1. Clasificación y Contexto Histórico
Este texto es un fragmento del libro de Valentí Almirall, titulado: «España tal cual es», escrito en 1886. Se trata de una fuente primaria, de naturaleza circunstancial-narrativa y de carácter político. El autor, abogado, periodista y político, fundó en 1882 el partido Centre Català y se encuadra en el pensamiento regeneracionista y republicano-federalista catalán. El destinatario es el público en general.
Almirall aborda la situación española a finales del s.XIX, durante el periodo de la Restauración. Tras los fracasos políticos del Sexenio Democrático se produjo la vuelta de los Borbones al trono de España, con el hijo de Isabel II, Alfonso XII, iniciándose el periodo conocido como Restauración en el que se desarrolló un nuevo sistema político, ideado por Cánovas del Castillo.
Al morir Alfonso XII y para asegurar la estabilidad política durante la regencia de su esposa María Cristina de Habsburgo, Cánovas y Sagasta, líderes de los dos partidos dinásticos, firmaron el Pacto del Pardo (1885) por el que se comprometen a turnarse de forma pacífica en el poder (turnismo), alejando el riesgo de pronunciamientos y motines.
Este sistema se mantuvo gracias a la corrupción electoral, al caciquismo y una sociedad rural, analfabeta y atrasada económicamente, controlada por una élite oligárquica.
2. Ideas Principales
La idea principal del texto es la denuncia de la corrupción electoral del sistema político de la Restauración, basado en el dominio de una élite oligárquica.
Seguidamente denuncia la adulteración en las listas electorales en la España de la Restauración:
- Identifica al Ministro de la Gobernación como “único elector” y detalla su forma de actuación a través de gobernadores y caciques.
- Se refiere en tono irónico (aludiendo a su difunto padre) a los métodos utilizados en el fraude electoral: el voto de los “lázaros” en nombre de personas fallecidas.
- Señala algunos de los diferentes mecanismos utilizados para amañar las elecciones, además del falseamiento de las listas, existían otras medidas que ayudaban a conseguir el objetivo electoral que interesaba en el momento, es lo que se conoce como “pucherazo”.
Fundamentos ideológicos y funcionamiento del sistema de la Restauración ideado por Cánovas.
Con la reposición de los Borbones se inicia el periodo histórico de la Restauración, cuyo artífice fue Antonio Cánovas del Castillo. Tras la inestabilidad política del Sexenio Democrático, el sistema canovista pretendía construir un sistema político estable y duradero.
Cánovas ideó un sistema que resultase válido para los antiguos partidos políticos (moderados, unionistas, progresistas y demócratas); que aceptaran unos principios básicos: la defensa de monarquía como árbitro político y piedra angular del sistema; la Constitución de 1876, un Estado unitario y centralista y la alternancia en el Gobierno de los partidos políticos, acabando así definitivamente con los pronunciamientos como forma de acceder al poder.
La Constitución de 1876, conciliadora y flexible, permitió gobernar tanto a conservadores como a liberales y garantizó así la estabilidad del sistema. Para ello tomó elementos de otras anteriores como la de 1845 (soberanía compartida entre el rey y las cortes, confesionalidad del estado) y la de 1869 (amplia relación de derechos y libertades).
El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos (Bipartidismo), que aceptaron la monarquía constitucional: El Partido Conservador, integrado por moderados y unionistas, liderado por Cánovas de Castillo, y defensores de la Iglesia y el orden social, y el Partido Liberal, que englobaba a progresistas y demócratas, liderado por Sagasta, con un programa más reformista y laico.
Los dos grandes partidos políticos se turnarían ordenadamente en el poder (turnismo), actuando alternativamente y de manera pactada como gobierno y oposición. Cada partido debía respetar la gestión gubernamental del otro y cuando la oposición consideraba que se habían incumplido las reglas, el rey formaba un nuevo gobierno, se disolvía el parlamento y se convocaban elecciones, que eran ganadas por el partido que venía de estar en la oposición.
La alternancia del poder se establecía gracias al control de las élites políticas y sociales y un sistema electoral corrupto y fraudulento, que garantizaba los resultados de las elecciones:
El proceso de “preparación” de las elecciones comenzaba con el “encasillado”: el Ministerio de la Gobernación elaboraba el listado de candidatos que el Gobierno había previsto que resultaran elegidos por cada distrito. Las listas las formaban personas de la alta burguesía y aristocracia.
A través de Gobernadores Civiles y personalidades locales (alcaldes, diputados, concejales y caciques) cada grupo se aseguraba el “amaño” de las elecciones para alcanzar la victoria mediante “clientelas” fijas, cuyo apoyo se consigue a cambio de protección y favores. Ninguno de los dos partidos denunciaba las irregularidades pues el sistema les beneficiaba.
Para conseguir los resultados previstos se recurría sistemáticamente al fraude electoral, es decir, a un conjunto de trampas que adulteraban los resultados electorales y que se conocen como pucherazo. De este modo, se falsificaba el censo (incluyendo personas muertas o impidiendo votar a las vivas), se manipulaban las actas electorales, se compraban votos, se incluían votos falsos en las urnas y se amenazaba al electorado con todo tipo de coacciones.
En todo el proceso era fundamental la figura del cacique. El caciquismo era más evidente en las zonas rurales, donde buena parte de la población estaba supeditada a sus intereses. Los caciques eran personajes ricos e influyentes que controlaban los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, intervenían en el sorteo de las quintas, proporcionaban puestos de trabajo… Así, valiéndose de su poder y autoridad, influían en el comportamiento de los electores.
Todas estas prácticas de manipulación electoral se apoyaban en la abstención de una buena parte de la población, cuya apatía electoral se explica tanto por no sentirse representada, como por el desencanto de las fuerzas de la oposición en participar en el proceso electoral.
Aunque desde 1890 se aprobó el sufragio universal masculino de poco sirvió, ya que las elecciones eran sistemáticamente amañadas para elegir a los diputados que conviniese, con el fin de garantizar el funcionamiento del sistema canovista y la estabilidad institucional.
Este sistema corrupto favorecía la estabilidad, eliminaba a la oposición política y garantizaba los intereses de aristocracia, ejército, Iglesia…, pero marginó a los grupos sociales más numerosos (movimiento obrero, nacionalismos y republicanos), y, precisamente, en ello estuvo su error.