Conflicto y División: La Guerra Civil Española (1936-1939)

La Guerra Civil Española: Causas, Desarrollo y Consecuencias (1936-1939)

El Inicio del Conflicto

El 18 de julio de 1936, un grupo de generales se rebeló contra la Segunda República Española. Aunque esperaban un rápido triunfo del pronunciamiento militar, la resistencia de las fuerzas de seguridad de la República y de las milicias populares frustró sus planes en gran parte del país. Este fallido golpe de Estado desembocó en una cruenta guerra civil que se prolongó durante tres años. El general Emilio Mola lideró el levantamiento. Su plan consistía en una serie de alzamientos simultáneos para tomar la capital, Madrid, donde se formaría una junta de generales que sustituiría al gobierno. Francisco Franco, por su parte, se trasladó a la península para dirigir a las tropas mejor preparadas del ejército español, estacionadas en el Protectorado de Marruecos.

En los días siguientes, el alzamiento militar se extendió por el país. La rebelión triunfó en el oeste y fracasó en el este de España, gracias a la acción de los cuerpos leales a la República. Las principales ciudades y las zonas industriales quedaron en manos del gobierno y de las organizaciones sindicales del Frente Popular, mientras que las zonas agrarias y conservadoras cayeron bajo el control de los militares sublevados. En julio de 1936, la sublevación derivó en una guerra civil que dividió al país en dos bandos:

  • Sublevados (también conocidos como «nacionales»): su objetivo era instaurar una dictadura militar que eliminara el riesgo de una revolución social. Dentro de este bando, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) aspiraba a una monarquía alfonsina; los falangistas y fascistas, a un régimen similar al italiano; y los carlistas, a una monarquía tradicional. Contaron con el apoyo de terratenientes, pequeños propietarios agrarios, clases medias católicas, partidos de derecha y la Iglesia.
  • Republicanos: defendían la legitimidad de la República democrática frente al fascismo. Fueron apoyados por los sectores más radicales de la izquierda, anarquistas y comunistas.

Internacionalización del Conflicto

La Guerra Civil Española, que comenzó como un conflicto interno, se transformó rápidamente en un asunto internacional debido a la intervención extranjera. La situación internacional era crítica en aquel momento, marcada por el temor al estallido de una nueva guerra mundial. La guerra civil española no fue más que un enfrentamiento armado entre los antiguos grupos dominantes de España y los emergentes grupos obreros. Inicialmente, el Frente Popular francés no prestó ayuda a la República debido a la actitud neutral del Reino Unido, que temía poner en peligro la política de apaciguamiento con la Alemania nazi. Se firmó entonces el acuerdo de No Intervención, que prohibía la exportación de armas a España. La República solo recibió apoyo de la URSS, Francia y México, además de contar con las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios de diversos países (obreros, profesionales, etc.), organizados por dirigentes del Partido Comunista. La República financió la guerra con las reservas de oro del Banco de España.

Por otro lado, Hitler y Mussolini apoyaron a los sublevados por cuestiones estratégicas. Alemania envió la Legión Cóndor, mientras que Mussolini aportó el Corpo Truppe Volontarie (CTV) y la Aviación Legionaria. Los sublevados también obtuvieron capital de empresas financieras españolas y multinacionales angloamericanas como Texaco, Shell, General Motors y Ford.

Desarrollo de la Guerra

La Batalla por Madrid

El principal objetivo de los militares rebeldes era conquistar Madrid. Mola inició la operación con varias columnas, pero el avance se detuvo en la sierra de Guadarrama. Tras este fracaso, se trasladó el ejército de África a la Península. Franco aplazó la conquista de la capital para liberar el Alcázar de Toledo, donde se había atrincherado un grupo de sublevados, y fue designado generalísimo. Mientras tanto, el ejército republicano se organizó y recibió armamento de la URSS. En octubre, los sublevados llegaron a las puertas de Madrid, lo que provocó el traslado del gobierno republicano a Valencia, dejando en la capital una Junta de Defensa. Sindicatos y partidos obreros ofrecieron una tenaz resistencia bajo el lema «No pasarán«. A pesar de los bombardeos y la llegada de la Brigada Internacional, las tropas republicanas resistieron, frustrando la táctica de Franco, quien optó entonces por una ofensiva por los flancos. La batalla de Madrid continuó con las de Jarama y Guadalajara, donde el ejército republicano obtuvo la victoria. Franco abandonó temporalmente la batalla por Madrid. Queipo de Llano ocupó Málaga, donde se llevó a cabo una brutal represión.

La Campaña del Norte

Ante los fracasos en Madrid, Franco inició una guerra de desgaste y se dirigió al norte industrial republicano, donde las fuerzas leales a la República carecían de material de combate. El bloqueo marítimo impedía su abastecimiento. La Legión Cóndor bombardeó Guernica y Durango. Mola falleció en un accidente aéreo. Tras la caída de Bilbao, el gobierno de Negrín detuvo la ofensiva franquista en Santander, pero no pudo evitar la toma de la ciudad. Para intentar salvar Asturias, los republicanos lanzaron una ofensiva para conquistar Zaragoza, pero fracasaron. Los franquistas llegaron a Gijón, controlando así todo el norte, incluida la zona industrial. Además, Franco trasladó su flota al Mediterráneo para impedir la llegada de buques de la URSS.

