar en el juego político de la Restauración. Los núcleos más radicales formaron el Partido Republicano Progresista encabezado por Ruiz Zorrilla, quien desde el exilio protagonizó pronunciamientos. El resto del republicanismo unitario se organizó alrededor de Salmerón, mientras que los federales siguieron bajo la influencia de Pi i Margall. La introducción del sufragio universal en 1890 significó la revitalización del republicanismo y estimuló su reunificación con la creación de Unión Republicana (1893). El republicanismo sufrió las consecuencias del movimiento obrero que se consolidó con la fundación del Partido Socialista Obrero Español en 1879.
Uno de los fenómenos más relevantes de la Restauración fue la emergencia de movimientos de carácter nacionalista y regionalista en diversas partes de España. La gestación de estos movimientos reacción frente a las pretensiones uniformizadoras del sistema político y la administración y su pretensión de imponer una cultura oficial castellanizada.En Cataluña, hacia 1830, surgió un movimiento cultural y literario, la Renaixença, cuya finalidad era recuperar la lengua y las señas de identidad catalanas. Las primeras formulaciones vinieron de la mano de Valentí Almirall, republicano federal decepcionado, que fundó el Centre Català en 1882. En 1885 “Memorial de Agravios” en el que se denunciaba la opresión en Cataluña. Posteriormente, un grupo de intelectuales conservadores, fundaron la Unió Catalanista (1891), quedando su programa fijado en las Bases de Manresa. El impacto de la crisis del 98 fue decisivo para la maduración y expansión social del catalanismo, provocando la convergencia de intereses entre la burguesía industrial y comercial, que cuajó en la creación en 1901 de un nuevo partido, la Lliga Regionalista, de carácter conservador y a favor del reformismo político, que contó entre sus principales dirigentes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. la convirtieron en la fuerza hegemónica de Cataluña hasta 1923. En el PV la abolición de los fueros tras la última guerra carlista dio origen al nacimiento de una corriente que reivindicaba la reintegración foral. Por otro lado, la industrialización favoreció una fuerte inmigración que supuso una ruptura de la sociedad tradicional vasca. Como reacción, se fortaleció una corriente de defensores de la lengua y la cultura vascas (euskeros). Sabino Arana, recogiendo esta tradición foralista, formuló los principios originarios del nacionalismo vasco (raza vasca, fueros y religión) y fundó el PNV en 1894. En los últimos años de su vida, el discurso aranista fue moderándose sobre todo a partir de 1901, cuando fue abandonando sus postulados independentistas, para impulsar la creación de un partido autonomista.