Europa Occidental
La Integración Europea
Las potencias de Europa Occidental comprendieron que, si se quería una paz duradera, era preciso construir caminos de cooperación económica y política que evitaran las dolorosas situaciones vividas en la primera mitad del siglo XX. Los países estaban convencidos de que la paz y prosperidad de cada país estaban ligadas a la de todos los demás, a la capacidad común de evitar las consecuencias negativas de la competencia económica y política entre los Estados.
Primeros Pasos hacia la Integración
En 1948, en La Haya, se creó el Congreso Europeo encargado de preparar la integración. El mismo año, el Benelux diseñó una unión aduanera donde se suprimían las aduanas entre los tres países (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), se fijaba una tarifa arancelaria común y existía más libertad de circulación.
En 1951, Francia, Italia, la República Federal Alemana, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo se unieron en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Fue un organismo de integración sectorial, ya que se estableció un mercado común siderúrgico. No fue una unión aduanera completa porque los gobiernos conservaron su poder de decisión en los niveles económicos no relacionados con el sector siderúrgico. La CECA fue uno de los primeros pasos para llegar a la futura Comunidad Económica Europea.
El Tratado de Roma y la Comunidad Económica Europea
El 25 de marzo de 1957, se firmó el Tratado de Roma. Este tratado dio nacimiento a la Comunidad Económica Europea (CEE), formada por Francia, Italia, Alemania Federal y los tres estados del Benelux. Los objetivos fundamentales eran: la creación de una unión aduanera entre los países miembros, la fijación de un arancel exterior único, la libre circulación de mercancías, servicios, capitales y trabajadores, la aproximación de las diferentes legislaciones nacionales y el desarrollo de políticas e instituciones comunes.
Crisis y Relanzamiento de la Integración
Los años setenta y el principio de los ochenta fueron un período de crisis en la evolución de la CEE. Se habían conseguido importantes logros económicos, pero resultaba evidente la crisis en la idea de integración. De todos los objetivos del Tratado de Roma, solo la unión aduanera se había logrado plenamente. Varios acontecimientos paralizaron el proceso integrador: la incorporación de Gran Bretaña, que no estaba de acuerdo con la integración monetaria o política; el descenso del europeísmo de los ciudadanos, lo que generó falta de motivación; y la crisis económica de los años setenta. A principios de los años ochenta, la libre circulación de las mercancías ya se había logrado, pero no la libre circulación de capitales y personas. El Sistema Monetario Europeo no se había concluido y las políticas exteriores europeas daban muestras de falta de coordinación. Había que refundar la Comunidad y lograr la unión económica para luego concluir los Estados Unidos de Europa.
El Acta Única Europea y el Mercado Interior
En 1987 entró en vigor el Acta Única Europea. Fue un nuevo tratado con los siguientes objetivos:
- En 1992 se alcanzaría un verdadero mercado interior, sin fronteras para productos, trabajadores y capitales.
- Se mejoró el sistema de toma de decisiones. Con algunas limitaciones, se retornó al sistema de voto por mayoría en el Consejo de Ministros y se concedió una mayor participación al Parlamento.
- Puso las bases de una política exterior común.
- Se incorporó el principio de la cohesión económica y social, es decir, la necesidad de que los países más ricos ayudaran a los países más necesitados. Para eso se puso en marcha el FEDER, el FSE y el FEOGA.
El Tratado de Maastricht y la Unión Europea
El 7 de febrero de 1992 se firmó en la ciudad holandesa de Maastricht el Tratado de la Unión Europea, que supuso la refundación de la Comunidad. En él se han establecido unos objetivos generales que han profundizado los acuerdos del Tratado de Roma de 1957:
- La formación de un espacio económico interior, que asegure sin dificultades la libre circulación de mercancías, capitales y personas.
- El robustecimiento de la cohesión económica y social, que garantice un nivel similar de desarrollo en todas las regiones de la Unión.
- La compatibilización del crecimiento económico y el respeto al medio ambiente.
- La creación de la Unión Monetaria Europea.
- La reafirmación de una identidad común de la Unión Europea, con la convergencia de la política exterior y de seguridad, que deberá incluir en un futuro la política de defensa común.
- El desarrollo de la cooperación en el plano de la justicia y de la seguridad interior.
- La creación de una ciudadanía de la Unión, es decir, el reconocimiento en todos los países de la Unión de los mismos derechos ciudadanos, cuyo símbolo es el pasaporte de la Unión.
- La transferencia paulatina de soberanía a las instituciones supranacionales. Ello supondrá el refuerzo del papel del Parlamento Europeo, como órgano representativo de los ciudadanos y pueblos de Europa. Este será el embrión de una futura unión política europea.
Todo esto debe lograrse respetando, no obstante, la identidad nacional de los Estados miembros.