Construcción y Evolución del Estado Liberal
La construcción del nuevo Estado liberal en España fue un proceso lento y complejo que abarcó varias décadas. Este proceso se desarrolló durante la minoría de edad de Isabel II, bajo las regencias de su madre María Cristina y del general Espartero, así como durante su posterior reinado.
La Regencia de María Cristina y los Comienzos del Liberalismo (1833-1840)
En sus inicios, la implantación del sistema liberal se gestó desde la propia monarquía, a través de un pacto entre los liberales y las élites del Antiguo Régimen. Durante este periodo, destacaron los gobiernos de Cea Bermúdez y Martínez de la Rosa, que llevaron a cabo importantes reformas:
- División provincial de España: Impulsada por Javier de Burgos, esta división de carácter centralizador ha perdurado hasta nuestros días.
- Promulgación del Estatuto Real de 1834: Promovido por Martínez de la Rosa, este estatuto, más que una constitución, era una carta otorgada que reflejaba un liberalismo moderado. Sus características principales eran:
- Consolidaba el poder de la Corona, que compartía la soberanía con las Cortes, limitadas a una función consultiva.
- Establecía un sistema representativo muy restrictivo, con dos cámaras:
- Cámara de Próceres: Formada por la nobleza, el alto clero, grandes propietarios y personalidades de la cultura, nombrados por la Corona.
- Cámara de Procuradores: Elegida por sufragio censitario muy restringido.
El Estatuto Real no reconocía la soberanía nacional ni los derechos ciudadanos, lo que provocó el descontento de muchos liberales. Entre 1835 y 1836, se sucedieron diversos movimientos revolucionarios que obligaron a la regente a buscar el apoyo de los progresistas, liderados por Juan Álvarez Mendizábal.
Mendizábal impulsó la libertad económica y puso en marcha la desamortización de los bienes de la Iglesia. Sin embargo, la regente lo sustituyó en 1836 por Javier de Istúriz, de tendencia más moderada, lo que desencadenó nuevas revueltas, como la rebelión de los sargentos de La Granja (1836). Estos acontecimientos llevaron a la formación de un nuevo gobierno presidido por José María Calatrava.
Como consecuencia, en 1837 se promulgó una nueva Constitución de carácter progresista, a medio camino entre la Constitución de 1812 y el Estatuto Real de 1834. Sus principales características eran:
- Soberanía nacional y reconocimiento de amplios derechos individuales.
- Iniciativa legislativa compartida entre las Cortes y la Corona, que mantenía el derecho a veto.
- Dos cámaras legislativas: el Congreso de Diputados (elección directa) y el Senado (elección por la Corona a partir de una terna).
- Sufragio masculino censitario, aunque menos restringido que en el Estatuto Real.
- Poder ejecutivo en la Corona, con un papel moderador entre las Cortes y el gobierno, y derecho a disolver las Cortes.
- Independencia del poder judicial.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
.- Tras la Guerra Carlista, los progresistas se apoyaron en el general Espartero para ejercer mayor influencia política frente a los moderados. El conflicto por la Ley de Ayuntamientos (los progresistas defendían la elección de alcaldes frente a la postura de la regente y de los moderados partidarios de que fueran designados por el poder central) originó diversos desórdenes y la disolución de las Cortes, lo que obligó a Mª Cristina a renunciar a la Regencia, asumida ahora por el general Espartero. El gobierno de Espartero promovió la consolidación del régimen liberal en base a la Constitución de 1837, pero el general se apoyó en un sector del ejército para gobernar e implantó un gobierno autoritario y personalista, lo que provocó el rechazo de las élites políticas y sociales. Los moderados promovieron diversos pronunciamientos militares (contribuyendo a la tradición del militarismo de la vida política), que fueron reprimidos. Además, la política librecambista del gobierno originó una fuerte protesta en Barcelona (1842) por la crisis de la industria textil, procediendo el regente al bombardeo de Barcelona desde el castillo de Montjuic, lo que definitivamente hundió su prestigio. Como resultado, las fuerzas antiesparteristas llevaron a cabo un nuevo pronunciamiento dirigido por el general Narváez, que puso fin a la regencia de Espartero.