Conflictos Internacionales Post-Guerra Fría: Afganistán, Irak y el Auge del Fundamentalismo

Afganistán: El Vietnam Soviético

Moscú estaba preocupado por la posible influencia de la revolución fundamentalista iraní en sus propias repúblicas musulmanas del Asia Central. Temían que el contagio islamista pudiera operarse a partir de un aliado de los soviéticos, Afganistán. Entre 1946 y 1973, este país había jugado a una cierta política de equilibrio entre los dos bloques, pero a partir de este último año, el príncipe Mohammed Daud tomó el poder, convirtiendo Afganistán en una república. Desde entonces, Kabul se acercó a Moscú. Sin embargo, el reforzamiento del Estado socialista con ayuda soviética contra el auge de la contestación islámica no terminaba de dar buenos resultados.

En 1978, el inminente colapso económico, el descontento en el ejército y la activa oposición islámica vaticinaban un desastre; además, los sucesos del vecino Irán contribuían a la situación. Daud estaba imponiendo un régimen dictatorial conservador que marginaba a los comunistas del poder. En 1978, el presidente intentó descabezar a las facciones comunistas, que reaccionaron con un golpe de Estado y asesinando a Daud. La tensión creció y los propios comunistas se enfrentaron entre sí. Desde Moscú se planeó y ejecutó implacablemente una intervención militar, pero la táctica soviética, que había funcionado en Hungría y Checoslovaquia, fracasó en Afganistán. La mitad del ejército afgano desertó o se unió a las guerrillas mujaidines, lo que obligó a los soviéticos a intensificar su participación en el conflicto. A lo largo de siete años, los soviéticos libraron en Afganistán una contienda equivalente a la que los norteamericanos habían combatido en Vietnam.

Como en el caso de los norteamericanos, el abandono final de Afganistán en 1988 obedeció más a causas políticas que militares. Fueron los abusos contra la población civil los que destruyeron cualquier imagen de los soviéticos como liberadores o civilizadores. Finalmente, los numerosos grupos de guerrilleros terminaron enfrentándose entre sí.

La invasión soviética de Afganistán fue el inicio formal de la Segunda Guerra Fría. La agresión generó una gran indignación en los Estados Unidos y el presidente Carter se decidió a tomar medidas de represalia. Pero los soviéticos no trataban de llegar al Índico o incluso a Europa por la puerta trasera de Afganistán, como insistía una y otra vez la propaganda norteamericana. Los soviéticos habían actuado para evitar un contagio fundamentalista musulmán en sus propias repúblicas de población islámica.

Irak y el Nuevo Orden Internacional

El año 1990 trajo la confirmación definitiva de lo que entonces pasó a denominarse el Nuevo Orden Internacional. En agosto, el ejército iraquí, dirigido por Saddam Hussein, invadió Kuwait en un solo día. Hacía muy poco tiempo que Irak había salido de una larga y mortífera guerra contra Irán (1980-1988), y la contienda había dejado a Irak al borde del colapso económico y ante una costosa reconstrucción. Saddam contaba con el petróleo kuwaití para subir los precios del crudo y liquidar gastos. Además, necesitaba éxitos en política internacional.

La reacción norteamericana y de parte del mundo árabe fue rápida y enérgica. La ONU autorizó la expulsión del invasor “por todos los medios necesarios”. Con la URSS colaborando en el Consejo de Seguridad, la ONU parecía haberse convertido en un instrumento realmente útil para imponer ese Nuevo Orden mundial.

Debido a que los iraquíes combatían en parte con armas y doctrinas soviéticas, se puede considerar que la operación tenía pretensiones de convertirse en la última batalla de la Guerra Fría. Pero, sobre todo, existía una clara voluntad de corregir el equilibrio de fuerzas en el siempre inestable Oriente Medio, tras la descongelación de la Europa oriental. La operación Tormenta del Desierto se llevó con gran precisión y eficacia, liberando Kuwait en un tiempo récord de cuatro días. En medio de la embriaguez de optimismo que vivía Occidente en 1990, parecía que pocos conflictos quedarían sin resolver tras la definitiva postergación de los soviéticos.

