Comercio y Política Comercial Británica: Auge, Colonialismo y Transformaciones

El Comercio y la Política Comercial Británica

El Crecimiento de la Actividad Comercial y los Medios de Transporte

El incremento de las transacciones comerciales fue limitado por las carencias de los tradicionales medios de transporte, que proporcionaban un transporte lento, escaso y caro. Esto generó incentivos para afrontar cuantiosas inversiones que mejorasen los medios de transporte y redujeran sus costes. Se afrontó la construcción de una densa red de carreteras de peaje financiada por terratenientes, mercaderes e industriales. También se construyó una red de canales con financiación de empresas privadas. Gran Bretaña tenía abundantes recursos de carbón y hierro, y la construcción de canales obedeció a la necesidad de transportar estos materiales a los centros fabriles; el desarrollo industrial británico estaba ligado al económico transporte de las materias primas y de las manufacturas. Los viejos barcos fueron sustituidos por clippers, buques también de vela, pero con un diseño que permitía doblar la velocidad sin disminuir sustancialmente la carga (veleros más rápidos). Después de 1830, la aparición del ferrocarril supuso economías de escala mucho mayores. En 1825, existían 10.000 km de vías férreas. Los nuevos medios de transporte contribuyeron notablemente al crecimiento económico. Abarataron los costes y los precios del transporte, fomentando el comercio interior y exterior, y a su vez, incrementaron la productividad al originar una mayor especialización de cada región y convertir a Inglaterra en el “taller del mundo”. Se produjo el liderazgo mundial de la manufactura británica. El ferrocarril fue el que provocó mayores externalidades sobre la industria al “disparar” la producción de traviesas, raíles, locomotoras y vagones (utilizó minería, siderurgia e industria mecánica).

Colonialismo y Expansión Comercial

El comercio exterior jugó un papel destacado en la trayectoria del imperio colonial británico. Hacia 1750, había desarrollado una fuerte industria exportadora de tejidos de lana. La expansión colonialista británica amplió las posibilidades de sus comerciantes. Las especias y el té del Lejano Oriente y los productos de las Indias Occidentales eran mercancías valiosas e imposibles de conseguir en Europa, convirtiéndose en artículos de primera necesidad. Las mercancías tropicales aumentaron el poder de compra británico en el continente europeo. De no haber sido por los productos tropicales de demanda elástica y con un mercado en pleno desarrollo en las regiones templadas, al comercio británico le habría sido muy difícil extenderse por Europa. En África, la demanda de artículos manufacturados británicos resultó limitada, además, por el bajo nivel de los ingresos. La solución a los numerosos problemas que planteaba el equilibrio de la oferta y la demanda en el mercado internacional se encontró desarrollando una compleja red mundial de transacciones comerciales centrada en Londres.

Las armas, quincallería y el alcohol británico, junto con los percales de la India, se enviaban al África occidental a cambio de esclavos, marfil y oro. Los esclavos se vendían en las Indias Occidentales a cambio de azúcar, ébano, tabaco y algodón en rama. La independencia de las colonias americanas y la formación de los Estados Unidos de América (1772) tuvieron un impacto comercial reducido. Londres era el centro de la red de comercio mundial construida en el siglo XVIII, pudiendo acumular una concentración cosmopolita de riqueza y de experiencia comercial. Se convirtió en un centro de crédito, desplazando a Ámsterdam y a París. En la segunda mitad del siglo XVIII, era el mejor lugar para encontrar crédito en términos razonables o para invertir capital con buenos beneficios. Esto contribuyó a extenderla a toda una serie de zonas subdesarrolladas dentro y fuera de Europa. El comercio de reexportación, el lucrativo negocio de adquirir productos extranjeros y redistribuirlos a clientes extranjeros, convirtió a Londres en el centro financiero del mundo. Sólo fue una fuente directa de ingresos cuando se ejerció a través del comercio de exportaciones domésticas y de importaciones retenidas. La industria algodonera dependía de la industria británica del comercio internacional. Desde el siglo XIX, el comercio británico continuó su expansión de la mano de un renovado impulso del imperio colonial. Gran Bretaña consolidó su predominio marítimo con el control estratégico de las rutas comerciales en enclaves como Gibraltar, Malta, Adén, El Cabo, Singapur, etc. Entre 1841 y 1851, ocupó Nueva Zelanda, la Costa de Oro, Labuan, Natal, el Punjab, Sind y Hong Kong. Un episodio clave para la expansión comercial británica en Asia fueron las llamadas Guerras del Opio (1834-43 y 1856-60). La prohibición china del comercio del opio originó la reclamación británica de libertad comercial (la venta de opio de la India era fundamental para compensar el déficit comercial con China). La intervención militar británica provocó las Guerras del Opio. El tratado de Nankin (1842) estableció indemnizaciones económicas, la apertura al comercio exterior de cinco puertos y la cesión de Hong Kong (concesiones comerciales). En los países colonizados, los británicos impusieron una legislación comercial favorable a sus intereses para beneficiar la exportación de sus manufacturas y obtener materias primas más baratas. Un importante aspecto del comercio tradicional británico sufrió un cambio radical: el sustantivo comercial de esclavos fue abolido por el Parlamento en sucesivas medidas (1807, 1827, 1833), y la esclavitud en las Indias Occidentales británicas fue abolida en 1834. Gran Bretaña se dedicó a la persecución internacional de ese comercio ilegal.

La Evolución de la Política Comercial

La política comercial tradicional en Gran Bretaña consistía en leyes que regulaban importaciones y exportaciones, respondiendo a los principios mercantilistas de defensa de la economía nacional frente a la competencia extranjera. Con el desarrollo del pensamiento liberal y la burguesía industrial, al terminar el siglo XVIII, los manufactureros ingleses se dieron cuenta de que sus intereses eran mejor defendidos con la apertura de los canales comerciales que con el refugio proteccionista. Los argumentos de Adam Smith a favor del librecambio empezaban a tener influencia en las mentes de los estadistas.

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