El Frente del Este y el Final de la Guerra

Franco reanudó la ofensiva sobre Madrid, y Negrín, para evitarlo, ordenó una ofensiva en Teruel, donde se libró una dura batalla que ganaron los sublevados. Estos consiguieron llegar al Mediterráneo, dividiendo la zona republicana en dos y aislando Cataluña. En 1938, Negrín propuso la batalla del Ebro para reunificar las zonas republicanas, pero no lo consiguió. En 1939, Barcelona fue ocupada. Numerosas personalidades de la República se exiliaron, pero Negrín regresó para intentar prolongar el conflicto. Francia y el Reino Unido reconocieron el régimen franquista. Manuel Azaña dimitió como presidente de la República. El coronel Casado, junto a un dirigente de la CNT, se sublevó contra el gobierno de Negrín, que pretendía negociar una paz incondicional. El 1 de abril de 1939, los franquistas ocuparon Madrid. La guerra había terminado.

La Situación en la Zona Republicana

En la España republicana, Casares Quiroga dimitió como presidente del gobierno y fue sustituido por Martínez Barrio, quien intentó sin éxito llegar a un acuerdo con Mola. Azaña nombró a José Giral, quien repartió armas a los milicianos. En los primeros meses de la guerra, el Estado republicano se desplomó, dando lugar a actos violentos como los asaltos a cárceles (como la Cárcel Modelo de Madrid), «sacas» y «paseos», que perjudicaron la imagen de la República de cara a la ayuda exterior. La CNT y la UGT llevaron a cabo colectivizaciones. A finales de 1936, ante el avance de las tropas sublevadas, se formó un gobierno de coalición presidido por Largo Caballero, con la participación de socialistas, republicanos, comunistas, nacionalistas y anarcosindicalistas, incluyendo a una mujer por primera vez en un gobierno español. Este gobierno se trasladó a Valencia, dejando en Madrid una Junta de Defensa. Su prioridad era formar un Ejército Popular con un mando centralizado, militarizando las milicias. Sin embargo, se avanzó poco en la reconstrucción de un poder único. En Barcelona se produjeron enfrentamientos armados entre republicanos y comunistas, que se oponían a las ideas de los sectores más radicales de la CNT. Tras estos sucesos, dirigentes socialistas y comunistas lanzaron una ofensiva contra Largo Caballero. En 1937, se formó un nuevo gobierno presidido por el socialista Juan Negrín, que reforzó el ejército y unificó los planes militares. Negrín expuso un programa de 13 puntos, confiando en que Francia y el Reino Unido presionaran a Italia y Alemania para forzar a Franco a negociar una paz sin represalias. Tras el Pacto de Múnich, estas esperanzas se desvanecieron. Los puntos se redujeron a tres. Finalmente, el golpe de Estado del general Casado aceleró el fin de la República y el triunfo de Franco.

La Consolidación del Régimen Franquista

En la España nacional, tras el fracaso inicial de la sublevación, surgió la necesidad de crear un organismo que coordinase las operaciones militares. Se constituyó una Junta de Defensa Nacional, formada por militares y presidida por el general Cabanellas. Se proclamó el estado de guerra y se prohibió la actividad sindical. La represión se llevó a cabo mediante «sacas» y «paseos»; las primeras víctimas fueron los propios compañeros que se opusieron a la rebelión. Cuando se hizo evidente que la guerra civil iba a ser larga, se planteó la necesidad de una dirección militar y política unificada. Los tres candidatos eran Queipo de Llano, Mola y Franco. Se eligió a este último por haber dirigido el ejército de África y por contar con el apoyo de Hitler y Mussolini. Se le nombró generalísimo, jefe supremo de todos los ejércitos sublevados. Constituyó una Junta Técnica del Estado como órgano consultivo, formada por militares, y adoptó el título de «Caudillo».

Era necesaria la unificación política, por lo que Serrano Suñer impulsó la creación de un partido único similar al de los estados fascistas. En 1937, se promulgó el Decreto de Unificación, que creaba Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). Se fusionaron carlistas y falangistas bajo la jefatura de Franco, con un programa basado en los ideales falangistas. Se adoptó el saludo fascista, el uniforme de camisa azul y boina roja, y el yugo y las flechas como emblema. La jerarquía eclesiástica y los católicos apoyaron la sublevación.

Cuando se creó el primer gobierno en 1938, los ministerios se repartieron entre las distintas fuerzas que se habían alzado contra la República. Franco concentró en su persona los tres poderes y derogó todas las reformas republicanas. En política social, se elaboró el Fuero del Trabajo. Los sindicatos pasaron a ser verticales y quedaron sometidos al partido. Se llevó a cabo un fuerte control ideológico. Con la Ley de Responsabilidades Políticas, con efecto retroactivo desde 1934, se pretendía castigar a todo aquel que hubiera apoyado a la República. El régimen se consolidó con el reconocimiento de las potencias fascistas, el Vaticano, el Reino Unido, Francia y Portugal.

Consecuencias de la Guerra

Las principales consecuencias de la guerra fueron las elevadas pérdidas humanas, tanto por los combates como por la represión y las privaciones. Se produjo un importante exilio, incluyendo a los conocidos como «niños de la guerra» y a aquellos que cruzaron la frontera hacia Francia, donde fueron internados en campos de concentración en las playas del sureste. Algunos regresaron tras las negociaciones del Caudillo, pero muchos se exiliaron a Latinoamérica. La producción agrícola e industrial descendió notablemente, y la Hacienda pública quedó arruinada. Las destrucciones materiales fueron considerables, sobre todo en viviendas. Los intelectuales que habían apoyado a la República tuvieron que exiliarse, como Rafael Alberti, Federico García Lorca, Antonio Machado o Pablo Picasso, entre otros.

La Guerra Civil fue un periodo muy intenso en la historia de España, que sin duda ha dejado una profunda huella, ya que sus consecuencias han marcado notablemente el devenir del país.

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