El Auge del Fundamentalismo Islámico

El fundamentalismo es la exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida. Surgió sobre las ruinas y fracasos de unos estados musulmanes que habían tratado de copiar el modelo laico desarrollado por Turquía, añadiéndole trazos de socialismo-nacional o de un desarrollismo a lo occidental. Los fracasos en sus intentos por convertirse en potencias industriales o militares regionales conllevaron la ruina, y con ella llegó la pobreza y el hundimiento de los precarios estados de bienestar. Parecía un ideario más auténtico que el social-nacionalismo de las élites surgidas de la descolonización y que había crecido aprovechando las contradicciones de la Guerra Fría. La “bomba islámica” era un fenómeno de los años ochenta; sin embargo, a lo largo de 1991, la pesadilla del peligro islámico despertó la conciencia occidental.

El Fundamentalismo en las Nuevas Repúblicas Ex-Soviéticas

En algunas de las nuevas repúblicas del Asia Central exsoviética aparecieron movimientos islamistas. Algunos estaban respaldados por Irán, otros conectaban directamente con los que operaban en Afganistán, país que continuaba en perpetua guerra civil entre una multitud de facciones armadas.

El Caso de Argelia y Egipto

  • Argelia: El Frente Islámico de Salvación (FIS) obtuvo un triunfo aplastante en la primera vuelta de las elecciones de diciembre de 1991. Ante esa situación, el ejército dio un golpe de estado, respaldado por Francia. En marzo de 1992, el FIS fue ilegalizado y comenzó una guerra civil.
  • Egipto: Los grupos fundamentalistas armados comenzaron a manifestarse. Primero contra la minoría copta (egipcios que profesan las religiones cristianas) y luego contra los intelectuales críticos y turistas.

El Conflicto Palestino-Israelí

Más tarde, los palestinos integristas de Hamas ocuparon la posición de vanguardia en la lucha contra Israel. En consecuencia, se comenzó a hablar de una difusa internacional islamista.

Impacto en Occidente y Reaparición de la Ultraderecha

La recuperación del orgullo islámico llevó a incómodas polémicas sobre los límites de aceptación legal que un estado occidental podía tolerar hacia ciertas manifestaciones culturales propias de algunas comunidades poco integradas. La aparición del FIS entre la comunidad argelina en Francia sucedía al activismo desplegado en Gran Bretaña por la Fundación Islámica y el Parlamento Musulmán. Estas cuestiones favorecieron la reaparición de movimientos de ultraderecha y neonazi en Europa occidental, pero también en la oriental.

La amenaza islámica era una continuidad del mundo en la Guerra Fría más que un fenómeno nuevo. Era el guion perfecto para encontrar un enemigo global sustitutorio al “Imperio del Mal” soviético, restañar temporalmente las nostalgias de la Guerra Fría y con ellos encontrar una salida al aparente fracaso del Nuevo Orden, afectado por una serie de guerras aparecidas desde 1991. Los medios de comunicación occidentales contribuyeron a constituir tales mitos.

Panislamismo vs. Panarabismo

En Occidente, el nuevo discurso fundamentalista islámico se confundió con planteamientos pasados y se malinterpretó como más de lo mismo.

  • Panislamismo: Idea política que aboga por la unidad de todos los musulmanes bajo un Estado Islámico.
  • Panarabismo: Tiene como objetivo la unidad y la independencia de los árabes, independientemente de la religión; abogan por la unidad y la independencia de los musulmanes sin hacer distinciones étnicas.

Tras medio siglo de triunfo panárabe, el panislamismo salía a la superficie. En los años ochenta, este conflicto fue decantándose en el mundo árabe hacia la Guerra Civil. La dureza del conflicto interno del mundo árabe-musulmán llevó a la contradicción final de la guerra entre Irak e Irán.

El fundamentalismo representaba la voluntad de promoción social autónoma, al margen del Estado, preservando a la vez una herencia cultural y natural previa a la urbanización industrial y aprovechando todos los beneficios individualizadores de la tecnología.

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